22: HASTA EL ÚLTIMO SUSPIRO

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MAYA

—Hola nuevamente, Dios —inicio con una oración matutina de rodillas—. Mateo me comentó que tiene que ir a ver qué tal sus resonancias hoy, espero que todo salga bien, justamente eso te pido, que todo salga bien, que él pueda estar bien y supere la leucemia. Pero Mateo siempre me dice que quiere que se haga tu voluntad, así que eso te pido, que se haga tu voluntad, no la nuestra. En el nombre de Jesús, amén.

Me incorporo para visualizarme en el espejo. Mis pecas y cabello lucen bien, y mi ropa es linda. Así que tomo el celular para dejarle un mensaje a Mateo.

MAYA: ESPERO QUE TODO SALGA BIEN.

Mi celular vibra en mi mano en respuesta.

MATEO: GRACIAS, NOS VEMOS LUEGO.

Guardo el celular en camino al colegio. Mateo ya había salido a la clínica.

Últimamente no me sentía muy bien; que mi padre haya llegado ayer me hizo sentir muy triste y decepcionada, pero su llegada es algo que yo no puedo controlar, así que me queda aguantarlo.

Tampoco puedo controlar la leucemia de Mateo. Sin embargo, él sigue sonriendo y nos brindamos apoyo mutuamente, porque admito que lo amo. Sí, creo que amo a Mateo, pero no puedo decirlo con palabras. Simplemente se me crea un nudo y no puedo decirlo, algún día se lo diré.

Al llegar al colegio, me encuentro con Lucas, que me saluda amablemente. Lucas y yo hemos vuelto a ser amigos y a ambos nos preocupa mucho Mateo.

—¿Qué tal todo? —pregunta a modo de saludo.

—Pues... bien.

—¿Y Mateo?

—Come saludable, se le ve más energético y su semblante está bien. Él está bien.

—Me alegra saber eso, bueno, nos vemos en el salón —se marcha. Asiento.

Me dirijo a mi casillero encontrándome con una chica, la misma de aquellas veces: rubia, alta. Creo que se llamaba Luz. Ella me mira fijamente con los brazos cruzados.

—Eh... hola —saludo, enarcando una ceja.

—Verás la voluntad de Dios —dice, para después marcharse.

Eso me deja totalmente confundida y solo puedo sonreír con confusión viendo cómo se marcha.

—Bien, eso fue raro —me dirijo a clases de Historia donde está Lucas, porque esta vez nos toca juntos.

Tomo asiento a su lado y la profesora habla de millones de cosas al mismo tiempo; yo ni siquiera puedo prestar atención, solo siento lo emocionada que estoy por ir a ver a Mateo y que me diga que todo está bien, porque esa es la voluntad de Dios, ¿no?

Me duele mucho ver sus procesos, pero él es muy fuerte. En la quimioterapia me percaté de que él luchaba con todas sus fuerzas porque sabe que tiene promesas por cumplir y no puede romperlas, pero eso me rompe a mí, verlo así, tan vulnerable... pero también intento ser fuerte por él, por mí, por Valeria. No soportaría perder a Mateo también.

La maestra menciona mi nombre y el de Lucas, devolviéndome a la realidad cuando veo que Lucas me analiza con las cejas enarcadas.

—¿Todo bien? —se preocupa.

—Sí —absorno la nariz—. ¿De qué habla la profesora?

—Tenemos un trabajo sobre la Revolución Americana y tú y yo vamos a trabajar juntos.

—Ay, qué bien, podemos ir a mi casa después de clases —propongo.

—Me parece bien.

Tras horas de clases, finalmente llega el almuerzo. Me siento sola esta vez ya que le dije a Lucas que no había problema con que se sentara con sus amigos. En estos momentos es donde extraño a Mateo, con su risa, sus bromas y que le hablara de Dios a todos.

EN OTRA VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora