Narración Briana
Evolución, una palabra que resuena en cada parte de mi ser. Ya no soy la misma Briana que solía ser. Hoy cumplo quince años y también es Navidad, pero lo único que veo al mirarme al espejo es el reflejo de una chica que ha cambiado. Mis músculos son más firmes, mis manos ásperas por el entrenamiento, y mis nudillos rojos por los golpes. Soy Briana García, número dos en la lista de combate, y aunque el camino ha sido duro, cada herida ha valido la pena.
Ya no me siento débil. Cada día me siento más fuerte, como si pudiera enfrentarme al mundo entero. Junto a Lía y Valeria, hemos demostrado estar entre las mejores. Estamos a un paso de ser Beta, a un paso de dejar de ser novatas. Aún falta un año para ver a Dilan de nuevo, y me pregunto si me reconocerá. Pero dentro de mí sé que, aunque he cambiado, todavía no he perdido mi humanidad.
—¡Feliz cumpleaños, Briana! —Lía me abraza de repente, casi haciéndome caer.
—Gracias. Pero vamos, tenemos entrenamiento. Hoy quiero repartir unos cuantos golpes —le respondo sonriendo.
—Esa es mi chica —dice Lía, devolviéndome la sonrisa.
Nos dirigimos a la cocina en busca de nuestro desayuno de siempre: arroz y carne. No es lo que alguien esperaría en una celebración, pero hemos aprendido a aceptarlo como parte de nuestra vida aquí. Nos sentamos en una mesa cercana, y Valeria aparece con su traje negro de entrenamiento.
—Feliz cumpleaños, Briana —me dice Valeria mientras toma asiento junto a nosotras.
—Gracias, y feliz Navidad —le respondo con una sonrisa.
—No hay regalos, pero mis mejores deseos —Valeria trata de animar el ambiente.
—¿Saben cuándo empezaremos las clases de natación? —pregunto entre cucharadas de arroz.
—Escuché a Liliana decir que será en enero —responde Valeria mientras se estira.
—¿Ya tienen alguna idea de qué especialidad van a escoger? —les pregunto, interesada en sus respuestas.
—Creo que me inclino por sigilo y espionaje —dice Valeria, pensativa.
—A mí me gustan las armas. Se me dan bien, aunque tampoco soy mala en sigilo —comenta Lía encogiéndose de hombros.
—Yo me siento cómoda en combate y con armas —les digo, dando un último bocado.
—Briana, estás hecha para ser una asesina —murmura Lía, como si fuera un hecho indiscutible.
—No es algo de lo que me sienta orgullosa —le respondo, seria.
—Deberías. El próximo año serás una de las mejores Beta —dice Valeria con confianza.
—Ojalá tengas razón.
Nos levantamos y caminamos hacia el gimnasio. Mientras nos preparamos para la rutina de ejercicios, siento esa familiar tensión en mis manos. Me vendo los nudillos, ya endurecidos por los golpes, y empiezo a golpear el saco de boxeo. Cada golpe es un escape, una forma de liberar toda la rabia, el miedo, y el dolor acumulado. Extraño a mi mamá. Daría lo que fuera por volver a abrazarla, por sentirla cerca otra vez.
El sonido de Liliana llamando nuestra atención me saca de mis pensamientos.
—Escuchen bien, hoy tendrán una prueba importante. Sé que han mejorado en combate y en el manejo de armas, pero lo que realmente me interesa es verlas pelear —su tono es serio, casi desafiante—. Quiero que cada una combata contra mí.
El corazón me late a mil por hora. Una por una, las chicas suben al cuadrilátero, enfrentándose a Liliana. Valeria logró aguantar tres minutos antes de caer. Lía apenas un minuto. Liliana las golpea con precisión, sin piedad, hasta que todas caen una tras otra. Algunas se van cojeando, otras con la cara ensangrentada. Nadie logra durar lo suficiente.
—Briana García, sigues tú —murmura Liliana, con los ojos fijos en mí como un cazador que ha encontrado a su presa.
Subo al cuadrilátero, mi cuerpo tenso pero enfocado. Liliana me mira con una mezcla de curiosidad y expectación. Sé que no me va a subestimar, y eso me da fuerzas. Evalúo cada uno de sus movimientos, sus músculos definidos, el cabello recogido, todo en ella emana poder.
—No te contengas, Briana —dice con una sonrisa desafiante.
La primera patada la esquivo por poco, pero ya sabía que esto no iba a ser fácil. Me lanzo hacia ella, con un golpe directo al abdomen, pero Liliana lo bloquea con facilidad, respondiendo con un puñetazo que apenas logro desviar. El sudor empieza a correr por mi frente mientras nuestras respiraciones se entrelazan con cada movimiento.
Sigo atacando, lanzando combinaciones de golpes y patadas, usando todo lo que he aprendido. Y sorprendentemente, Liliana parece estar tomando esto en serio. Siento el impacto de sus golpes, pero sigo de pie, empujando mis límites, resistiendo más de lo que cualquiera lo ha hecho hoy.
—Impresionante —dice Liliana, jadeante, esquivando una patada que casi la alcanza.
Me muevo rápido, atacando con fuerza y precisión, dándole todo lo que tengo. Pero Liliana es experta. Bloquea, desvía, contraataca. Cada golpe suyo me hace retroceder, pero no me rindo. Me niego a caer sin dar una buena pelea.
Finalmente, en un movimiento rápido, Liliana logra conectar un golpe directo en mi costado. El aire se me escapa, y me tambaleo por un segundo. Aprovecha el momento y me derriba con una patada que me deja sin aliento. Caigo al suelo, sintiendo cómo mi cuerpo ya no responde. Mi vista se nubla mientras escucho a Liliana decir:
—Buen trabajo, Briana. Eres realmente buena.
Y luego, la oscuridad me envuelve.
Abro los ojos lentamente al sentir una lengua húmeda en mi mejilla. Ian, mi pequeña coneja blanca, está justo frente a mí, moviendo su naricita peluda. Estoy en mi habitación, pero ¿cómo rayos llegué aquí? Mi cuerpo entero duele como si hubiera sido atropellada por un tren, y mi cabeza late con fuerza. Intento moverme, pero una punzada de dolor en el estómago me hace detenerme.
De pronto, la puerta se abre de golpe y veo a Lía y Valeria entrar con el rostro lleno de preocupación.
—¡Por Dios, Briana! ¿Estás bien? —exclama Lía, sentándose a mi lado y tomándome la mano con cuidado.
—¿Qué pasó? —logro murmurar, intentando incorporarme, pero el dolor en mi cuerpo me obliga a quedarme quieta.
—Liliana te dio una golpiza horrible —responde Valeria, mientras se sienta en el borde de la cama—, pero le diste una pelea increíble. Fuiste la única que aguantó tanto tiempo con ella.
Parpadeo mientras trato de recordar lo que pasó. Fragmentos borrosos vuelven a mi mente: los golpes, el sudor, mi respiración entrecortada... y luego la oscuridad. Miro a Valeria, intentando procesar lo que dice.
—¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? —pregunto en voz baja, cada palabra me sale con esfuerzo.
—Unas horas —responde Lía—. Te desmayaste al final, pero Liliana misma te trajo aquí. Nos dijo que fuiste impresionante.
No puedo creer lo que escucho. Mi cuerpo está hecho polvo, pero algo en sus palabras me da una chispa de orgullo. Miro mis manos, que todavía tiemblan ligeramente, y recuerdo lo duro que luché.
—De verdad, Briana —añade Valeria, cruzando los brazos—. Ninguna otra chica soportó tanto como tú. Liliana lo dijo delante de todas.
—¿De verdad? —pregunto, todavía sorprendida.
—Sí, fuiste increíble —afirma Lía, apretando mi mano con una sonrisa—. Pero ahora, no intentes levantarte. Tienes que descansar.
—Está bien —susurro, cerrando los ojos por un momento, tratando de calmar el dolor que a
retumba en todo mi cuerpo.El recuerdo de la pelea sigue fresco en mi mente. Liliana, rápida como un rayo, atacando sin piedad. Pero yo no me rendí. La enfrenté con todo lo que tenía, a pesar del dolor, a pesar de que sabía que no ganaría. Y aunque ella me venció, saber que fui la única que la puso en aprietos me hace sentir algo parecido a la satisfacción.
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No somos los mismos
Novela JuvenilLo conozco desde que éramos Niños y por alguna razón Nos separamos sin razón evidente No nos hablamos Pero por alguna razón del destino Nos volvimos a ver con circunstancias que no pensábamos Ahora solo contamos,el uno con el otro,si queremos lle...