Parte XXIII

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-¿Sabes? Me he estado preguntando últimamente

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-¿Sabes? Me he estado preguntando últimamente... ¿Cuándo aceptaras una cita conmigo, lindura?

- Vete al diablo..

Él hizo una mueca, pero no dejó de mirarla caminar, agitando las caderas, hacia la tienda. Sonrió, ella siempre se hacía la dura, pero sabía que estaba colada por él, aunque quisiera ocultarlo.

El sonido de su teléfono sonando lo sacó de sus cavilaciones y se estiró para tomarlo de la guantera.

- La bomba ha explotado-, dijo su jefe con voz profunda-. Ella no tardará mucho en salir. Estén atentos.

- Si, señor..

- No quiero errores. Ella no tiene vigilancia y estoy seguro que no hay seguridad. Sólo atraparla y llevarla a la dirección que te daré por mensaje.

- Si.

- No la lastimen, más te vale que no tenga ni un rasguño cuando la vea.

Hizo una mueca cuando su jefe cortó sin esperar respuesta. Levantó la mirada, notando que su compañera lo miraba por el cristal de la tienda. Le hizo una seña con la mano, agitando la mano y ella asintió, dejando lo que había agarrado y saliendo del lugar.

Recibió el mensaje y lo memorizo, para luego borrarlo y guardar el aparato. Una vez que tuviera a Hinata Hyuga, podría deshacerse del teléfono.

-¿Ha llamado?- preguntó Konan mientras subía al asiento de copiloto.

Yahiko sonrió, mostrando su carismático rostro de adonis. Se había cansado de la peluca y hace tiempo la tintura negra dejo su cabello, mostrando su característico pelo casi anaranjado. Esa pequeña cicatriz que marcó su rostro, sólo se hizo para resaltar su belleza.

- Así es, lindura. Después de todo, si habrá acción hoy-, dijo mientras encendía el motor y le guiñaba un ojo, logrando que ella le frunciera el ceño y le mostrará el dedo medio.

Yahiko soltó una carcajada.

Naruto mantuvo la mitad de su cara pegada a la fría madera mientras miraba fijamente la caja negra de terciopelo sobre la mesa del comedor

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Naruto mantuvo la mitad de su cara pegada a la fría madera mientras miraba fijamente la caja negra de terciopelo sobre la mesa del comedor.

Echó a cada persona que quiso hablar con él, simplemente quería estar sólo. Necesitaba un poco de paz para ordenar sus pensamientos.

Compromiso ImpuestoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora