Capítulo 26

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Perspectiva Cupido

Una vez Karla se quedó profundamente dormida, con cuidado, me salí de la cama y me le quedé viendo.

Se vea tan contenta, tan inocente... tan serena.

Mi corazón se me arrugó al verla así, dormida, y admito que se me hizo difícil el simplemente marcharme. Pero debía hacerlo.

Con un chasquido de dedos, y con dolor en el alma, desaparezco de la habitación de la chica y aparezco en mi templo.

Estaba triste por dejarla, pero estaba feliz por ahora tenerla en mi corazón y saber, que de alguna forma, yo estaba en el de ella.

—Señor, ¿qué trae puesto? —Mustafá llega y me mira de arriba a bajo; confundido.

Dondon pasa por entre los pies de Mustafá, quien lo esquiva; llega hasta mí, pega un salto y yo lo atrapo.

—Dondon. —Le sobo y le abrazo. Éste me da lengüetazos en la cara. Yo río.

—Le recuerdo señor, que esta semana es su cumpleaños y aún no planifica nada para ello. —Comienzo a caminar con Dondon en mis brazos, hacia dentro del templo. Mustafá a mi lado.

—Te dije que no quiero hacer nada. Sabes que no me gustan las fiestas ni nada de eso. —Niego.

—Insisto, no todos los días se cumple años. Además, usted se lo merece. —Camino por los pasillos del templo, hacia mi habitación.

—No, creo que ese día lo pasaré diferente. —Sonrío al pensar en compartir junto con Karla.

—Como que está más alegre de lo normal, ¿o me equivoco? —Volteo a ver a Mustafá, quien me da ojitos con una ceja enmarcada; sospechoso.

—Tuve un buen día hoy, es todo. Creo que el amor le llegó a dos personas de ls manera más perfecta posible. —Sonrío abiertamente.

Mustafá no dice nada.

—Bueno, ese es su trabajo, ¿no? Y usted es el mejor en ello. —Llego hasta frente a mi habitación y pongo a Dondon abajo en el suelo.

—Los veo luego, voy a descansar un rato. —Abro las puertas y adentro.

—Pero señor, quería decirle que hay algu...—Le interrumpo.

—Hasta luego. —Sonrío mientras le cierro las puertas en la cara.

No estaba para pláticas de trabajo ni essas cosas. Solo quería procesar todo lo que había pasado hoy en aquel campo de fútbol bajo la lluvia.

Me quito la camisa que Karla me a dado, junto con los pantalones, y los lanzo sobre la cama; quedándome totalmente desnudo.

Al fin y al cabo no llevaba ropa interior cuando estaba en el campo, así que, fue un problema menos a la hora de cambiarme en su departamento.

Caminando hacia el baño, abro el grifo del agua y la coloco en caliente. Cuando estaba a la temperatura correcta me adentro a ella y solo dejo caer el agua por mi rostro.

Mis ojos cerrados, mi cabeza levemente inclinada hacia atrás.

Dejo que los pensamientos de aquel beso me abarquen y que los recuerdos de las sensaciones que sentí mientras la besaba revivan en mi mente un vez más.

Una sonrisa se me dibuja en el rostro con tan solo pensar en ello... con tan solo pensarla.

Karla había despertado algo en mí que pensé que no existía. Había logrado hacerme sentir y desear.

Había logrado que la quisiera.

Quien lo diría, esa niña tonta y loca que me aventó con pizzas y me enseñó a montar bicicleta fuera a provocar algo en mí.

Cupido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora