XV

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Patricia, agotada después de un día largo, se había quedado dormida junto a sus hijas. La luz tenue de la luna entraba por las cortinas, iluminando suavemente la escena familiar. Roberto, sin poder conciliar el sueño, se quedó despierto, observando a su familia lleno de preocupación. Su mente lo transportó a aquellas tardes cuando su padre, Joe Armstrong, solía contarle historias fascinantes.

Recorrió con la memoria la última visita a la casa de su papá, cuando él y Patricia habían llevado a las niñas. Becky, como siempre, se mostraba impaciente por escuchar una historia del abuelo Joe. Namo, por otro lado, siempre se hacía la que no quería escuchar las historias y era la que terminaba haciendo más preguntas.

En esa ocasión, Becky se había sentado frente al abuelo y agarró a Namo que peleaba por no estar allí, obligándola a sentarse frente a ella.

¡Abuelo, cuéntanos una historia! —pidió Becky con entusiasmo.

Namo, siempre la escéptica, rodó los ojos.

Les puedo contar la historia de un lobo alfa que encontró su perdición al ayudar a una bruja. —dijo el abuelo Joe.

Abuelo, los lobos y las brujas no existen. ¿Seguro que te tomaste las pastillas?

Estaba a punto de levantarse cuando Becky, rápida como siempre, la envolvió en un abrazo y comenzó a revolverle el cabello en una mezcla de cariño y travesura.

Quédate a escuchar la historia conmigo, hermanita. Ándale. —Becky, que había estado tomando clases de defensa personal, aprovechó la oportunidad y puso a Namo en una llave suave para evitar que se escapara.

¡Suéltame, Rebecca! —protestó Namo, molesta.

Shhh. A ver, abuelo, cuéntanos. Te escuchamos —dijo Becky, cubriendo la boca de Namo con la mano.

El abuelo Joe se rió con ternura al ver la interacción de las dos.

Me recuerdan tanto a... —miró a Roberto, quien observaba desde una esquina de la habitación—. A mí, cuando era joven. Bueno, les contaré la historia. Hace mucho, mucho tiempo, antes de que el odio y la desconfianza se interpusieran, los lobos y las brujas coexistían...

Roberto sonrió al escuchar el comienzo. Era una historia que conocía de memoria, pero aun así, decidió sentarse en el brazo del sofá junto a su padre para escuchar. La nostalgia lo envolvía con cada palabra de su padre, recordando las veces que él había escuchado esa misma historia cuando era niño.

Los lobos no son como los pintan en la historia de Caperucita Roja —continuó Joe—. Y las brujas... bueno, son mucho peores que las de Disney. En ese entonces, había un clan muy respetado de lobos que se dedicaban a la educación, la paz y el bienestar de su comunidad. Mientras tanto, las brujas, con su dominio sobre las artes oscuras, manipulaban a los humanos para alcanzar sus propios fines. Usaban sus poderes para extorsionar, acumular riquezas y consolidar su influencia. Los lobos, por su parte, preferían mantenerse al margen.

La voz de Joe cambió, agregando profundidad y dramatismo a la narración, especialmente cuando comenzó a relatar el encuentro.

Sin embargo, todo cambió con un encuentro fatídico. El alfa líder en esa época se llamaba Lin. Era conocido por su bondad y generosidad. Un día, durante una de sus caminatas solitarias por el vertedero de la ciudad, se encontró con una joven desaliñada, con ropas hechas tirones y un aspecto demacrado. Movido por la compasión, Lin decidió ayudarla, llevándola a su hogar para darle comida, agua y ropa limpia.

Joe bajó el tono de voz y habló como si fuera Lin.

"No te preocupes, te ayudaré a encontrar a tu familia", le dijo con suavidad.

Roberto se inclinó hacia adelante, completamente inmerso en la narración, al igual que Becky, que escuchaba con los ojos abiertos como platos. Namo, aunque aún tenía una mirada de escepticismo, no había intentado escapar del abrazo de su hermana.

Pero lo que Lin no sabía —continuó Joe— era que esta joven no era quien aparentaba ser. Después de darse un baño y ponerse la ropa nueva, reveló su verdadera forma: Mae Fortis, una bruja poderosa y despiadada, que había planeado meticulosamente todo para atrapar al líder lobo en sus redes.

Joe rió con una carcajada siniestra, imitando a Mae.

"Gracias por tu hospitalidad, Lin", dijo Mae, con una sonrisa torcida mientras chasqueaba los dedos. "Ahora harás todo lo que te pida o eliminaré a tu jauría".

¡Qué malvada! —exclamó Becky, apretando más fuerte a Namo, que resopló.

Lin, a pesar de ser un alfa fuerte, no pudo resistir el poder de Mae por completo. Sin embargo, logró herirla. Rasgó su ojo derecho con sus garras, dejando una cicatriz profunda que nunca sanó. Pero Mae, en lugar de retirarse, decidió castigar a Lin de la forma más cruel posible. Utilizó un hechizo que le había dado su hermana para forzarlo a transformar su cuerpo una y otra vez, en un ciclo de dolor interminable.

¡Ay, abuelo! —protestó Namo, que a pesar de su inicial escepticismo, ahora estaba bastante involucrada en la historia—. ¿Por qué Mae hizo todo eso?

Mae —intervino Roberto, anticipando la respuesta de su padre— quería destruir a los lobos por envidia. Los humanos habían hecho una estatua en honor a Lin por salvar a una familia de un incendio, y eso provocó los celos de Mae.

Joe asintió, complacido con la explicación de su hijo.

Exactamente. Me alegro que recuerdes la historia, hijo. Recuerda que él que no sabe su historia está destinado a repetirla. —Roberto asintió y Joe continuó la historia. —Mae estaba llena de envidia y odio, y eso la llevó a intentar destruir a los lobos. El clan, al enterarse de lo que le había sucedido a su líder, organizó un ataque para liberar a Lin. Durante una noche de luna menguante, atacaron a Mae, amarrándola a un poste y utilizando los elementos contra ella. Pero la bruja no era fácil de vencer. Mae Fortis no era una bruja común y corriente. Era una bruja geminis.

Esas son las que controlan los elementos de la naturaleza, verdad abuelo? —dijo Becky como si estuviera en una clase.

Así es, Becky. Mae con sus poderes desató un huracán que devastó la ciudad casi eliminandolos a todos. Los lobos que lograron sobrevivir y que se quedaron para luchar contraron a un chamán para que destruyera a la bruja. La rodearon con un círculo de sal y tierra cubierto por agua bendita...

Abuelo, yo creo que ya estás mezclando los exorcismos con la brujería. —comentó Namo.

Shh! —Roberto y Becky la hicieron callar.

Rodearon a Mae con pedazos de madera y les prendieron fuego. El clan, unidos por su misión de deshacerse de Mae, soplaron y soplaron el fuego para avivarlo. Si Namo, como en la Caperucita Roja. —Namo se echó a reír. —Antes de ser derrotada, Mae arrojó una lanza directamente al pecho de Lin, acabando con su vida. Esa noche, ambos murieron. El clan se traslada a otro país y territorio completamente alejado de las brujas, pero los lobos y las brujas son como imanes. Siempre se atraen.

Becky se levantó del suelo con una expresión de sorpresa.

¿Así termina la historia, abuelo? No me gustó.

Joe sonrió con astucia.

¿Quién dijo que la historia termina allí? Tal vez algún día les cuente cómo continúa...

Justo en ese momento, Patricia apareció en la puerta de la sala.

Robbie, trae a las chicas y al abuelo, que ya es hora de comer.

Mientras Namo ayudaba al abuelo Joe, Becky no pudo evitar insistir.

¡Abuelo, quiero saber cómo sigue!

Algún día, cariño, algún día —respondió Roberto con una sonrisa mientras le revolvía el cabello a Namo. 

Las GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora