XIII

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Namo... Roberto comenzó a decir, su voz grave y controlada, —No sabes lo que estás diciendo.

Namo asintió, sin soltar la mano de Freen. —Si lo sé, papá. Freen y yo... estamos juntas.

Freen miró a Roberto a los ojos. —Armstrong, no vine aquí para pelear. Sé que es difícil de entender, pero lo que sentimos es real.

Patricia, que aún sostenía a Becky, miró a su esposo, tratando de interpretar sus pensamientos. —Roberto, tal vez deberíamos escuchar lo que tienen que decir, sugirió en un tono suave, intentando calmar la situación.

¡Sobre mi cadáver! ¡Chicos! Al instante, Heng, Billy y Gap se materializaron detrás de Roberto, sus cuerpos tensos, listos para recibir órdenes. Pero justo en ese momento, Manaow, con una expresión decidida, irrumpió en la escena, dispuesta a defender a su mejor amiga.

Namo se interpuso entre su padre y Freen. —¡Papá, no lo hagas! Su voz se quebró ligeramente mientras sus ojos se clavaban en los de su padre, implorando que no atacara a Freen.

Patricia intervino con urgencia. —Roberto, los vecinos están viendo. Alrededor de ellos, las cortinas de las ventanas de las casas se abrieron, y los vecinos curiosos comenzaron a asomarse, intrigados por el caos frente a sus hogares.

Tú decides, Armstrong. A mí no me importa que todo el mundo se entere de la verdad. Las palabras de Freen eran un desafío directo, llenas de desprecio.

Roberto respiró hondo, evaluando la situación —¿Por qué no hablamos dentro de la casa como personas civilizadas?

¿Ah, ahora somos personas? Según tú, somos unas bestias incontrolables, dijo Manaow, escupiendo las palabras con amargura.


La discusión continuó con intensidad, creando una presión casi tangible en el aire. Becky, que se había mantenido en silencio hasta ese momento, comenzó a sentirse mareada, sus manos se agarraron a su cabeza en un intento inútil de aliviar la creciente presión.

Namo la miró, preocupada por su hermana. —¿Bec, estás bien?

Un súbito cambio en el clima dejó a todos atónitos. De la nada, una oscura nube negra comenzó a formarse en el cielo, truenos resonaron y relámpagos atravesaron el aire con una ferocidad inesperada.

Roberto... El dedo tembloroso de Patricia apuntaba hacia Becky, quien se había agachado, cubriéndose los oídos, en un vano intento de calmarse.

Becky, ¿qué tienes?, gritó Namo, desesperada. Nunca había visto a su hermana en ese estado.

Aléjate de mí, Namo..., dijo Becky con voz débil casi inaudible. A los lobos, sensibles a los cambios en el clima, se les erizó la piel en un acto reflejo. Había algo profundamente perturbador en el ambiente.

Roberto, con una exclamación cargada de preocupación, gritó. —¡Becky, no! Pero ya era demasiado tarde. Becky gritó de dolor al mismo tiempo que un rayo cayó sobre un árbol cercano, incendiándolo al instante. Otro rayo lo siguió, impactando en la carretera y dejando un cráter humeante en su estela.

Namo, sobresaltada por el ruido y debilitada por la creciente tensión, sintió que sus fuerzas la abandonaban. Cayó desmayada en los brazos de su madre.

¡Roberto, haz algo para detenerla! Los trillizos y Manaow se miraron, cubriendo sus cabezas como si eso pudiera protegerlos del desastre.

¡Rebecca, abre los ojos! Tienes que controlarlo o destruirás la ciudad, le rogó Roberto desesperado.

Fuertes vientos y lluvia comenzaron a azotar el vecindario, mientras varias alarmas de coches se activaron. Era como si un huracán se hubiera desatado de repente. El sonido de la alarma de tsunami resonó en todo el vecindario. Billy se tapó los oídos y gritó.

¡¿Qué demonios está pasando, jefe?! A lo lejos, un tornado comenzaba a formarse, amenazando con dirigirse hacia ellos.

Roberto alzó la voz para hacerse oír sobre el caos. —¡Becky! Tienes que detenerte. Pero las fuerzas de la naturaleza desatadas por Becky parecían implacables. Otro rayo golpeó un coche cercano, dejándolo en llamas.

Freen, que había oído rumores sobre las brujas Géminis, pero nunca había presenciado una manifestación de su poder, se quedó momentáneamente paralizada.

Becky estaba luchando por respirar. —¡No puedo controlarlo! Sangre comenzó a brotar de su nariz, al igual que de la de Namo, que seguía inconsciente.)

¡Roberto, haz algo, por favor! ¡Es demasiado para las dos!

Freen empujó a Roberto fuera de su camino. Colocó sus manos firmemente sobre los hombros de Becky y, usando su voz de alfa, pronunció su nombre con autoridad.

¡BECKY!

Inmediatamente, Becky abrió los ojos y vio los de Freen, que brillaban con un rojo intenso, recordándole al animal que las había perseguido antes. El esfuerzo fue demasiado para Becky, quien se desmayó al instante.

Mierda..., susurró Freen mientras la sostenía. Freen la agarró justo a tiempo, evitando que Becky se golpeara la cabeza contra el suelo. Al instante, el cielo comenzó a despejarse, y el ruido cesó tan rápido como había comenzado.

¡Entremos a la casa ya, antes de que todo el mundo se entere de lo que pasó! pronunció Gap con urgencia. Levantó a Namo del suelo mientras Freen, aún sosteniendo a Becky, intentaba levantarse.

No la toques, Chankimha, ladró Heng con hostilidad.

Freen, furiosa, soltó un rugido ensordecedor que hizo que los trillizos y Manaow se arrodillaran ante ella, sus rostros contorsionados por el dolor. Aunque habían abandonado el clan, el vínculo con su alfa no podía ser roto.

Sigo siendo tu alfa, Heng. Que no se te olvide. Con Becky en brazos, Freen se dirigió hacia la casa de los Armstrong. A su lado, Manaow, que finalmente se había liberado del trance, se levantó.

No vuelvas a hacer eso. ¡Lo odio! Además, sabes que tengo problemas en las rodillas; no puedo estar doblándome así, se quejó Manaow.

Freen sonrió levemente, aunque la situación no lo ameritaba. Luego, su mirada volvió a la chica en sus brazos. Sabía que esto complicaba más su relación con los Armstrong.


Las GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora