Capítulo 1: Mi mejor amigo

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Una amistad que no importa
La distancia sus almas
Siempre estarán unidas..

Marzo 24, año 2016

Briana

Está lloviendo a la salida de la escuela; siempre me ha gustado estudiar en la mañana. Tengo que llegar rápido a casa, mi mamá me está esperando. Recojo mis cosas y salgo rápidamente cuando veo a Dilan con el paraguas esperándome en la puerta.

—¡Te tardaste demasiado!

—Lo siento, ahora mi mamá me debe estar esperando.

—Sí, tu mamá nos dará otro regaño —dijo conteniendo la risa. La escuela no quedaba muy lejos de casa, por eso nos vamos solos.

Dilan abrió el paraguas y emprendimos el camino a mi casa. Dilan estudia en la misma escuela que yo, además de ser mi vecino; lo conozco desde que tengo memoria.

Él tiene los ojos negros, cabello negro, piel blanca y es muy simpático; más alto que yo.

Él es mi mejor amigo.

Al llegar a casa, mi mamá nos dio café caliente; nos sentamos a jugar parques mientras escuchamos la lluvia caer.

—¡Oye Briana, no seas tramposa!

—¡No soy tramposa, tú eres un mal perdedor!

Al terminar de llover, Dilan se fue a su casa. Su madre llegaba tarde del trabajo y mi madre hace el favor de cuidarlo.

Ambos tenemos siete años. Nos encanta jugar a tocar timbres y salir corriendo para molestar al resto de los vecinos. Una vez, la señora Gloria, que es muy amargada, nos tiró un balde de agua por tocar varias veces su puerta. Ese día, por venganza, le tiramos bolas de barro a su puerta y mi madre nos dio la regañada del siglo. Me acuerdo que esa viejita nos llamó salvajes.

Somos muy traviesos y, para ser sincera, Dilan es mi compañero de aventuras. Espero que nunca cambie.

Agosto 17,año 2022

Dilan

La bella adolescencia. Dicen que es una etapa llena de retos, pero la verdad, para mí, va normal para tener trece años.

Mis padres siempre están en el trabajo, o por lo menos mi madre. Mi padre solo lo he visto emborracharse. Y yo, en el estudio, digamos que no es lo mío, pero lo bueno de todo es que tengo a Briana. Ella me apoya y me ayuda en todo.

Ahora estamos jugando en su casa. Le estoy enseñando a jugar fútbol. Es muy mala, pero le digo que va bien para no hacerla sentir mal. La última vez que la hice sentir mal, me dio una patada y tuve un morado por semanas.

—¡Vas bien, Bri! Solo tienes que mejorar tu puntería.

—Soy terrible, ¿verdad? —hizo un puchero.

—No es cierto, solo es falta de práctica —dije tratando de animarla.

En eso, se sienta en el suelo para descansar.

Briana tiene la piel de un color no tan blanco pero tampoco canela. Su cabello es castaño oscuro; es un poco baja de estatura, pero se ve tierna cuando se enoja. Aunque le va mal en los deportes, es buena estudiando. Ya entramos en la etapa de la adolescencia, y a Briana le toca más duro porque, cuando le llega la menstruación, se pone insoportable. A veces ni la entiendo, pero trato de apoyarla.

—Mejor me voy, mi madre sale temprano hoy del trabajo —aclaré.

—Bueno, haz las tareas y la limpieza para que ella no lo haga. Nos vemos mañana para irnos a la escuela.

Briana siempre me lo recordaba. Trataba de hacerlo, pero la pereza no ayuda mucho.

—Bueno, Bri —la abracé.

—¡Adiós, señora Ana! —me despedí de la madre de Briana, que es como mi segunda madre. Es como ver a Briana, pero más adulta.

Entré a mi casa y vi a mi padre sentado en el sofá con una botella de licor en su mano.

—Hijo, de nuevo donde tu amiguita.

—¡Estás borracho! —dije en tono de desagrado.

—Cuidado con cómo le hablas a tu padre. Ahora compórtate como un hombre y bebe conmigo.

—¡No tomaré esa mierda! Voy a hacer mi tarea.

En eso, se levanta furioso y me da una bofetada. Me alza por el aire desde mi cuello, apesta a alcohol.

—¡Qué niño malcriado eres! —me miró con ira en sus ojos.

Mi madre entra a la casa y nos ve con pánico. Ella se tira sobre mi padre y yo caigo al suelo. Él golpea a mi madre y yo me tiro sobre su espalda, lo quito de encima de ella. Él se levanta furioso.

—¡Quédate con tu hijo de mierda, mujer! —gritó.

—¡No vuelvas a tocar a mi hijo, Javier! ¡No te quiero cerca de él! —le gritó mi madre.

Mi padre cierra la puerta con fuerza. Yo estoy en el suelo, impactado por lo que acaba de suceder. Mi madre me abraza fuertemente y veo lágrimas bajar por sus mejillas.

—Lo siento, cariño, es mi culpa —la escuché entre sus sollozos.

—No es tu culpa, mamá —la abracé fuertemente, tratando de calmarla.

—Amor, tu padre se volvió alcohólico. Es mejor que, si lo ves, corras. Él puede hacerte daño. Ya no lo reconozco, no es el hombre del que me enamoré.

—Lo sé, y si me ve con Briana, ¿le podría hacer daño? —pregunté tratando de no entrar en pánico.

—Cariño, es mejor que te alejes de Briana para no ponerla en peligro. Además, tu padre es peligroso, tiene malos amigos. Mantente alejado de él, ¿me lo prometes?

—Te lo prometo.

No somos los mismosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora