IX

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Rebecca se encontraba en su habitación, la luz tenue de la lámpara de escritorio apenas iluminaba sus notas. Pero en lugar de concentrarse en sus estudios, su mente estaba a kilómetros de distancia, pensando en su hermana.

Namo, ¿a dónde vas? La voz de Becky había sonado más exasperada de lo que pretendía, pero no podía evitarlo. Su hermana menor había estado actuando de manera impulsiva, y no quería que se metiera en problemas, en especial por Sarocha.

Namo se soltó del agarre de su hermana con un movimiento brusco. —¿Qué te importa? Es mi vida, Rebecca.

Becky se irguió, cruzando los brazos frente a su pecho. —Primero, a mí no me hablas en ese tono. Segundo, si piensas verte con Sarocha, le voy a decir a papá.

La mención de su padre hizo que Namo apretara los puños. —¿Por qué la odian tanto, ah? Ella no ha hecho nada malo. Me quiere y me cuida. ¿Qué tiene de malo estar con ella?

¡No te conviene, Namo! Becky respondió, su voz firme. —Freen se junta con personas peligrosas y te puedes meter en problemas, no solo con papá. Por una vez en tu vida haz caso. No todo lo que brilla es oro.

La cara de Namo se tornó roja de frustración. —Solo porque tú vives sola y amargada no significa que yo también tenga que hacerlo. Si quiero estar con Freen lo hago y ni tú ni nadie me va a detener. Sin pensarlo dos veces, Namo agarró su mochila y se dirigió hacia la ventana, su habitual ruta de escape.

¿Quieres irle con el chisme a papá? Pues adelante. Becky suspiró, reconociendo que su hermana no iba a cambiar de opinión.

Dime al menos que Gyoza va contigo, dijo Becky, tratando de mantener la calma.

Claro, si vive como sanguijuela pegada a Manaow, respondió Namo con un tono despreocupado mientras se acercaba a la ventana.

¿Alguien más va a estar allí? Becky no pudo evitar sentirse preocupada por su hermana menor, pero Namo no parecía interesada en calmar sus inquietudes.

¡Qué mucho preguntas! Solo sé que van a estar unos amigos de Freen.

¿Qué amigos? Necesito nombres. Becky insistió.

Namo puso los ojos en blanco. —Te pareces a la sargento. No sé sus nombres. La única que me importa es Freen y ya se me está haciendo tarde.

Becky negó con la cabeza, resignada. —Me envías un mensaje a cada hora para dejarme saber que estás bien. Si fallas, iremos a buscarte aunque nos castiguen hasta los 80 años. Sabía que su advertencia no cambiaría el resultado, pero no podía evitar intentarlo.

¡Uyy, gracias hermanita! Namo se acercó y le dio un beso en la mejilla, uno que Becky limpió rápidamente. Sin más palabras, Namo salió por la ventana con una agilidad que solo alguien con mucha práctica podría tener. Becky recordó en ese momento las veces que su padre había mencionado poner barrotes en la ventana, como los tíos de Harry Potter.

Becky se asomó por la ventana y vio a Namo saludando a Gyo. —¡Gyo! gritó lo suficientemente alto para que solo la escucharan las chicas. —Cuídala. Gyo asintió, y antes de que pudieran irse, Becky añadió, —¡Y tápale ese escote! Ambas se echaron a reír mientras corrían hacia la calle.


Horas más tarde, en un bar oscuro y ruidoso, Namo cruzó los brazos, alejándose del abrazo de Freen. —Namo, perdóname, ¿sí? Me surgió una reunión importante y no te pude avisar. Le pedí a tu hermana que te dijera.

Claro, ¿y yo me chupo el dedo, no? Hueles a otra mujer, Sarocha! La acusación salió antes de que pudiera detenerse.

Y eso que me di como tres baños... Namo, no es lo que crees, en serio. Déjame explicarte.

Ahórrate tus mentiras, Sarocha. Namo golpeó el hombro de Gyo, que se estaba besando con Manaow. —¡Gyo, nos vamos!

¿Qué? Pero si acaban de llegar, Namo. Manaow miró a Freen, frustrada. —¿Qué hiciste, Freenky?

Nada. Es que olió el perfume de Charlotte.

¡Ah! ¿Con que así se llama la zorra con la que te estuviste revolcando? Namo jaló el brazo de Gyo. —Vámonos. No pienso quedarme ni un minuto más.

Namo, mejor deja que Freen te explique primero, ¿no? Gyo intentó mediar, aferrándose más a Manaow.

¿Y tú de qué lado estás? No importa, quédate con tu noviecita. Antes de que pudiera responder, Namo ya estaba saliendo del bar. Freen la siguió con un suspiro pesado, sabiendo que la situación se complicaba.

Te dije que no dejaras que Charlotte se acercara tanto, Manaow le tiró su chaqueta a Freen, que iba en dirección a la puerta. —¡Suerte! Freen asintió y salió en busca de Namo.

Manaow se giró hacia Gyo, sus ojos entrecerrados. —Y tú, cachorra, ¿también me vas a hacer una escena de celos si huelo a otra mujer?

Jamás. Si quieres estar con alguien más, hazlo. Yo tengo otras opciones que son más... accesibles. Gyoza le guiñó un ojo a Manaow y caminó hacia la barra. —Quiero un trago.

Oye, ¿cómo que tienes opciones? Manaow la siguió, su ceño fruncido mostrando una mezcla de diversión e irritación.


Mientras tanto, Becky no dejaba de mirar su teléfono, preocupada por la falta de noticias de Namo. Decidió bajar a la cocina a prepararse un té, intentando calmar la ansiedad que crecía en su pecho.

Cariño, ¿estás bien? Su madre, Patricia, estaba sentada viendo televisión en la sala.

Sí, ma. Voy a hacerme un té. Tengo el estómago un poco sensible. Patricia pausó el programa que estaba viendo, preocupada.

¿No te estarás enfermando?

No creo. Tal vez comí demasiado durante la cena. Becky trató de sonar convincente, pero sabía que su madre no le creía del todo.

Casi no cenaste. Lo que hiciste fue beber milk tea. Te he dicho que no es bueno para tu salud. Becky puso a calentar el agua para el té. —¿Y tu hermana?

Namo ya se durmió. Antes de bajar, escuché su música para dormir y tenía la puerta cerrada con llave. Patricia suspiró.

Esa manía de cerrar las puertas como si la fuéramos a molestar no me gusta.

Sabes que Namo es más reservada, ma. Es un milagro cuando me deja entrar a su cuarto. Patricia asintió, pero su preocupación no desapareció.

Lo sé. Me preocupa que se aísle tanto de nosotros, que somos su familia. Por lo menos ya no causa problemas como antes.

Becky sirvió su té, sintiendo una punzada de culpa. —¿Qué haces en la sala, ma? ¿Por qué no estás viendo televisión en el cuarto?

Tu padre recibió una llamada de trabajo. Es acerca de un posible negocio en Estados Unidos, y por la diferencia de hora solo pudieron coordinar este momento. No me dejaban ver mi novela turca en paz. Becky se echó a reír, agradecida por la distracción.

Me voy a descansar entonces. Buenas noches, mamá. Patricia besó su frente con cariño.

Buenas noches, mi niña. No te duermas tarde estudiando, que mañana vamos a visitar a tu abuelo.

Vale. Descansa. Becky subió las escaleras y se encerró en su cuarto, exhalando con alivio. Cada vez se le hacía más difícil cubrir a Namo.

Las GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora