Capítulo 19

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Con los ojos saliéndoseme de las cuencas, miro a Cupido caminar en esta dirección.

¡Mierda, sí que se veía bien!

Su torso estaba completamente desnudo, a excepción de su arco y aljaba que siempre iban con él a donde fueran; dejando al descubierto aquellos increíbles músculos y cuerpo perfecto que no veía desde hace unos meses. En su parte inferior un pantalón azul, de esos playeros cortos; sus pies descalzos. Aquellas alas blancas gigantescas viéndosele como si fuera un puto sueño hecho realidad. Las luces naranjas del ocaso haciendo que su andar se viera mucho más épico y majestuoso.

¿Por qué siempre los dioses son los que tienen que estar así de buenos?

Ahh, y los personajes de los libros.

¿Por qué no un hombre normal y corriente que trabaje por ahí y que pueda ser medianamente alcanzable?

¡Mierda!

Bendita vida injusta.

Al Cupido llegar frente a mí, me sumerjo en el agua hasta que esta misma me tape la boca, justo debajo de la nariz. Él se agacha en el borde de la piscina y me mira.

Trato de ser buena y no mirarle por aquella abertura que se le forma entre los pantalones y el muslo. Trato de no ser indecente y mirar más allá de lo que debo, por lo que subo los ojos hasta su rostro y los clavo ahí, como puedo.

—He decidido entrar al agua. —Dice. Mis ojos resbalándose hacia donde no deben, pero antes de que llegaran yo los volvía a subir. —Hace tiempo que no me meto a una, no recuerdo cuando fue la última vez.

Sí, ¿y por qué mejor no te callas y te acabas de meter de una buena vez debajo del agua?

Lo pienso, pero no lo digo 

Mi vista, aún con una lucha interna entre si debía mirar lo prohibido o no.

—¿Me puedo meter junto contigo? —Pregunta el chico, yo asiento; moviendo la cabeza de arriba abajo con rapidez.

Él se sienta en el borde de la piscina, para luego adentrarse a ella.

Suelto un suspiro de alivio al no tener la tentación literalmente frente a mis narices.

—¿Por qué entraste a la piscina con el arco y las flechas? —Hablo cuando me recompongo por completo de mi derrame mental.

Cupido se mira el hombro donde reposa su arco.

—Casi nunca me lo quito. Siempre va conmigo a todas partes, además que es a prueba de todo; nada puede dañarlo. —Se encoge de hombros. —Cuando me lo quito, no me siento muy bien del todo. Es como si me faltara algo, como si no tuviera una parte esencial de mí conmigo.

—Entiendo, es como cuando me voy a la universidad y olvido mi teléfono celular en la habitación. —Murmuro para que no piensen los demás que estoy loca y que hablo conmigo misma.

—Sí, puede ser. —Sonríe.

Miro a mi derecha y observo el reloj que está en la pared, allí en la lejanía cerca de los baños. Ya había pasado tontamente una hora desde que llegamos aquí.

—¡Mierda! Ya Solon faltan 15 minutos para que Brian salga de turno. —Le digo al dios alado; ansiosa.

—Pues más vale que te vayas ahogando pronto.

De pronto, Cupido extiende su mano, la pone en mi cabeza y me hunde bajo el agua.

Comienzo a chapotear con mis manos y mis piernas en un intento porque me soltara, pero no lo hacía.

Cupido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora