Erin salió del salón con pasos lentos y pesados, como si cada uno de ellos requiriera un esfuerzo titánico. Su mirada estaba perdida, fija en un punto indeterminado, ausente. Más de una vez chocó con las paredes y con los muebles del pasillo de la capilla, sin apenas darse cuenta de los golpes. La confusión y la desesperación nublaban sus pensamientos, mientras se preguntaba qué iba a hacer ahora.
En un momento, decidió detenerse y apoyarse en la fría pared de piedra. Cerró los ojos, tratando de encontrar alguna solución en la oscuridad detrás de sus párpados.
«Debo huir. Así esa bruja me dejará en paz y seguiré con mi vida», se dijo a sí misma, mordiéndose el labio inferior, sintiendo el sabor metálico de la sangre. «Podría irme por la noche y seguir caminando por la carretera»
La joven negó con la cabeza, recriminandose por aquel pensamiento. No podía irse así, no después de la amable hospitalidad que le habían brindado la Hermana Claudine y Lizzie. Ellas habían sido tan buenas con ella, dándole un lugar seguro cuando más lo necesitaba.
Soltó un suspiro largo y pesado.
—No puedo seguir así...—dijo en voz baja—. Le diré a la Hermana Claudine que quiero irme. Es lo mejor.
En ese instante, una mano se posó suavemente en su hombro, haciéndola sobresaltar. Erin giró rápidamente, con el corazón latiendo frenéticamente en su pecho. Frente a ella estaba Joseph, el vecino que la Hermana Claudine le había mencionado antes y a quien había visto en una de las reuniones de la iglesia, más nunca había intercambiado palabras.
—Lo siento, no quería asustarte —dijo Joseph, levantando las manos en un gesto de disculpa—. Pero te veías tan decaída que pensé que te estabas sintiendo mal.
Erin trató de recuperar la compostura, forzando una pequeña sonrisa.
—Está bien, solo estaba algo distraída —respondió, intentando sonar convincente.
Joseph asintió, mirándola con preocupación.
—¿Sabes dónde está el Padre Gabriel?
Erin negó con la cabeza.
—No, lo siento.
—No te preocupes. Seguiré buscando —dijo con una sonrisa, antes de despedirse de ella con un leve asentimiento—. Que tengas un buen día.
Ella asintió y lo observó alejarse, mientras intentaba calmar sus nervios. «Contrólate», se repitió mentalmente. Salió de la capilla y se dirigió al exterior, buscando con la mirada a Lizzie. No tardó en encontrarla. La pequeña estaba sentada en el césped junto con Thomas, ambos observando atentamente a las hormigas que se movían en fila. Chloe todavía seguía con ellos.
Al ver a Erin, la mujer levantó la mano y se acercó a la joven.
—Te tardaste en salir —dijo Chloe—. Oliver salió hace rato, como alma que lleva el diablo.
Erin desvió la mirada, sintiendo un nudo en el estómago, y simplemente asintió. No quería hablar de lo que había pasado. La joven le entregó el bolso a la mujer, quien, con expresión preocupada, la aceptó.
—¿Ocurrió algo? —preguntó Chloe.
Erin negó rápidamente con una pequeña sonrisa forzada.
—No, estoy bien. Solo me quedé pensando un poco.
Chloe la observó por un momento antes de aceptar su respuesta.
—Bueno, llevaré a Thomas a casa.
—¡No quiero irme! —protestó Thomas, que había estado escuchando la conversación—. ¡Quiero seguir jugando con Lizzie!
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Almas Condenadas
Misteri / ThrillerCuando Erin huyo de su hogar, no esperaba que la lluvia la terminara llevando a un lugar remoto y enigmático: Midnight Grove, un encantador pueblo donde la amabilidad de la gente es tan singular como su peculiaridad. Decidida a tomarse un descanso...