Capítulo 17

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—Son $7.59 señor. —Le cobro al anciano su pedido de un capuchino grande y una dona rellena. Él me paga con tarjeta de crédito, y le doy el recibo. —Que tenga buen día.

—Igualmente querida. —Toma sus compras y se marcha.

Me le quedo viendo, tan frágil, indefenso y tan... viejito.

Cuando está por salir, veo como alguien que venía entrando le abre la puerta y le ayuda; era Braulio.

Hace tiempo que no lo veía por aquí, al menos no cuando yo estaba de turno.

Tal vez tenga algo que ver con nuestra última y única cita en aquel restaurante donde lo dejé plantado y me fui con todo y comida; y hasta la botella de vino.

De ahí en adelante no había sabido nada de él; y hasta ahora que lo veo es que me doy cuenta de ello.

Braulio llega hasta el mostrador y me mira serio. Nada como solía hacerlo, alegre, picarón y con una sonrisa en el rostro.

—Buenos días, ¿en qué pue...? —Me interrumpe.

—¿Está B? —Frunzo el ceño inmediatamente al oírlo preguntar por ella.

—Sí, está organizando las nuevas compras que apenas llegaron. ¿Por qué? —Le digo curiosa.

—¿Puedes decirle que venga? Es importante. —Me quedo inmóvil por un momento. Mi cerebro patinando en el mismo espacio sin saber qué decir o qué contestar aquello.

¿Por qué Braulio pregunta por B?

¿Desde cuándo se conocen o son amigos?

—Sí... dame un minuto. —Coloco el trapo que había tomado para limpiar las superficies, y lo dejo sobre el mostrador. Luego me dirijo hacia el almacén donde se supone que estaba ella.

Al llegar, la veo organizando unas latas de leche condensada en los anaqueles.

—Por alguna extraña razón Braulio vino a verte. —Señalo con mi dedo pulgar, por sobre mi hombro, hacia donde están las cajas registradoras.

Ella vuelca los ojos, deja lo que está haciendo, me rebasa y camina en aquella dirección. Todo esto sin decir una sola palabra.

Yo camino de regreso. Por si venía otro cliente que atender y para no perderme el chisme; claro está.

—Te dije que iba a estar con mi abuela, era su fiesta de 50 años de casada. —Murmura B mientras Braulio le reprocha con disimulo.

Tomo el trapo de antes y comienzo a limpiar, tecla por tecla de la caja registradora; oyendo.

—Pero habíamos quedado en ir a ver aquella película al cine. Me quedé esperando tu llamada. —Le habla entre dientes el chico.

—Me entretuve con mi familia y lo olvidé. Podemos salir a ver la película hoy, si quieres. —B mira hacia donde yo estoy, tal vez tratando de que no escuchara nada.

Pero a mi oído biónico no se le pasa una. Mucho menos un chisme así.

—Te recojo en tu casa a las 7:00pm. —Dice Braulio, ella asiente.

—Nos vemos entonces.

Braulio se le acerca con la intension de besarla, pero ella me mira de reojo y lo empuja disimuladamente.

—¡Aquí no, vete ya! —Murmura. Braulio sonríe pícaramente para luego comenzar a dirigirse a la puerta.

Yo bajo la mirada y pulo como si no hubiera un mañana aquellas teclas.

Cupido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora