23: EL ADIÓS

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Mi hermano y yo llegamos al hospital tras la ambulancia, junto con los padres de Mateo. Estoy en pijama y completamente despeinada, pero eso es lo que menos me importa ahora.

Veo cómo bajan a Mateo de la ambulancia. Quisiera correr y abrazarlo, decirle que todo estará bien, que no se preocupe porque yo estoy aquí, pero los paramédicos me lo impiden. Solo puedo observar cómo lo llevan a una habitación. Me siento tan inútil, sin poder hacer nada.

Nos sentamos en la sala de espera. Mis piernas tiemblan y siento cómo mi estómago se cierra. Liam y los padres de Mateo empiezan a orar, mientras yo no puedo ni moverme. Tengo miedo, un miedo profundo de perderlo... No a él. Por favor, no.

—¿Qué les dijeron sobre la resonancia? —pregunto con un hilo de voz.

—Dijeron que ya no había remedio, que estaba muy grave —dice su padre entre sollozos.

Recuerdo cómo Mateo no quiso decírmelo y el último abrazo que compartimos. Un nudo se forma en mi garganta mientras las horas pasan lentamente, y yo solo espero respuestas.

Me levanto y me acerco a la habitación donde lo llevaron. Escucho sus gritos que resuenan en el pasillo. Mi corazón se acelera.

—¡Lucha, Mateo, lucha! —le grito, esperando que reconozca mi voz. Él responde con un grito desesperado.

—¡Te amo! —le grito con todas mis fuerzas.

—¡Ya no puedo más! —grita.

Las enfermeras y los doctores corren hacia mí, intentando alejarme, pero me resisto. Al final, me permiten acercarme.

—¡Dijiste que me llevarías a Italia! —le recuerdo con voz temblorosa.

—¡Perdón! —responde—. Ya luché mucho...

En ese momento, comprendo que su dolor es insoportable. Mis lágrimas comienzan a caer, y sé que, por más que me duela, es mejor dejarlo ir.

—Quiero besarte antes de que te vayas —le digo, con la voz rota.

Los médicos se detienen. Un paramédico me entrega una bata, un gorro y un cubrebocas.

—Ponte esto —me pide.

Mateo me observa, sus ojos llenos de dolor pero también de algo más... quizás de paz.

—¿Qué haces? —pregunta con un susurro apenas audible.

—Despedirme del amor de mi vida —respondo, mientras sus padres lloran.

Me acerco a él lentamente. Está pálido, sus labios resecos y sus ojos cansados.

—Mateo... —susurro.

—Cara mia... —responde débilmente.

—Me lo prometiste... —sollozo.

—Supongo que no soy bueno cumpliendo promesas —intenta sonreír—. En otra vida, quizás...

Lo miro, sus ojos aún tienen ese brillo que tanto amo.

—Te amo... —digo mientras me acerco a él.

—Te amo más, amore mio... —susurra—. En otra vida, estaremos juntos, te lo prometo.

EN OTRA VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora