Le miro directo al rostro.Su cabello está húmedo aún al igual que su pecho. Aquella toalla, también humedecida, rodeándole la cintura justa bajo su ombligo.
Trato de no mirarle, de no ser obvia y recorrer su cuerpo de aquella manera, pero la verdad que era éste no me la hacía muy fácil.
Sus ojos enmarcados con aquella mirada fija a mis pupilas me daba un efecto indescriptible, una sensación de como si quisiera ver lo que realmente había en mi interior.
Tomando la poca valentía que quedaba en mi células, decido enfrentarle.
Al fin y al cabo, él era mi prisionero y tendría que acostumbrarse a ello. Tendría que acatarse a mis reglas del juego, y no le liberaría hasta que cooperara conmigo. No hasta que hiciera lo que yo quiero.
Por esto le miro a los ojos y le afronto.
—¡Por interés! —Respondo firme y con la cabeza en alto. Mi voz un tanto temblorosa. —Por eso te tengo aquí, solo por mero interés.
Él solo sonríe de medio lado. Una sonrisa entre sensual y macabra, o la combinación perfecta de ambas, en sus labios.
—Entonces, ¿dime por qué estás tan nerviosa? —Bufa¿. —Es que acaso te intimido? —Coloca de golpe su otra mano contra la puerta a mis espaldas. Al otro extremo de mi cabeza.
Yo cierro los ojos por un momento entre que me tenso ante esta maniobra inesperada.
—Me intimidas en lo más mínimo. —Miento risueña.
La verdad era que Cupido sí podía ser dominante e intimidar aveces. Nada como me esperaba que este ser mitológico fuera a ser.
—Entonces, ¿por qué tu ritmo cardiaco se acelera cuando estoy cerca de ti? —Se inclina un poco más hacia adelante. Todo esto con una sonrisa descarada de labios cerrados en su rostro. —¿Por qué puedo sentir como ahora mismo tu presión arterial es más alta, y cómo haz comenzado a sudar?
Yo solo trago hondo, sin poder responder al porqué mi estúpido cuerpo parecía gelatina ante su presencia.
—Vamos, ¿contéstame el por qué los vellos de tu piel se erizan de esta manera al percibirme cada vez más cerca? —Se acerca hasta el punto en el cual susurra aquello último cerca de mi oreja.
Siento como una ola de electricidad me recorre el cuerpo entero entre que suelto un leve suspiro casi imperceptible.
—Tú no sabes nada. —Le afronto. —Solo mientes.
La que miento soy yo...
Cupido suelta una risita por lo bajo mientras mueve su cabeza de lado a lado en negación.
—Soy Cupido, niña tonta. A mí no se me pueden ocultar los deseos carnales ni los sentimientos. —Enmarca una ceja. —Yo percibo todo, y no hay nada que se me pueda ocultar. —Bufa. —Así que no intentes disimular el que tus hormonas se revelan cuando mi cuerpo se encuentra tan cerca del tuyo.
Siento como mi rostro se ruboriza y entro en vergüenza.
—¡Ya basta! —Le empujo por el pecho. Él da un paso hacia atrás, no por mi empujón, sino por cortesía, y me deja pasar. —¡No soportaré más tus sermones de sexualidad!
Camino hacia la mesita de noche y comienzo a rebuscar algo dentro de una gaveta. Consigo lo que buscaba, por lo que me paro erguida nuevamente después de cerrarla. Luego me doy la vuelta y camino hasta un lado de la cama.
—Mira, desde hoy en adelante... —Me agacho y comienzo a dibujar en el suelo una línea con la tiza que había tomado de la gaveta. —¡Tú te quedarás allá, y yo acá! —Me reincorporo y señalo la línea. Cupido la mira confundido. —No puedes cruzar la línea, así que esa parte de la habitación será la tuya, y esta que está acá, será la mía. —Coloco la tiza sobre mi tocador y me sacudo el restante de esta en las manos. Él se cruza de brazos.
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Cupido ©
FantasyKarla es una joven universitaria la cual, por obra del destino, presencia por error a uno de los pocos seres en el universo incapaz de ser visto por el ojo humano... a Cupido. Confundida y confiada en lo que había visto, Karla se ve forzada a ir en...