3 Corre conmigo

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Lucrezia

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Lucrezia

Estuve tentada a mandarle un mensaje de texto, después de todo, él tenía a mi bestia con él. Papá regresaba mañana y podría tener problemas.

Cuando volvimos a casa, mi abuelo nos esperaba molesto en la entrada de la casa. No nos salvamos de la reprimenda que nos dio. Estábamos castigados y hablaría con papá de lo sucedido.

¿Cómo se enteró? No lo sé.

—No me hagan repetirlo, son demasiado jóvenes para meterse en problemas —me abrazó y dejó un beso en mi frente—. Tú mejor que nadie sabe que no deben hacer las cosas a la ligera.

—Lo sé —lo abracé y entramos.

Cuando llegué a mi recamara, me quité la ropa para irme a la cama, entonces divise la cicatriz en mi pierna derecha, razón por la cual, no solía mostrar mis piernas. Jamás olvidaría ese dolor, a pesar de haber sido tan pequeña, nadie borraría ese infierno encerrada en una jaula por culpa de mi madre biológica.

Amo a papá, amo a Scarlett, es la madre que siempre quise y me ha dado todo sin importar que, las pláticas con ella son irremplazables. Si algo bueno me ha tocado en esta vida, es la familia unida. Incluso mi tía Giulia, que me sigue consintiendo como si fuera su hija.

Me metí bajo las mantas pero no pude dormir, tomé mi teléfono y pensé en llamarle al chico, pero entonces recordé que no me dio su nombre, solo escuché el Ale...

Comencé a redactar un pequeño mensaje, pero entonces me percaté de la hora y decidí no hacerlo. No era posible que le haya confiado mi bestia a un extraño, papá iba a molestarse mucho conmigo si se enteraba.

La puerta de mi recamara se abrió y tomé la navaja que guardaba bajo la almohada, siempre estábamos listos para defendernos a pesar de ser los que gobernaban el negocio aquí.

—Qué bien que no te has dormido —mi hermana se acercó y guardé el arma de nuevo—. Conocí a un tal Nikolai hoy —se metió a mi lado en la cama—, lo vi cerca de tu chico misterioso.

—Yo no...

—No lo niegues, te vi pavonearte como animal en celo frente a él —La miré y no dije nada—. Alexei Volkova, ¿Quién lo diría?

— ¿Qué?

Arrebaté su teléfono cuando me mostró la foto.

—Sabía que de algún lugar lo conocía, ya lo había visto, una vez cuando papá estuvo con su padre —mencioné viendo con atención la imagen—, éramos muy pequeños.

—Ah sí —mi hermana tomó de regreso su teléfono—. Ese chico mencionó que estaban aquí por negocios, pero no dijo más. Era sospechoso que se acercara a mí, nadie lo hace por gusto, así que sospeche de inmediato y...

—Leah —cerró la boca—. Es tarde, duerme.

— ¿Me puedo quedar aquí?

—Sí —se metió bajo las mantas y dejó el teléfono a un lado—. Buenas noches.

Dulce explosiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora