Capítulo 45

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—¿Estás seguro que están por aquí? —Cruzo mis brazos sobre mi pecho mientras camino a su lado, cansada ya de haberle dado dos vueltas a esta feria.

—Lo sé, deben estar aquí. Sé que están cerca, los puedo sentir. —Cupido mira hacia todos lados. Escaneando todo a su alrededor; afanoso.

Ya habían pasado aproximadamente unos seis meses desde que me mudé a Chipre junto con Cupido, y puedo decir con certeza que este dios del amor y yo estábamos en nuestro mejor momento.

Pocos días después de la mudanza, y luego de algunas clases en la que Cupido me enseñó a usar el arco, enfocar mis energías positivas para que las flechas fueran rosadas y a afinar mi puntería; admito que estábamos haciendo el mejor esfuerzo posible por adelantar todo el trabajo atrasado que nos dejó el que éste hubiera estado encerrado en el limbo por tanto tiempo.

Hacíamos un buen equipo en realidad, pero hoy en específico, Cupido parecía mucho más distraído que los demás días.

—¡Míralos! Son ellos. —Señala a una pareja de amigos que están comiéndose un algodón de azúcar, sentados en el césped, disfrutando de las vistas hacia la tarima. Un concierto de rock llevándose a lugar. —Noelia y James.

—Entonces, terminemos con esto. —Tomo el arco de sobre mi hombro, al igual que una flecha, le apunto a uno de ellos, a James en específico, y disparo. Luego le apunto a Noelia y hago lo mismo con ella.

Las flechas rosadas y con brillantina les pegan justo en los brazos de ambos y veo como estos dos se miran fijamente el uno al otro con aquella chispa diferente.

No la de amigos... sino, algo más.

Cupido me toma la mano y los mira con orgullo.

—Eres mejor Cupido que yo. —Dice y me ve contento. Un brillo bonito e indescriptible en sus ojos.

Sonrío.

—Es porque tuve un buen maestro. —Me le acerco y lo beso suave en los labios.

Él solo me observa con una sonrisa en el rostro.

—Bueno, como ya ese era el último de nuestra lista... —Me toma entre sus brazos y me acerca. Yo suelto una risita. —Eso nos da el resto de la noche libre solo para nosotros dos. —Sube y baja las cejas con una expresión jocosa y atrevida en él.

Luego chasquea los dedos y aparecemos directo en su habitación.

Éste inmediatamente me lanza de espaldas en la cama y yo reboto en el colchón.

—¿Qué haces? —Río mientras me quito el arco y la aljaba de sobre los hombros.

—Pon eso lejos de mí, vamos anda... —Señala el arco y las flechas; como si ahora les temiera. Y no era para menos, ya que cualquier roce definitivamente lo quemaba.

Yo me inclino y coloco todo a un lado de la cama, justo en el suelo.

Tras esto, Cupido inmediatamente me hala hacia la cama y me recuesta en ella. Éste posa sus manos sobre mis muñecas y las sostiene firmemente contra el colchón, a un lado de mi cabeza.

—¿Qué es lo que te sucede dios del amor? —Alzo una ceja, sabiendo perfectamente lo que quería. Pero, haciéndome un poco la tonta para seguirle el juego.

Cupido me sonríe de medio lado.

—Mejor que las palabras, te lo demuestro.

En ese mismo instante, Cupido comienza a besarme los labios suave y delicadamente. Con roces que hacían que los bellos de mi piel se erizaran por completo.

Cupido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora