17: POR ELLA

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MATEO

Me he despertado muy temprano porque hoy empiezo la quimioterapia, y eso es algo que provoca cierto nivel de miedo en mí. Un nivel bastante alto de miedo. Mis padres se encuentran un poco más nerviosos que yo, pero intentan disimularlo lo mejor que pueden.

Ya listo para ir a quimioterapia, respiro antes de salir e ir al auto cuando alguien toca la puerta. Al abrir, veo un hermoso rostro: Maya, que yace en la puerta con una sonrisa. Ella extiende sus brazos, la recibo con un cálido abrazo, sintiéndome tan seguro en sus brazos como si estuviera en mi hogar, descansando de todo lo que pasa a mi alrededor. 

Cuando sus brazos se enredan por mi cuello, todo miedo se esfuma. Maya se aleja para analizarme de arriba abajo.

—¿A dónde van? —pregunta.

—Emmm... um... a visitar a un familiar —miento.

—¿Y por qué no vienen ellos? —enarca una ceja.

Obtiene silencio por respuesta; no soy bueno mintiendo y sé que no está bién.

—Mat, ya vámonos al médico —anuncia Liam, hasta que ve a Maya y se paraliza.

Maya lo ve mientras él retrocede, para luego Maya posar sus ojos en mí con sus manos en la cadera.

—Está nevando, deberías irte —digo lo primero que se me ocurre.

—¿Por qué vas al médico?

—Prometo contártelo luego —me aparto de ella yendo a donde están mis padres en el auto.

No quiero lastimarla más, pero eso es lo que hago cada vez que se acerca a mí. Herirla, y eso es lo último que quiero en esta vida: lastimar a Maya. Liam viene tras nosotros en su auto y estoy seguro de que también le dolió ver a Maya así. Quizás estoy cometiendo un grave error.

Cada vez nos estamos acercando más y más al hospital, lo que hace que los nervios se apoderen de mí. Señor, en ti confío. Al llegar al hospital, suspiro y veo a una doctora esperándome.

—Hola, ¿Mateo Amadeo, no?

—Sí, el mismo.

—Síganme —ordena la doctora llevándonos a una habitación llena de luz blanca con instrumentos médicos y una camilla—. Colócate esta bata para mayor comodidad —sugiere la enfermera, llevándome a un vestidor, y cuando me coloco la bata, salgo a la habitación donde la enfermera me espera.

Miro a Liam, que está frente a mí, sonriéndome.

—Escucha, Mateo, este tubo delgado que ves aquí —señala un tubo que tiene en la mano— te lo voy a insertar en una vena de la mano para administrar medicamentos por una hora. Te estaremos monitoreando y vendré cada cierto tiempo para saber qué tal estás y si tienes efectos secundarios, ¿está bien? —yo asiento—. Dime cuando estés listo.

Miro a mi familia, que se coloca a mi lado mirándome con mucho cariño; me gustaría que Maya estuviese aquí...

—¿Ellos se pueden quedar? —pregunto.

—Si eso te hace sentir cómodo, pues con gusto.

—Estoy listo.

La enfermera prepara el tubo y me lo inserta en el brazo, causando cierta molestia. Cierro los ojos fuertemente y Liam acaricia amigablemente mi espalda. Rápidamente la doctora termina.

—Vendré en unos minutos, solo relájate —se marcha.

—¿Cómo te sientes? —pregunta Liam.

—Pues... no dolió —suspiro.

EN OTRA VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora