XVI

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Mientras su familia dormía placidamente en su habitación, Roberto bajó sigilosamente a la cocina. El suelo de madera crujió levemente bajo sus pies descalzos, pero la casa seguía sumida en un silencio profundo. En la penumbra de la cocina, encendió la luz suave bajo el mueble y se dispuso a preparar un café. Mientras esperaba que el agua hirviera, escuchó un leve movimiento cerca de la entrada.

Heng estaba ahí, de pie, con los brazos cruzados y el ceño fruncido, mirando hacia la puerta como si esperara algo. Roberto lo observó por un momento antes de hablar.

¿Y los otros dos idiotas, dónde están? —preguntó, su tono cargado de impaciencia.

Gap está dando una ronda por el vecindario, intentando limpiar el desastre que hizo... —Heng lanzó una mirada rápida a Roberto, consciente de cómo podía sonar aquello—. Está limpiando los estragos de la tormenta. Billy debe estar por llegar. La señora Patricia le pidió que acompañara a Chankimha y a su amiga de vuelta a la zona roja.

Roberto frunció el ceño al escuchar el nombre de Freen, pero no dijo nada. Puso el café a hacer y se apoyó contra la encimera de la cocina, observando cómo el líquido oscuro llenaba la cafetera con su aroma inconfundible.

Mi esposa es tan bondadosa, incluso con quien no debe serlo —comentó en voz baja, casi para sí mismo, antes de suspirar profundamente. Se sirvió su café y levantó la mirada hacia Heng—. ¿Quieres uno? Al parecer será una noche larga.

Heng asintió en silencio, aceptando la taza que Roberto le ofreció. Ambos se sentaron en el sofá de la pequeña sala adyacente a la cocina, dejando que el silencio los envolviera por un momento mientras saboreaban el café.

¿Le puedo preguntar algo, jefe? —dijo Heng, rompiendo el silencio.

Roberto asintió, invitándolo a continuar.

Me imagino que quiere saber más de los poderes de mi hija, ¿verdad?

Heng asintió, expectante.

Cada brujo es diferente —empezó Roberto, su tono grave mientras recordaba las enseñanzas de su familia—. Están los que trabajan con la naturaleza y las pociones, los que usan magia negra, y los que dependen del poder que les da la luna según su fase, entre otros. Mi familia, sin embargo, pertenece a las brujas Géminis. ¿Sabes lo que significa Géminis, no?

Es un signo zodiacal, ¿no? —respondió Heng con cautela.

Roberto soltó un bufido mientras rodaba los ojos.

Eso es algo que se inventaron los humanos. Aún tengo mis dudas sobre todo eso. Géminis proviene del latín *gemini*, que significa hermanos gemelos.

Heng pareció reflexionar un momento antes de entender lo que Roberto sugería.

¿Usted también tuvo un hermano gemelo?

Roberto asintió lentamente, su expresión endureciéndose.

Tuve una hermana, sí —susurró—. Susana murió a manos del maldito de Chankimha hace mucho tiempo.

¿Por eso odia tanto a esa familia? —preguntó Heng con cautela, intuyendo que la historia iba más allá.

Por eso y por otras razones también. Mi familia viene de una larga línea de brujas poderosas. Según mi padre, mis antepasados más conocidas fueron las hermanas Mae y Prim. Mae siempre fue ambiciosa y codiciosa, deseaba la atención de los humanos más que nada. Prim, en cambio, vivía para complacer a su hermana, siempre buscando maneras de cumplir sus deseos. Pero Mae cometió el error de enfrentarse a un alfa poderoso de la familia Chankimha, y eso le costó la vida.

Heng escuchaba en silencio, notando la intensidad en los ojos de Roberto mientras narraba su historia.

Prim juró vengar la muerte de su hermana. Dedicó su vida a crear un hechizo que limitaría el poder de los lobos, impidiéndoles transicionar salvo bajo la luz de la luna llena. Pero antes de que pudiera ejecutarlo, los humanos iniciaron una caza brutal de brujas que acabó con casi todas. Prim logró sobrevivir escondiéndose, esperando el momento adecuado... hasta que la olvidaron.

Lamento lo que les pasó a sus antepasados —dijo Heng—, pero debo admitir que me alegra que Prim no lograra hechizar a los lobos de esa manera. Sería una locura solo poder transicionar bajo la luna llena.

Roberto sonrió de manera sombría.

Prim no lo logró en su tiempo, es cierto... pero yo encontré su hechizo. Después de años de investigación, de buscar entre los documentos y textos que mi familia daba por perdidos, lo encontré.

Heng tragó saliva, sintiendo una ligera tensión en el aire.

¿Eso es parte de su plan? —preguntó con voz temblorosa.

Por supuesto —respondió Roberto, su tono firme—. Si esos perros sarnosos no se someten voluntariamente, lo harán por la fuerza. Y Prim no fue la única que creó hechizos de ese estilo.

En ese momento, la puerta de la entrada se abrió y Billy entró, haciendo que Heng y Roberto giraran la cabeza. Patricia también bajó las escaleras en silencio, acercándose a su esposo y sentándose junto a él en el sofá.

Jefe —dijo Billy, acercándose tras haber escuchado fragmentos de la conversación—, ¿cómo es que su hija logró hacer algo como lo que vimos hace unas horas?

Roberto sonrió orgulloso, pero fue Patricia quien respondió.

Mis hijas tienen el poder de controlar los elementos de la naturaleza. No necesitan pociones ni hechizos para hacerlo. En el caso de Becky, sus poderes apenas están surgiendo, y ahora mismo están ligados a sus emociones. Cuando sus emociones están a flor de piel... bueno, pasa lo que vieron afuera.

Patricia golpeó ligeramente a Roberto en el hombro.

Por eso te dije que debimos decirles antes —le reclamó con una sonrisa que intentaba suavizar la tensión.

Roberto suspiró y besó la frente de su esposa, reconociendo en silencio su error.

Jefe, ¿y usted también puede hacer algo así? —preguntó Billy, masticando una manzana que había tomado de la cesta que estaba en la cocina.

Roberto se quedó en silencio por un momento antes de responder.

Yo y Susana perdimos nuestros poderes —explicó, su voz cargada de un matiz de tristeza—. Cuando los Géminis cumplen 17 años, experimentan ciertos síntomas antes de que sus poderes surjan. Susana fue la primera en obtenerlos, luego yo. Pero el poder de los Géminis es demasiado fuerte. Solo uno puede controlarlo completamente.

Billy miró a su jefe con curiosidad.

Se lleva a cabo un ritual —continuó Roberto—, una lucha entre los gemelos por quedarse con el poder. En la mayoría de los casos, el que nace primero o el que obtiene los poderes primero es el que se los queda. Pero en nuestro caso... el ritual nos llevó al límite. Ambos lo perdimos.

Heng y Billy intercambiaron miradas, conscientes de la gravedad de lo que Roberto compartía.

Así que, para responder a tu pregunta, Billy —concluyó Roberto, con una sonrisa amarga—, no, no puedo manipular los elementos como mi hija.

¿Y qué le pasó a su hermana, jefe? —preguntó Billy, sin pensar, antes de recibir un codazo de Heng.

El silencio se hizo presente nuevamente, mientras Patricia acariciaba la mano de Roberto, viendo cómo el recuerdo de Susana lo sumía en una melancolía profunda.

Las GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora