10 El mar

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Lucrezia

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Lucrezia

Por extraño que fuese, pude tener tanta confianza en un extraño y le conté una parte dolorosa de mi vida. Por primera vez, no me sentí tan mal al hablarlo. Alexei se estaba metiendo rápidamente en mi mente y me aterraba lo que eso podía conllevar. Papá estaba dudoso en aceptarlo, a pesar de conocer al señor Volkova y eso, no era bueno.

—Esto —acarició la cicatriz con curiosidad—. ¿Cómo pasó?

—Me encerraron en una jaula, uno de los tipos calentó un barrote y me quemé —su rostro impasible me dejó entender que quizá no me creía—. Tenía dos años y lo único que recuerdo es que tenía miedo por mí y por mi madre, por lo que esa mujer nos podía hacer.

Seguía tocando la marca, como si su tacto pudiese borrarla, pero por más que lo hiciera, eso no sucedería. Era una marca de supervivencia, un recuerdo que haría saber que afuera existía gente mala y que no podía confiar en todos.

—Creo que mi vida ha sido de lo más tranquila comparada con la tuya.

—Manejas una Ninja, de tranquila no tiene nada.

—Bueno, igual que tú, mis padres son amorosos, no he sido secuestrado —miró a la arena al agachar la cabeza—. Pero es una mierda crecer y que quieran reclutarte para algo que no quieres.

—Siempre puedes declinar —me tomé la libertad de tomar el mechón de cabello que caía en su frente y hacerlo hacia atrás—, nadie puede obligarte a tomar el poder que no deseas.

—Temo por mis padres —me miró—, no quiero que les pase nada.

—Nadie quiere que le pase algo a las personas que quieren pero—recargué mi cabeza en su hombro—, la vida es una mierda, no siempre vamos a obtener lo que queremos...

—Yo siempre obtengo lo que quiero —dijo seguro—. Tú eres una de ellas, y sé que tarde o temprano accederás a pasar conmigo el resto de tu vida.

Lo miré asombrada, no dije nada.

Después de guardar todo en la tienda de mis tíos, nos cambiamos y fuimos a su camioneta. Todo estaba solo a esa hora de la madrugada.

—Eres valiente al nadar de noche.

—Lo único que podría darme miedo...

Sonreí, pero después me quedé en silencio al sentir algo extraño.

— ¿Está todo bien? —Abrió la puerta para que subiera.

—Hay algo...

Me giré y vi un enorme cuerpo acercándose. Alexei logró apartarme y recibió un puñetazo en la quijada.

— ¿Papá? —Lo llamé al ver sus tatuajes—. Pero que...

El rostro de mi padre era de total enojo. Era la segunda vez que lo veía perder el control así.

Dulce explosiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora