Parte XXVI

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— Oh, ¿es su hermana…?

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— Oh, ¿es su hermana…?

Hinata parpadeo, mirando hacia su primo, sin entender porque había dicho Hermana. Jamás habían sido cercanos con Neji, por alguna razón, él odiaba a su padre y era un sentimiento compartido por parte de su padre hacia él.

— Eso explica el parecido ¿verdad?

Hinata volvió a parpadear, dándose cuenta que el que hablaba era el hombre a su espalda. Su primo, Neji, levantó sus ojos grises hacia la dirección del hombre que murmuraba demasiado alto.

— Tenten—, llamó, aunque Hinata no sabía a quién se dirigía.

Ella se tensó cuando la mano de su primo se extendió y tomó la de ella, haciendo que entrara a la casa. La alejó de la pareja que los había separado de los Uzumaki y ella observó a una joven bonita, de ojos rasgados caminar hacia la puerta con dos bolsos negros. Hinata vió como dejaba los bolsos en el suelo, al frente de la pareja.

—¡Genial!— exclamo el hombre, agachándose y tomando los bolsos—. Un placer trabajar para usted, señor jefe—, le dió un saludo militar y se giró con los bolsos.

La mujer, Tenten, se quedó al frente de la puerta, mirando a Konan, Neji y ella unos pasos atrás.

— Estaremos en contacto —, dijo Konan hacia Neji y se giró, para seguir al otro hombre.

Tenten cerró la puerta y se volvió con una mueca de asco.

— Jamás me gustaron —, murmuró.

— Pero cumplieron con el trabajo—, dijo tranquilamente Neji.

Tenten alzó una ceja, mirando a Hinata por primera vez. Ella, en algún tiempo atrás, tendría la cabeza gacha y estaría temblando de miedo. Ahora... Ahora estaba temblando, pero de furia mientras miraba hacia ellos.

— Quiero volver con los Uzumaki —, exigió, sin siquiera saludar.

Neji giró su cabeza para verla, mostrando un poco de sorpresa en su expresión generalmente fría.

—¿Generaste el síndrome de Estocolmo?

Hinata abrió los ojos, mirándolo como sí él hubiera perdido la cabeza.

—¿¡Qué dices!?— gritó, de repente cansada de que todos parecieran querer manejar su vida—. ¡Nadie pidió tu maldita ayuda!—, explotó.

Ella vió como el rostro de Tenten se arrugaba con enojo y la mujer dió un paso hacia ella, pero su primo la detuvo con un gesto.

— Déjame mostrarle..—, murmuró la mujer, dándole una mirada furiosa de pies a cabeza.

—¿Qué?— preguntó Hinata, alzando la barbilla—. ¿Qué crees que puedes mostrarme?

— Oh, niña.. no tienes idea—, dijo ella con dientes apretados.

—¡Ella de verdad me agrada!— gritó una voz desde su espalda.

Compromiso ImpuestoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora