18: TE NECESITO AQUÍ

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MAYA

Me empieza a preocupar Mateo. Lleva unos días sin hablarme ni salir de su casa. Bueno, lo he visto salir temprano por la mañana, pero nada más. Por más que yo iba a su casa e intentaba hacer que me hablara, no funcionaba, por eso he agendado una cita con mi psicóloga. Necesito ayuda profesional.

Estoy con Liam y Timoteo yendo a psicología. Liam conduce y Tito me mira con cara de amargado.

—Liam, ¿has hablado con papá? —pregunta de repente el enano.

—No, Tito. ¿Y tú?

—No hablo con él desde que vino a casa borracho, gritándole a mamá y a Maya. —Liam detiene el auto para mirar a Tito.

—¿Qué? —pregunta, anonadado.

—Tito, cállate —le espetó desde el asiento del copiloto.

—No, ¿por qué no me contaste nada? —se dirige a mí y yo me hago chiquita en mi asiento.

—No quería preocuparte.

—¿Ha vuelto a hablar con ustedes?

—No —digo, y él suspira, poniendo el auto en marcha—. ¿Estás enojado?

—No, Maya, no lo estoy —me calma.

—Gracias a Dios —suspiro y creo que le sorprendió el hecho de que mencionara a Dios.

—¿Gracias a Dios?—hace énfasis en eso último.

—Mateo me ayudó en eso.

Nos quedamos en silencio hasta que llegamos. La psicóloga Jiménez yacía esperándome.

Al entrar, noto su presencia en el escritorio, cierro la puerta tras de mí, le extiendo mi cuaderno, ella lo toma y me siento. La psicóloga empieza a leer el nuevo contenido de mi libreta y cuando termina me la regresa.

—¿A qué te refieres con todo eso?

—A mi vecino.

—¿Qué pasa?

—Tiene leucemia.

—En el poema haces ver como que estás enamorada, ¿no es así?

—Pues... sí, creo que es mutuo, pero me da miedo perderlo. Hace días que no hablamos, es como si se escondiera de mí...

—¿Cómo sabes eso?

—Es mi vecino, así que sé cuándo está en casa y siempre lo está. Solo sale por las mañanas y regresa a la hora, y cuando voy a verlo, sus padres me dicen que no quiere ver a nadie. Sin embargo, me percaté de que mi hermano sí lo ve. ¿Será que ya no me quiere?

—Una persona no puede dejar de amar de la noche a la mañana, pero a veces nos encontramos en una condición que nos aterra que nos vean. Por eso solemos escondernos, para no lastimar a la persona que de verdad nos ama.

—Pero quiero ayudarlo porque él me ayudó con mis problemas alimenticios y demás —confieso.

—No necesitas tocarlo ni hablar directamente con él para que sepa que lo amas.

—¿Y entonces qué hago?

—Dale un espacio, necesita pensar y recuperarse, pero también demuéstrale que estás ahí: envíale detalles, escríbele una carta. Ámalo de la forma en la que él se sienta amado.

—Gracias —sonrío incorporándome—. Nos vemos luego.

—Cuídate —se despide, y salgo yendo hacia Tito y Liam.

EN OTRA VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora