Prólogo

38 1 1
                                    


El sentimiento de culpa por dejar a la mujer que amas. Porque sabes que te amó, pero no fuiste sincero con ella sobre quién realmente eras. Pudiste ser el diablo, pero ella me hubiera amado igual, y yo a ella. Pero el fruto de un amor, ocultando lo que soy, no es recomendable porque una noche te das cuenta de que serás padre, y tu peor miedo despertó: que tus enemigos la usen como carnada para vengarse de ti. A veces, amar es dejar ir.

—¿Por qué, Eric?

—¡Ana, no es por ti, entiende!

Trato de calmarla, pero se separa de mí bruscamente.

—¡NO, ERIC! ¡ESTOY EMBARAZADA!

—¡Ya lo sé! Pero no es por eso. Entiéndeme, me voy por nuestro bebé.

—¿No querías ser padre? ¡No estaba en tus putos planes!, ¿solo yo era una más para ti, Eric?

—Yo sí quería ser padre, porque te amo, y a nuestro bebé. Los tengo que dejar, porque te amo, Ana. ¡Te amo demasiado, pero me tengo que ir!

—¡No comprendo! —habla entre sollozos.

—Solo cuídate, Ana, y cuida a nuestro bebé. Cuando sea el tiempo, volveré y espero conseguir tu perdón. ¡Te amo, nunca lo olvides!

Besé sus labios con la necesidad de guardarlos por siempre. Ana siempre formará parte de mí. Ella me besa con desesperación. Me separé de ella, le besé la frente y acaricié su panza, pensando en que nunca veré a mi bebé crecer.

—¡Adiós, Ana!

Al salir de la casa, el frío de la noche me golpea con mis cosas en el bolso. Está lloviendo, y Ana está llorando desconsolada. Me siento el peor hombre de la historia, pero sé que en mi interior lo hago por ella y nuestro bebé. Estarán mejor sin mí.

No somos los mismosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora