Capítulo 3

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Mientras escucho el balbucear de Braulio en la lejanía, sin prestarle nada de atención a sus palabras, me quedo viendo como aquel chico caminaba entre las personas de la exhibición sin que estas tan siquiera le mirasen.

¿Cómo es posible que nadie le preste atención a un ser que va por la vida así... descamisado y con ese cuerpo que se trae?

Definitivamente todos, menos yo, debían saber que este chico vendría a hacer una actuación aquí o algún tipo de espectáculo para el cual fue contratado.

Pero... ¿de qué tratara todo esto?

Me quedo observándole como se desplazaba entre la gente mientras los miraba atentamente. No lo sé, me daba la impresión que buscaba algo.

Quizás está perdido. Tal vez tenía que presentarse a una despedida de solteras y terminó... aquí. Pero mira, nada que me quejaba de los errores de la vida. Sabes, de vez en cuando es bueno alimentar la pupila.

Le veo acercarse a una de las estatuas de piedra del museo y mirar en esta dirección. Apenada de haberlo estado espiando tanto, bajo la mirada y comienzo a mirar hacia el lado opuesto. Pero, con la esquina del ojo aún viendo qué sucedía.

Como ya dije, me encanta el chisme.

Asiento ante el cuento estúpido que Braulio me está contando en el fondo de mi cabeza. Algo acerca de la vez que su padre le compró su primer Lamborghini.

Patético.

Sigo desviando mi atención hacia lo que allá pasaba, observando con atención y disimulo como este chico alado se quita de su cuerpo el arco y lo toma entre sus manos. Luego agarra una de sus flechas doradas y la apunta en esta dirección.

¿Espera?

¿Qué está haciendo?

¿Acaso es parte del espectáculo?

¿Por qué es que nadie parece interesado en su actuación?

De pronto, le veo lanzar aquella flecha a toda velocidad, más rápido de lo que mi ojo pudiera seguirle la trayectoria. Giro mi rostro hacia donde pienso yo terminó esta, y es ahí cuando la veo... la flecha incrustada en el brazo izquierdo de Braulio.

Abro los ojos muy grandes ante la sorpresa, y a la misma vez, el terror de lo que estaba viendo.

Le había clavado una puta flecha a Braulio en el cuerpo.

—¿Estás bien, Karla? —Pregunta Braulio, dejando a un lado el tema de los autos y viéndome con un tono de preocupación en el rostro.

Lo sé, puede que la expresión en mi rostro haya sido de pescado muerto, pero, ¿cómo no reaccionar así cuando vez a un tipo con alas definitivamente falsas dispararle una flecha de oro a la personas que tienes al lado?

—¿Estás , bien? —Pregunto haciendo énfasis en la palabra "tu". Él enmarca sus cejas.

En ese mismo instante, veo como la flecha que éste tenía clavada, simplemente se desvanece en el aire. Transformándose en una especie de polvo brillante y esparciéndose en el aire... haciéndose nada.

Los ojos se que quedan cuadrados ante lo que acababa de presenciar.

Espera, ¿cómo es esto posible?

Cupido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora