Meses antes
—No entiendo cuál es tu obsesión con ella —resopló Gyo, tratando de seguirle el ritmo a Namo—. La viste una vez y te obsesionaste.
El día en que Sarocha tuvo que abandonar la escuela fue la primera y última vez que Namo la vio. Desde entonces, Namo se había quedado intrigada por aquella chica. Había intentado varias veces colarse en la oficina del director para buscar su expediente, pero siempre fallaba. No fue hasta que se quedó después de un evento escolar que lo encontró, abandonado en el escritorio de la secretaria.
—370, 372 y... 374C. ¡Aquí es, Gyo! —exclamó Namo, deteniéndose frente a una casa que parecía haber visto días mejores.
—Muy bonita, ahora vámonos —replicó Gyo, tratando de ocultar su creciente pánico.
—No vinimos hasta acá solo para ver el exterior de su casa, güey —dijo Namo, sacudiendo la cabeza con determinación. Sin esperar más, caminó hacia la puerta principal y tocó el timbre, segura de sí misma.
—¡Un momento! —La voz que respondió desde dentro resonó con autoridad. Gyo abrió los ojos aterrorizada.
—¡Namo! Mejor no... —murmuró Gyo, su voz temblando mientras retrocedía instintivamente. Pero era demasiado tarde. La puerta se abrió, revelando a una chica alta y atlética, sin camisa, con una expresión desafiante en su rostro.
—¿Están perdidas o qué, cachorras? —La desconocida sonrió, recostándose de la puerta, claramente disfrutando de la incomodidad de las recién llegadas.
—Vinimos a ver a Sarocha Chankimha —dijo, su voz más firme de lo que se sentía por dentro.
La chica arqueó una ceja, su sonrisa ampliándose ligeramente.
—¿Quién? Si se puede saber.
—Namo Armstrong. —Le dio un codazo a Gyo, intentando que hablara, pero esta no podía dejar de observar a la chica sin camisa con una mezcla de fascinación y terror—. La muda es Gyoza Wiwatkul.
—Pasen, las llevaré a donde está Freen.
—Gracias —dijo Namo, dando un paso adentro sin dudar. Vio que Gyo se quedó clavada en el sitio, paralizada por el miedo. Namo le lanzó una mirada fulminante—. ¡Ven, pendeja! —La jaló del brazo y ambas siguieron a la chica.
—Naow, ¿llegó la pizza? —Al mirar hacia la puerta, Sarocha se encontró con Naow y dos chicas desconocidas. Su expresión cambió a una sonrisa divertida—. ¿Pediste cachorras otra vez? Estas son muy bebés, ¿no crees?
—¡Oye, igualada! Cachorra tu abuela —espetó Gyo, dando un paso al frente. Los nervios la traicionaron, y rápidamente se escondió detrás de Namo.
Freen soltó una carcajada y luego miró a Namo con curiosidad.
—Discúlpala, no tiene filtro —se apresuró a decir Namo, sintiendo que la situación se le escapaba de las manos.
—Me agrada la bajita. Es muy atrevida. —Naow le guiñó un ojo a Gyo, quien, roja como un tomate, solo pudo balbucear algo incomprensible.
—Yo soy Namo Armstrong. —Namo extendió la mano hacia Sarocha, intentando romper la tensión.
Pero esta no la tomó. Dio un paso atrás, su expresión tornándose fría y calculadora.
—¿Qué quieres? ¿Tu papito te mandó o qué? —El tono gélido de Sarocha hizo que Namo se detuviera en seco.
—No vine por él. Quería conocerte. —La voz de Namo se suavizó, intentando romper el hielo—.
—¿Conocerme a mí? ¿Una Armstrong? Qué honor. —Su tono era puro sarcasmo—. Tu papi sabe que estás aquí, ¿no?
—No y no tiene por qué saberlo. Yo hago lo que quiero.
Freen intercambió una mirada cómplice con Naow, quien de pronto agarró a Gyo y la llevó a la fuerza fuera del gimnasio, cerrando la puerta tras de sí.
—¡Gyo! —gritó Namo, alarmada.
—Tranquila, baby. Naow no muerde... a menos que se lo pidan. —Freen se acercó a Namo, poniendo su brazo alrededor de sus hombros—. ¿Me quieres conocer, no? Pues aquí me tienes para satisfacer tu curiosidad... y otras cosas si quieres.
—Eres directa, por lo que veo —murmuró, tratando de mantener la calma.
—Solo digo y hago lo que pienso. Hagamos algo. —Sarocha comenzó a hacer estiramientos, sin dejar de observar a Namo—. Tengo que entrenar un poco, así que aprovecha y hazme las preguntas que quieras. Yo también te haré algunas. ¿Trato? Namo asintió.
—¿Quieres sacarle una foto? —preguntó Sarocha, sonriendo al ver cómo Namo no podía dejar de mirar su cuerpo tonificado.
—Sí... digo, ¡no! Perdón.
Freen soltó una carcajada, su risa resonando en el gimnasio.
—No te preocupes, tiendo a tener ese efecto en muchas.
—Hmm, no me gustan las que se creen la última coca-cola del desierto —murmuró Namo, más para sí misma que para Sarocha.
—Así soy yo. —Sarocha comenzó a levantar pesas, sus músculos flexionándose con cada movimiento.
—Dime, ¿de dónde conoces a mi padre?
—Digamos que él y mi padre hicieron tratos en algún momento.
—Eso es imposible. A mi padre solo le importa su imagen. No se juntaría con un...
—Termina la frase —dijo Sarocha, deteniéndose para mirarla directamente—.
—¿Es cierto lo que dicen de él? —preguntó Namo, con un tono de curiosidad mezclado con miedo.
—¿El qué? ¿Que era mafioso? Pues algo así. Por algo dicen que no debes venir a esta zona.
—No soy de hacer lo que me piden.
De repente, unas risas provenientes del exterior captaron la atención de Namo.
—Gyo la está pasando bien, supongo, —comentó Namo, con una ligera sonrisa en los labios.
Sarocha, quien se había estado secando la frente con una toalla, levantó la vista y esbozó una sonrisa de complicidad. —Naow es muy seductora cuando quiere, —dijo, con un tono que denotaba cierto respeto y admiración. —Por eso nos llevamos tan bien.
—¿Qué sabes de la zona roja? —preguntó Sarocha.
—Solo que no debemos estar acá, —respondió Namo, encogiéndose de hombros. —Hay medio ejército de policías que no permiten que alguien cruce para acá. ¿Están contaminados o algo? —La inocente pregunta de Namo arrancó una carcajada a Sarocha, quien se recostó hacia atrás, disfrutando del momento.
—Deberías preguntarle a tu padre por qué hay dos zonas. —Freen puso las pesas en el suelo.
Namo soltó una risa forzada, una mezcla de resignación y amargura. —Jamás me dirá la verdad. Probablemente me grite por preguntar y me castigue como siempre.
Freen tomó un largo trago de su botella, dejando que el agua recorriera su garganta, y luego, de repente, vertió el resto sobre su cabeza. El agua fría corrió por su rostro y cuello, empapando su camiseta y cabello.
—¿Te crees actriz porno o qué? —bromeó, tratando de ocultar la repentina tensión que sentía en su pecho. Freen solo sonrió y se sentó a su lado, su proximidad haciendo que Namo sintiera un leve cosquilleo en la piel.
—¿Quieres que te demuestre mis habilidades? —susurró Freen, su voz cargada de un tono juguetón que hizo que Namo contuviera el aliento.

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Las Gemelas
FanfictionDos hermanas gemelas atraídas por la misma persona terminan metidas en medio de una rivalidad que las obligara a elegir entre familia y amor. Versión en inglés en el perfil aotg17 :)