Narración Dilan
Hoy es el cumpleaños de Briana. Lo recuerdo perfectamente porque es el mismo día que Navidad, y ella odia que le confundan el regalo de su cumpleaños con el de Navidad.
Y al igual que hace un año, no puedo ni felicitarla ni abrazarla. Me parte el alma no poder hacerlo. Estos entrenamientos se han vuelto cada vez más duros, especialmente en combate. Estoy en la quinta posición, y Benjamín en la octava. Nos supera un japonés llamado Kenji, que es increíble en la pelea. Pero mi mente ahora está en otra parte, centrada en el arma que sostengo entre mis manos. Frente a mí, un hombre de paja con varios puntos marcados como objetivos, esperando mis disparos.
El sonido de las balas resuena en el aire, el eco de los gatillos cayendo me sacude. Mis ojos recorren el muñeco, y me doy cuenta de que todos mis tiros han dado en el blanco. Las armas… se me han dado bien. Sin embargo, de pronto escucho un grito que me distrae.
—¡Dilan!
—¿Qué pasó? —respondo, dándome la vuelta.
—Fallé otra vez... cinco tiros fuera —se queja Benjamín, frustrado.
—Por Dios, Benja. Tomás te explicó al menos seis veces, te va a tocar que te enseñe hasta con plastilina.
—Lo sé, pero simplemente no se me da —dice con una sonrisa incómoda.
—Y si un día tienes que protegerte, ¿qué harás? Esto es importante, ¿sabes?
—Lo sé, pero oye, al menos esta vez solo fallé cinco. La última vez fueron diez.
—Bueno, ya sabemos que lo tuyo no son las armas —me burlo, pero con una media sonrisa.
—Definitivamente, amigo mío. Prefiero el espionaje y el sigilo mil veces.
Alzo la vista por encima del hombro de Benjamín y veo a Tomás, nuestro entrenador, negando con la cabeza.
—Villa, más te vale aprender a disparar de aquí a un año —murmura Tomás, mirándolo fijamente. Veo cómo Benjamín se encoge bajo esa mirada.
—Yo le ayudaré —me ofrezco rápidamente.
—Eso espero —dice Tomás, su tono más suave pero aún firme—. Ustedes dos tienen potencial, solo les falta disciplina y mejorar en lo físico.
Cuando Tomás se aleja, Benjamín suelta un largo suspiro.
—Tomás me pone los pelos de punta —murmura Benjamín.
—A mí no me asusta nada —respondo con mi aire despreocupado.
—Algo debe darte miedo.
—Nada —le digo con firmeza—. Simplemente no dejo que los nervios me controlen.
—Bien por ti entonces.
Seguimos entrenando con armas hasta que la tarde comenzó a desvanecerse. Después, pasamos a combate cuerpo a cuerpo. Mi cuerpo está agotado, pero la rutina sigue. Cuando llega la hora de la cena, lo único que quiero es dormir sabiendo que mañana me espera lo mismo. Alimentamos a nuestras conejas antes de retirarnos. Mi coneja, completamente blanca, siempre me saca una sonrisa cuando veo cómo su naricita se mueve mientras come.
Ahora estoy lavando mi ropa, solo estoy ropa interior. Nos entrenan como soldados, nos toca lavar nuestra propia ropa, y estoy seguro de que pronto nos harán cocinar también. Mientras froto mi camisa, escucho una voz detrás de mí.
—¡Hey, Dilan, bonito cuerpo! —grita Benjamín, riéndose.
—Cállate, Benjamín —le respondo, rodando los ojos.
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No somos los mismos
Roman pour AdolescentsLo conozco desde que éramos Niños y por alguna razón Nos separamos sin razón evidente No nos hablamos Pero por alguna razón del destino Nos volvimos a ver con circunstancias que no pensábamos Ahora solo contamos,el uno con el otro,si queremos lle...