Narración Lía
Estamos todas reunidas en la sala de entrenamientos. Briana está sentada junto a mí, con la mirada fija en Liliana, quien nos observa atentamente. Esta mañana entrenamos lo de siempre, la rutina, pero no sé por qué nos han reunido a todas aquí de nuevo.
¿Será por los chicos? Pienso mientras observo los rostros a mi alrededor.
—Escuchen bien, niñas —dice Liliana, su tono severo y directo—. Hoy aprenderán algo que marcará sus vidas. Es la ley más sagrada de todo asesino, nuestro código. Se escribió hace mucho tiempo para mantener el orden dentro de la liga.
Briana me mira de reojo, pero yo mantengo la vista en Liliana.
—Como saben, la Liga fue fundada por cuatro familias hace más de un siglo. Su principal objetivo fue crear asesinos para mantener el orden en el mundo, más allá de la política o los valores morales. Cada familia tiene un derecho dentro de la jerarquía de la liga: los Walker, los Stone, los Torres y los Villa. Quienes llevan estos apellidos son descendientes directos de los fundadores y tienen el derecho de reformar una ley o ejecutar una acción importante.
Liliana hace una pausa, observándonos a todas. La tensión en la sala es notable.
—Las personas que nos asignan misiones y controlan a los asesinos de alto rango, aquellos que no son Alfa, son los Sigma. Ellos son los encargados de que se respeten y hacen que se cumplan las leyes fundadoras.
Siento los ojos de Briana clavados en mí. Es algo que no tuve la oportunidad de contarle. Mi familia es Torres, lo que significa que soy descendiente de una de las familias fundadoras, al igual que Benjamín. Pero nunca elegí esto. No quería ser asesina, ni mucho menos entrenada para ser una.
—El código es sagrado —continúa Liliana—. Serán entrenadas bajo este código, y lo primero que deben aprender es la lealtad a la liga. Siempre deben poner a la Liga por encima de sus propias necesidades. Aquí la lealtad es nuestro principal valor. Lo segundo es que cada misión debe ser llevada a cabo con precisión y destreza. Sus habilidades serán evaluadas constantemente, y deberán mejorar siempre.
Briana me mira nuevamente, y puedo notar la angustia en sus ojos.
—Se les dará una copia del código. Deben aprenderlo de memoria. Estúdienlo bien, porque quien no conoce la ley no está exento de las consecuencias. Pueden retirarse a sus habitaciones. Y recuerden que sus mascotas son su responsabilidad. También estamos evaluando eso.
Liliana se va, y cada una de nosotras toma un ejemplar del código antes de regresar a nuestras habitaciones. El libro es de una portada negra con una gota de sangre de portada y es largo. Caminamos a nuestras habitaciones. Briana cierra la puerta detrás de nosotras y se gira para mirarme.
—¿Cuándo pensabas contarme? —me pregunta, claramente molesta.
—Briana... Yo soy una Torres como ya sabes —respondo con voz apagada—. Mi familia es una de las fundadoras.
Briana se queda en silencio por un momento; luego suspira.
—Está bien, sé que no querías estar aquí. Pero necesito que me ayudes a entender este maldito código.
Sonrío ligeramente ante su frustración. Nuestros conejos, Ian y Min, están tranquilamente comiendo zanahorias en una esquina de la habitación, ajenos a todo este caos.
—Lo primero que tienes que saber es la base de todo el código —le digo, hojeando el libro.
—¿Y cuál es?
—Es una frase que mi madre me repetía siempre: "Las armas en un asesino pueden ser peligrosas, pero las palabras de un asesino son letales y sagradas como una gota de sangre".
—¿Y qué significa eso? —pregunta Briana, frunciendo el ceño.
—No lo sé exactamente... Pero siempre he entendido que la palabra de un asesino es lo más importante.
Briana se recuesta en su colchoneta claramente abrumada.
—Espero entender todo esto algún día.
—Lo harás —le aseguro, mientras me siento a su lado—. ¿Quieres saber quiénes son los Sigma?
—Sí, cuéntame.
—Los Sigma son los asesinos de más alto rango. Controlan a los alfa y a toda la jerarquía de la Liga y se aseguran de que se cumpla el código. Para ser un Sigma, debes renunciar a toda tu vida anterior.
—¿Cómo sabes tanto? —pregunta, sorprendida.
—El padre de Benjamín nos enseñó todo esto antes de venir aquí. Las leyes básicas, lo "esencial".
—Ya veo... —responde, mientras hojea las páginas del código—. Deberíamos leer más a fondo todo esto.
Narración Benjamín
Lo que más temía ha llegado. Este maldito código de asesinos. La ley más sagrada de la Liga, y lo peor de todo es que mis antepasados fueron quienes lo crearon. Esta mañana fuimos llamados a la sala de entrenamientos, donde Tomás nos habló de él y nos entregó un ejemplar.
—Benja, mira esto —dice Dilan, hojeando las páginas del libro—. "Sección 2, párrafo tres: Ejecución eficaz: La Liga entrenará a un asesino para que sus misiones sean realizadas con precisión, minimizando el riesgo de exposición y maximizando la efectividad".
—Eso no es nada —le respondo, señalando otro párrafo—. "Sección 4, párrafo diecisiete: Todos los hijos nacidos de un asesino que haya sido parte de la Liga deben ser entregados a esta para ser entrenados como asesinos".
Dilan me mira como si no pudiera creerlo.
—¡Qué mierda! Entonces, ¿por eso tu padre te trajo aquí?
—No exactamente —le digo, soltando un suspiro pesado—. Mi padre me dio la opción de elegir. Podía pasar mi adolescencia escapando de la Liga o venir aquí. Escogí venir... por Lía.
Dilan asiente, entendiendo sin necesidad de más palabras.
—Todo esto está mal —murmura, rascándose la cabeza—. Pero tú tienes el poder de cambiar algunas cosas, ¿no? Eres una Villa, ¿verdad?
—Sí, pero solo si los Sigma aprueban mi petición. Esto es una jerarquía llena de poder.
—Es una mierda —dice, frustrado.
—Lo sé —le digo, mirando a las conejas que descansan tranquilamente—. Vamos a estudiar esto rápido y luego haremos ejercicio.
Dilan aparta el cabello de su cara con un gesto molesto. El pelo ya está tan largo que empieza a taparle los ojos.
—Entonces, ¿John es un Sigma? —pregunta, frotándose la frente como si intentara despejar su mente.
—No, él es Alfa —respondo mientras me acomodo en el suelo, cruzando las piernas—. Solo nos pasa la información que le dan los Sigma. Es como nuestro contacto con ellos.
—Con razón —gruñe—, ese maldito me la debe.
Sonrío con ironía, pero no le doy más importancia.
—Sí, pero no gastes energía en eso ahora. Mejor preocupémonos por cortarnos este maldito pelero antes de que nos tape por completo.
—Literal. ¿Y con qué lo vamos a cortar? —pregunta.
—Con una navaja —respondo, como si fuera lo más normal del mundo.
—¿Qué? ¡Estás loco! —dice, echándose hacia atrás, claramente incrédulo.
Me encojo de hombros, tranquilo.
—Mi papá se cortaba el pelo con una navaja, no parece tan difícil.
Me mira, dudando por un momento, pero parece resignado.
—Vale, pero si me dejas peor de lo que ya estoy, me das tu desayuno.
Sonrío, confiado.
—Hecho.
La navaja la saqué dejo de mi colchoneta . Es una de las que usamos para abrir latas o cortar cuerdas, pero hoy va a cumplir otra función. Nos miramos por un segundo antes de empezar, sabiendo que el resultado podría ser cualquier cosa menos perfecto.
ESTÁS LEYENDO
No somos los mismos
Teen FictionLo conozco desde que éramos Niños y por alguna razón Nos separamos sin razón evidente No nos hablamos Pero por alguna razón del destino Nos volvimos a ver con circunstancias que no pensábamos Ahora solo contamos,el uno con el otro,si queremos lle...