Ha pasado un mes y medio muy difícil, dónde las pesadillas no lo dejaban dormir...
Pensando en Hinata en cada momento del día, para luego tomar hasta que al fin podía quedarse dormido por el alcohol. A eso le sumaban, que hacía unas semanas se empezaba a sentir muy mal. Estaba seguro que era la preocupación y el alcohol. Pero la mayoría de sus platos favoritos le revolvían el estómago y siempre terminaba devolviendo todo en el retrete.
Aunque, todo el tiempo tenía sueño, no podía descansar. Las ojeras bajo sus ojos era un testimonio firme de eso. Y su humor no era el mejor. Hacia mucho que había dejado de ser el hombre risueño y bromista que había sido. Su bestia estaba afuera, con los dientes apretados y las garras lista, todo el tiempo. Quería matar algo, no sólo romper cosas en su departamento que ya casi no tenía muebles. La frustración hacia que se desquitará con lo primero que encontrará en su camino.
Aunque no tenía humor, manejo con calma hacia su madre. Ella había salido dos semanas de la casa y había vuelto hoy. Kushina lo había llamado, diciendo que quería que él fuera allí.
Su última esperanza de encontrar a Hinata, había desaparecido cuando Itachi le dijo que ella había sacado el dinero de la pensión, pero él no podía ingresar a los datos para saber de dónde. Ahora, esa idea que ella se había ido en contra de su voluntad se había muerto y estaba seguro que ella estaba huyendo de él... Aunque, no sabía por qué había hecho tanto misterio. Si ella...
¿A quién quería engañar?
Naruto sabía que no la habría dejado ir, por el peligro que estaba su seguridad por los intentos de secuestro. Él intentó tranquilizarse, diciendo que si ella había sacado el dinero, era porque estaba bien y segura. Dejó de buscar, y sólo porque así se lo sugirió Itachi.
Sus días se habían vuelto vacíos, caminando como alma perdida en su departamento, sintiéndose miserable ya que su estómago vivía revuelto. Probablemente, la tensión de la situación y los constantes viajes y decepciones, habían afectado a su cuerpo y está era la forma en que le avisaba que debía bajar un cambio.
Se detuvo en la entrada de la casa de su madre, y bajó sin mucha ceremonia. Ni siquiera, tocó la puerta, la abrió directamente.
Él observó que la casa parecía algo vacía, no había ni un alma que le hizo alzar una ceja. Iba a ir hacia la sala, pero se detuvo y algo le dijo que su madre estaría en la biblioteca. Tocó la puerta cerrada y escuchó la voz amortiguada de su madre dándole permiso para que pasara. Naruto abrió la puerta y sonrió a su madre sentada en su silla, aunque la mueca no llegó a sus ojos.
— Hola madre, bienvenida—, dijo cuando estuvo a su lado y le dió un beso en la frente.
— Que bueno que has venido, mi hijo—, su sonrisa resplandecía.
Él alzó una ceja, ya que no sabía que la tenía tan feliz, pero no preguntó. Se dejó caer en el sillón del otro lado de su escritorio y la observó.