Una vez Claudine terminó de peinar el cabello de Lizzie, la niña tomó la mano de Erin con entusiasmo y la llevó afuera de la casa. Allí, Erin se encontró con un espacio encantador. El patio estaba adornado con una mesa de madera rodeada de sillas de mimbre, invitando a cualquiera a disfrutar de la tranquilidad al aire libre. Un columpio de madera se mecía suavemente con la brisa, listo para llevar a sus ocupantes a las alturas. Un poco más lejos, se alzaba una pequeña casita de juego con una puerta pintada de colores vivos y ventanas adornadas con cortinas de encaje.
Mientras ambas caminaban hacia los columpios, evitaban pisar algunos charcos de lodo que aún quedaban presentes. El aire fresco del exterior golpeaban sus rostros de manera gentil. Los pájaros cantaban alegremente en los árboles cercanos, y el sol brillaba con suavidad en el cielo despejado.
El sonido de unos ladridos resonó en la distancia. Erin y Lizzie se detuvieron en seco, girando sus cabezas hacia la dirección de donde provenían los sonidos: Un imponente y gordo pitbull, y un robusto y gran rottweiler iban corriendo en dirección a ellas. La joven se asustó un poco al ver como esos animales se acercaban, sabiendo muy bien que esas razas eran consideradas sumamente peligrosas. Lizzie soltó la mano de la joven y corrió hacia ellos, recibiendo a los perros con una gran sonrisa.
—¡Buenos días! —saludo Lizzie a los canes, quienes sólo saltaban a su alrededor, moviendo sus colas con entusiasmo—. ¡Sus patas están llenas de lodo!¡Así no puedo abrazarlos!
Tanto el pitbull como el rottweiler se sentaron frente de Lizzie y soltaron unos ladridos, dejando a relucir sus afilados y resplandecientes colmillos.
—¡No me respondan de ese modo! —exclamó la niña con ambas manos en su cadera. Erin soltó una risa ante aquella escena tan cómica.
Lizzie se posicionó detrás de los canes, acariciando sus cabezas delicadamente. El pitbull bajó sus orejas ante la caricia, mientras que el rottweiler seguía moviendo la cola.
—Ella se llama Gretel—dijo Lizzie señalando al rottweiler. Luego desvió su vista hacia el pitbull—. Y él se llama Hansel
—¿Cómo los personajes del cuento? —preguntó Erin.
—¡Si! Fue el primer cuento que tía Claudine me regaló, así que quise llamarlos como ellos. Los encontramos días después de que nos mudamos aquí.
Lizzie continuó su camino, riendo y jugueteando mientras los perros la seguían fielmente. Mientras tanto, Erin se quedó atrás por un momento, contemplando el cielo con una mezcla de melancolía y reflexión. El viento suave movía débilmente su cabello castaño mientras sus pensamientos daban vueltas en su mente.
«Lo más seguro es que papá ya está en su trabajo», pensó Erin, «Mamá aún estará durmiendo y Hunter estará encerrado en la biblioteca»
Cerrando los ojos, la joven se sumergió en un momento de introspección. En su mente, buscó el consuelo reconfortante de su sabia abuela. La voz de la anciana resonó en cada parte de su cabeza.
"Todos tienen un lugar en el mundo, recuérdalo, Erin"
—¿Realmente existirá un lugar para mí? —preguntó Erin en un murmullo.
La pequeña volteó a ver a Erin, quien aún seguía quieta en su lugar. La niña se acercó a ella con una expresión de preocupación en su rostro infantil. Con delicadeza, tomó la mano de Erin y le preguntó si estaba bien. Erin, parpadeando para volver a la realidad, asintió con una pequeña sonrisa, asegurándole a Lizzie que estaba bien. Satisfecha con la respuesta, la pequeña guió a la joven, sin soltar su mano.
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Almas Condenadas
Mystery / ThrillerCuando Erin huyo de su hogar, no esperaba que la lluvia la terminara llevando a un lugar remoto y enigmático: Midnight Grove, un encantador pueblo donde la amabilidad de la gente es tan singular como su peculiaridad. Decidida a tomarse un descanso...