Parte XXI

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Hinata podía sentir su corazón galopar como si fueran los cascos de un caballo en carrera

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Hinata podía sentir su corazón galopar como si fueran los cascos de un caballo en carrera. Sus pechos subían y bajaban, como fuelle, por sus cortos jadeos. El nerviosismo la hacia sudar, y no fue plenamente consciente de apretar las uñas en el brazo de Naruto cuando esté abrió la puerta de la sala.

O él no lo notó, o simplemente no le dio importancia, porque le hizo pasar primero.

Ella dió unos pasos, pero se quedó quieta en medio de la sala, sin saber por dónde empezar. Odiaba sentirse débil y nerviosa a su lado. Por un lado, quería decirle que lo amaba y que le diera una oportunidad de ganar su corazón, y no sólo su cuerpo. Pero, también quería dejarlo libre, decirle que no necesitaba que él se hiciera cargo de nada y que simplemente la dejara vivir su vida tranquila con el bebé. Que jamás le pediría algo que él no podía darle.

Apretó sus manos a su frente, haciendo que sus brazos apretaran sus pechos. Ella se tensó cuando sintió su mano caliente en la curva de su espalda. A pesar de la ropa, podía sentir sus dedos y el calor que desprendía su toque. Hinata jadeó, entre sorprendida y extasiada, cuando sintió el aliento de Naruto golpear en su oído.

— Sé que tenemos que hablar—, murmuró él, su voz ronca tocando cada punto débil en su cerebro —. Pero..—, él subió y bajo su mano en su espalda, haciendo que un escalofrío hiciera que se estremecesiera y su estómago se volviera fuego líquido —. Hay demasiada tensión, entre nosotros. ¿No crees?

Hinata parpadeó, mirando a la mano izquierda de Naruto sobre sus manos, que se apretaban fuertemente. Ella levantó la mirada, para verlo a través de sus pestañas. Sabía que su rostro estaba sonrojado, sus ojos brillaban con deseo mal contenido.

—¿Y qué? ¿Me trajiste aquí sólo para follar?— preguntó, aunque de verdad quería, había decidido ser fuerte contra la tentación.

Naruto soltó una risita, levantando su mano izquierda y tocando la punta de sus cabellos, con la vista fija allí.

— Te he extrañado, cielo...

Hinata estuvo segura que esas no eran las palabras que él había querido decir. Los ojos abiertos de Naruto y la forma en que se tensó, se lo aseguro. Ella sonrió, pero bajo la mirada al suelo. Luego, recordó las palabras de Kushina y alzó la cabeza. Bien, ella no se consideraba una Uzumaki, pero tenía orgullo y por respeto a la mujer que la apoyaba, quería seguir sus consejos.

— Lo mejor será que hagamos lo que vinimos a hacer—, dijo alejándose de su toque y deteniéndose al lado del enorme sofá cerca de chimenea apagada.

— Si eso es lo que quieres—, la voz suave de Naruto a su espalda le respondió.

Hinata se mordió el labio, sin saber muy bien por dónde empezar. Tenía tantas cosas que quería decirle, pero la mayoría se contradecían y no sabía cómo expresarse. Ella tomó una respiración profunda cuando lo escuchó que se servía algo en vaso.

Compromiso ImpuestoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora