Capitulo I

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Erin despertó lentamente, sintiendo la suavidad de las sábanas que la envolvían en una cálida comodidad. Sus ojos se abrieron con cautela, dejando que su mirada se ajustara a la luz que se filtraba por las cortinas blancas de la ventana, bañando el espacio con una luminosidad tranquila. La sensación de desconcierto la invadió al no reconocer su entorno de inmediato. Con un suspiro, la chica se sentó en la cama, dejando que sus pies tocaran el suelo alfombrado. Observó a su alrededor, tratando de ubicarse. La habitación estaba decorada con muebles elegantes y detalles encantadores, sin embargo, nada de eso le resultaba familiar.

Erin frunció el ceño, tratando de recordar los eventos anteriores: Había huido de su hogar, recorrió varios kilómetros hasta que la lluvia se hizo presente. Aquellas gotas frías que amenazaban con empapar su ropa junto con la fatiga que estaba empezando a sentir hicieron que buscara refugio bajo la densa vegetación, donde se quedó dormida, abrazada por la oscuridad y el murmullo de la naturaleza. Pero ahora no se encontraba bajo el árbol y rodeada de vegetación, sino que estaba en aquella extraña habitación.

Se levantó de la cama con cuidado mientras su mente trabajaba en busca de respuestas. «¿Cómo llegue aquí?» La pregunta resonaba en su mente, sin encontrar una respuesta clara. La confusión se aferraba a ella como una sombra, envolviéndola en un manto de incertidumbre.

Con determinación, Erin decidió explorar y buscar pistas que pudieran explicar su situación. Cruzó la habitación con pasos silenciosos hasta llegar a la ventana. Apartó ligeramente las cortinas, dejando que la luz del día iluminara su rostro. Miro el paisaje más allá de los cristales, buscando algún indicio que pudiera arrojar luz sobre su situación, pero todo lo que veía era un paisaje tranquilo y sereno. El sol se filtraba entre las hojas de los árboles, pintando el exterior con tonos dorados y verdes. Afuera no había nada que pudiera explicar cómo había llegado hasta allí. Un escalofrío recorrió toda su espalda y su corazón empezó a latir con más fuerza en su pecho.

De repente, la chica recordó su mochila, un ancla de seguridad en medio de la confusión que la rodeaba. Comenzó a registrar cada rincón de la habitación en busca de su fiel bolso. Abrió cajones y armarios con cuidado, inspeccionando detenidamente hasta que finalmente, en un rincón del armario que estaba cerca a la puerta, encontró su mochila. Con un suspiro de alivio, se sentó en la cama y abrió la cremallera con manos temblorosas. Revisó cuidadosamente el contenido, asegurándose de que todo estuviera en su lugar.

«Mi ropa, mis libros...Todo está aquí» Se dijo a sí misma.

Entre sus pertenencias, sacó un collar dorado con el símbolo de la estrella de David. Lo tomó con cuidado entre sus dedos. Una oleada de tristeza la embargó en ese momento mientras acariciaba el metal frío. Aquel objeto no era una simple joya para la joven; era un preciado recuerdo, el único vínculo que le quedaba de su querida abuela. Después de unos minutos de reflexión silenciosa, Erin decidió ponérselo. Lo colocó alrededor de su cuello con gestos suaves, ocultándolo debajo de su camiseta, sintiendo como la pieza de joyería se funde contra su piel.

Un pequeño ruido la sacó bruscamente de sus pensamientos. Frunciendo el ceño con curiosidad, se puso de pie y se dirigió hacia la puerta. La sensación de intriga se mezclaba con la urgencia de descubrir la verdad detrás de su extraño paradero.

Erin camino por el pasillo con paso cauteloso, sintiendo la suave textura de la alfombra azulada bajo sus pies. Cada paso era firme y decidido, aunque su corazón latía con una mezcla de emoción y aprehensión. Llegó finalmente a las escaleras, cuyos peldaños descendían elegantemente hacia el primer piso. Se aferró al pasamanos con delicadeza, bajando con cautela uno a uno los escalones. Al llegar al pie de las escaleras, cruzó el umbral y entró en una acogedora sala de estar que parecía salida de otra época. El ambiente estaba impregnado de un aire nostálgico. Dos sofás marrones invitaban a descansar frente a una chimenea, de la cual aún emana calidez. Los grandes ventanales dejaban entrar la luz del día, iluminando la habitación por completo. En el centro de la sala, una pequeña mesa de centro sostenía varias muñecas de trapo, sus grandes ojos negros miraban en dirección a donde estaba Erin, lo que hizo que la chica se sintiera un poco incomoda.

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