04. DUALIDAD

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—Dame—le ordeno a Tito

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—Dame—le ordeno a Tito.

—No—se niega.

Tito y yo estamos peleándonos por algún tonto juguete que no sé lo que es, pero lo quiero para molestar.

Mi madre se encuentra en la cocina regañándonos para que dejemos de forcejear, pero hacemos caso omiso a eso.

En el suelo está el perro Golden Retrieve de Liam, Dante, que nos observa con cansancio.

A mi lado se encuentra mi hermano Liam el cuál nos mira con gracia. Hoy opté por poner mi cabello rizado para tener más similitud a Liam. De hecho, ya de por si él y yo nos parecemos mucho.

No sé cómo se hacen las rizadas, me demoré horas para definir mi cabello y mis brazos tienen un ardor inexplicable.

Día de brazos.

La famila de Mateo y el aludido llegan. Cruzan la sala llena de estantes con fotografías, los muebles grises y la cocina hasta llegar al jardin trasero, el mismo dónde Mateo lanzó su pelota de basket.

—Ya, compórtense—ordena mi hermano e inmediatamente Tito y yo dejamos caer al suelo el juguete. Dándole paso a Dante para mordisquearlo.

—Dios les bendiga—saluda Mateo.

Mi rostro está complectamente neutro. Se me hizo muy linfo que apesar de lo que le dije a Mateo él haya preferido acompañarme a casa, aunque, no sé es si está enojado, pero realmente no me importa tanto. Mi madre los invitó a casa para que conozcan a mi hermano el cuál luce encantado de verlos, esto me provoca náuseas internamente.

Después de saludarnos. Mateo y yo nos echamos una ojeada, para luego tomar asiento en la mesa y sillas que mamá nos obligó a preparar para ellos.

Mateo toma asiento en una de la sillas blancas de madera con la mesa rectangular de caoba separándonos. Mateo se encuentra sentado frente a mí, pero trata de evitar mirarme a todo costo por alguna razón que no comprendo.

—Así que... ¿son Cristianos?—inicia mi hermano sirviendo zumo de naranja.

—Efetivamente—sonrie Esther.

—Yo soy Liam, el hermano mayor de Maya y Timoteo—se presenta.

—A nadie le importa quién seas—bromeo.

—A ti sí—pellizca mi mejilla haciéndo que se torne roja dejándo un ardor en ella.

Mi mamá se dirige hacía nosotros en ese mismo instante.

—Estoy encantada de que esten aquí—chilla mi madre.

Mamá aveces suele compórtarse como una niña pequeña la cuál debemos cuidar y yo lo trato, pero no sé cuidarme ni yo misma.

—Bendiciones—dice, Carlos.

—Amén—responde mi madre tomando asiento al ladl de Tito.

—¿Cual es su versiculo favorito de la biblia?—pregunta mi hermano.

EN OTRA VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora