12: EL PESO DE LAS PALABRAS

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Al despertar siento una voz llamando mi nombre. Esa voz hace eco en mi cabeza.

—Maya, Maya —abro los ojos lentamente para encontrarme con Mateo—. Es hora de despertar.

Me incorporo en la cama sintiéndome un poco mareada y débil.

—¿Por qué? —me quejo.

—Porque debemos estar en la escuela en tres horas. Llegaremos a casa en dos horas, más lo que durarás bañándote y cambiándote. Venga ya.

—Ya voy —salgo de la cama para tomar mis cosas e ir al baño—. Gracias por levantarme.

Admito que en este viaje Mateo me agradó demasiado. Fue muy amable y se preocupó por mí. Anoche me obligó a comer y ni siquiera me enojé; de hecho, se podría decir que hasta le agradecí un poco. Él limpió mis lágrimas y jamás pensé que lo diría, pero me agrada Mateo. Creo que el hecho de que él sea cristiano no significa que lo debo de odiar.

Cuando salgo del baño, arreglo mi cabello y me abrigo bien. Estamos en Canadá; aquí siempre hace frío, o ese es mi punto de vista.

Al salir de la habitación con mis cosas, me encuentro a Mateo y Liam esperándome.

—Buenos días —saludo porque podré estar enojada, pero educada soy.

—Hola —saluda Liam secamente.

Sé que lo de ayer posiblemente le duela y me arrepiento de cada palabra, pero mi orgullo es más grande como para disculparme. No es que no quiera; es que siempre me he disculpado yo, aunque no haya hecho nada malo. Que él se haya disculpado conmigo por lo de mi padre ya es otra cosa; eso tenía que hacerlo, aunque si se hubiese tardado más, me hubiera disculpado yo.

Subimos al auto y Liam lo pone en marcha para dirigirnos a casa.

Todo el trayecto pone música clásica; me gusta la música clásica. Valeria y yo la escuchábamos mientras cocinábamos todos los fines de semana.

Cierro los ojos y empiezo a tararear la música.

Puedo sentir que Mateo me mira de reojo, pero realmente me da igual.

Luego de dos horas, finalmente hemos llegado a casa. Tito nos está esperando afuera con una gran sonrisa.

—Me gustó pasarla con ustedes —comenta Mateo antes de bajar del auto.

—Nos vemos en la escuela —me despido de él yendo hacia Tito.

Cuando estoy frente a Tito, me cruzo de brazos y enarco una ceja mientras él hace el mismo gesto.

—¿Me extrañaste? —le pregunto imitando una voz masculina.

—Para nada —él responde con voz femenina.

Ambos reímos y nos abrazamos. Creo que la única buena relación que tengo con un chico es con mi hermanito pequeño.

Suelto a Tito dándole paso a Liam para que lo abrace, y yo entro a la casa encontrándome con mi madre, que está cocinando algo.

—Buenos días, mamá —saludo.

—Buenos días, mi amor. ¿Qué tal les fue? —se interesa.

—Increíble —le responde Liam sin mucho interés.

—Me preguntó a mí —lo regaño.

—Me da igual —se tira al sofá. Yo solo ruedo los ojos y voy arriba para buscar mi mochila y lo que debo llevar al colegio.

Salgo de casa despidiéndome de Tito y de mamá para dirigirme al colegio.

—Hola de nuevo —saluda Mateo tras de mí.

EN OTRA VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora