No se movió, ni siquiera cuando la vió temblar y abrazarse el torso. Él, simplemente no podía hacerlo..
Aunque su corazón había empezado a latir alocadamente de nuevo, todavía podía sentir el frío, el hielo cubrirlo. Miró fijamente su cuerpo, desde la coronilla de su cabeza hasta las puntas de sus pies temblorosos. Ella parecía algo pálida cuando le dió una mirada a través de sus pestañas llenas de lágrimas. Y aunque sintió el apretón en su pecho, no lo demostró.
—¿Qué lamentas, exactamente?— preguntó con la voz fría, con un leve arrastre de palabras.
No le importó verla temblar, no le importaba porque estaba furioso. Se mantuvo tranquilo, para no demostrar cuánto le había dolido su jugarreta.
Era obvio que ella se había ido porque quería, Hinata no parecía lastimada. Ella estaba más hermosa que nunca y él apretó los dientes cuando sintió ese cosquilleo que siempre había sentido cuando ella había estado cerca, y había desaparecido cuando Hinata también lo había hecho.
— Los dejaré solos para que hablen..
Naruto casi no escuchó a su madre cuando ella caminó hacia la puerta de la biblioteca y la cerró, dejándolos solos.
El denso silencio sólo era interrumpido por los sollozos de Hinata. Su cuerpo quiso ir hacia ella, abrazarla, y estuvo a punto pero se detuvo. Apretó los dedos en puños, y luego volvió a sentarse en el sillón. No podía seguir mirándola, así que giró la cabeza hacia la ventana, notando algunas platas que su madre tanto amaba.
Los años de experiencia, de guardar sus verdaderos sentimientos, lo ayudaron a mantener un semblante frío y tranquilo, mientras la escuchaba llorar e hipar. Pero su paciencia no era la mejor, y cansado de las rabietas de Hinata, le dió una mirada. Notando que seguía en la misma posición.
—¿Me dirás qué lamentas, o debo adivinar?— preguntó finalmente.
Hinata asintió, mientras pasaba las manos por su rostro, intentando limpiar los dos riachuelos que había en sus mejillas. Ella tomó aire varias veces, intentando recuperar la compostura y finalmente lo logró. Aunque, seguía hipando.
— Yo-o.. yo..
Naruto cruzó las piernas, apoyando con fuerza en el respaldo del sillón. Pasó su mano por su cara, intentando tener paciencia cuando la escuchó tartamudear. Apretó los dedos en su boca, mirándola, para mantenerse callado y no interrumpir lo que sea que iba a decir.
— La-lamento ser.. tan cobarde..
Naruto alzó una ceja, pero se mantuvo callado. No entendía de dónde venía eso. Hinata se abrazo el estómago e hizo una mueca. Pero cerró la boca.
—Así que..—, comenzó —. Te fuiste de mi casa, de nuestra casa—, aclaró, sintiendo que el mal humor comenzaba a burbujear en su interior. Se sintió como un volcán, a un paso de la erupción —. ¿Por qué eres una cobarde?