Al llegar a la puerta, Lizzie la abrió levemente, pero, en un movimiento inesperado, la cerró de golpe, dejando a Erin confundida en el umbral. La joven frunció el ceño, preguntándose qué había motivado el repentino cambio de ánimo de la niña.
Lizzie volteó hacia Erin con una expresión molesta, sus ojos destellaban con frustración.
—El señor Ward está ahí—susurro enojada.
Erin titubeo por un momento, tratando de encontrar las palabras adecuadas para manejar la situación. La pequeña parecía tan molesta, con sus pequeños puños apretados y el ceño fruncido. Era como ver a un niño a punto de hacer una ruidosa rabieta.
—Oh...—Erin se esforzó por encontrar algo que decir—. ¿Qué quieres hacer? ¿Esperamos aquí hasta que terminen de hablar?
—No quiero esperar—respondió Lizzie, cruzando los brazos.
Erin se sintió muy desorientada. La joven no estaba acostumbrada a lidiar con situaciones tan tensas, especialmente si involucraban a una niña tan decidida como Lizzie.
—Bueno... ¿Quieres que juguemos a algo mientras tanto? —sugirió la joven, esperanzada de encontrar alguna distracción que aliviará a la pequeña.
—No.
Erin se rasco la cabeza, intentando idear alguna otra opción. No tuvo mucho éxito, por lo que simplemente suspiro resignada.
—No existe otra puerta que nos deje salir, ¿verdad? —La pequeña negó con la cabeza.
Erin ya podía sentir el peso de la incertidumbre aplastándola, sus pensamientos se agolpaban en su mente como una tormenta furiosa. Miró en varias direcciones, desesperada por encontrar una salida sin causar alboroto o simplemente algo que pudiera distraer a la niña. Sus ojos se posaron en una ventana, tentada por la idea de una posible vía de escape, pero rápidamente descartó la idea. Las ventanas eran muy pequeñas y estrechas. Solo Lizzie, con su complexión, podría pasar por ella.
«Me quedaría estancada y no estoy lista para enfrentar una humillación de esa clase» Se dijo a sí misma la joven.
Mientras la joven se debatía en un mar de indecisión, la pequeña entreabrió la puerta.
—Lizzie, ¿Qué estás...—comenzó Erin, pero fue interrumpida por la pequeña, quien le hizo una señal para que guardara silencio y luego volvió su atención hacia el exterior. Erin se acercó sigilosamente e imitó el gesto de la niña.
Desde el umbral, Erin avistó a la Hermana Claudine sentada en el primer banco de la capilla, con una expresión divertida bailando en su rostro. A su lado, de pie, se erguía un hombre alto, cuya estatura superaba con creces a la de la Hermana Claudine. El sujeto le daba la espalda al lugar donde ambas se encontraban, por lo que su rostro no era visible. El cabello del hombre era negro como la noche, perfectamente peinado hacia atrás. Tenía hombros anchos, los cuales resaltaban por el implacable traje negro.
«Se parece a los socios de papá»
—Lizzie, no creo que sea bueno que estemos espiando—murmuró Erin a la pequeña, con un tono de preocupación.
—Solo un momento—murmuró Lizzie, volteando ligeramente hacia la joven con una expresión suplicante en sus ojos—. ¿Por favor?
Indecisa, Erin lanzó una mirada fugaz hacia donde se encontraba la religiosa y el hombre, sintiendo la punzada de la conciencia acusándola. La Hermana Claudine ya la había medio regañado cuando espió su conversación con Paige, y Erin no quería que eso se repitiese, más Lizzie seguía mirándola con ojos de cachorro.
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Almas Condenadas
Mistério / SuspenseCuando Erin huyo de su hogar, no esperaba que la lluvia la terminara llevando a un lugar remoto y enigmático: Midnight Grove, un encantador pueblo donde la amabilidad de la gente es tan singular como su peculiaridad. Decidida a tomarse un descanso...