1. El beso

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Había una gran piscina en aquel patio y a unos metros una glorieta, la cual sería ocupada aquel mediodía por el presidente, su familia y sus invitados, la familia mercante más influyente de todo Atlas, los Herz. El día estaba soleado, pero como toda mansión, el domo que la cubría permitía tener un día de verano como los que ninguna generación que vivía en ese momento vio jamás.

Por otro lado, todo debía quedar listo para el mediodía. El miedo impulsaba a los empleados a ajustar los últimos detalles con prisa cuando la alarma del reloj electrónico del encargado resonó. Él, con una expresión pálida y nerviosa, les indicó a todos que acabaran lo que estaban haciendo y se marcharan. A la señora Marah Vyan le disgustaba llegar y ver empleados trabajando a su alrededor. De modo que a las 11:55 el lugar estaba impecable.

Hamada y Zoroh salieron con detectores y gafas electrónicas, sobre las cuales se dibujaban números y símbolos en verde neon, echando un vistazo al mobiliario de jardín y alrededores. Zoroh movió su gran mano y activó el auricular de comunicaciones con el sensor de movimiento y temperatura. Su voz grave cortó el silencio:

-Área limpia.

En eso salieron 4 guardias más y se apostaron de a dos formando una especie de triángulo alrededor de la glorieta junto a los dos ya mencionados. Los Vyan y los Herz aparecieron con ese aire soberbio y elegante propio de los Poderosos, tomaron sus asientos y Zoroh dió la orden de comenzar a traer los alimentos.

Uthar Vyan, el presidente de Atlas, era quien encabezaba la mesa. Un hombre de unos sesenta, buen porte, elegante aún usando una camisa casual. Su barba y cabello entrecano un poco crecido, aunque prolijo, siempre hacia atrás, era algo que solía destacarlo. De eso se había encargado el asesor de imagen.

El hombre miró a Hamada cuando ésta se tocó la nariz al sentir una molestia. Las gafas con todo ese destello verde en movimiento no permitían ver fácilmente sus ojos. A pesar de eso, la mirada afilada de desprecio del hombre se clavó en las pupilas de la novata. Yasuko Hamada sintió que la sangre se le helaba, y de inmediato volvió a su posición original.

¿Qué hizo para que la viera así? El maldito Vyan era su objetivo a proteger y aunque le desagradaba, ella y Zoroh eran sus guardias personales. Ella debía dar su vida por esa víbora. Era su trabajo desde hacían 2 meses, después del "despido" de su antecesor.

Uthar continuó con la conversación que tenía con su amigo y socio, Lur Herz, y Zoroh susurró:

-Te desagrada y lo sabe.

Yasuko no respondió ni hizo gesto alguno, pero su colega de piel negra entendió que ella lo había captado. Debía reprimir hasta ese pensamiento de que lo que tenía frente a ella era un nido de serpientes. "Amo a Uthar Vyan, amo a Uthar Vyan", se repitió una y otra vez para reprimir sus deseos de venganza.

Ese momento llegaría en el tiempo debido.

Mientras tanto, en la mesa abundaban las sonrisas condescendientes y los planes de boda entre los hijos de las familias. Sería un matrimonio por conveniencia de los herederos más poderosos del país: Nander Vyan y June Herz.

-Nan debería usar un traje blanco para destacar junto a la novia -propuso Marah con un ademán exagerado de su regordeta mano con largas uñas rojas.

-De eso se encargará Casimiro-repuso el treintañero aludiendo al asesor de imagen forzando una sonrisa.

-Voy a sugerírselo-insistió ella reposándose contra el respaldo de la silla.

Uthar, un poco harto pero aún con un tono amable refutó:

-Querida, Casimiro siempre hizo un buen trabajo. Déjalo seguir así, que para eso le pago.

June se limitaba a comer en silencio. Parecía no tener ganas de estar ahí. Y no las tenía. Al masticar sintió una molestia en su mejilla, lo que le recordó su discusión con su padre la noche anterior. Lo bueno de tener dinero era poder adquirir los mejores cosméticos y así disimular los hematomas que le dejaban los "consejos" de sus progenitores.

-June ya tiene el vestido listo ¿Verdad, querida?-agregó la madre de la joven en un intento por hacer que ésta participe en la conversación.

La chica comprendió lo que se esperaba que hiciera y sonrió ampliamente apoyando el tenedor en el plato aún con comida en él.

-El vestido es hermoso, pero más aún el peinado que mi madre eligió.

Tras oír decir eso a su hija, la refinada señora Herz empezó a describir entusiasmada a Marah los detalles. Así, June pudo continuar un rato más sin hablar.

Luego de un postre helado delicioso, mientras los padres de ambos conversaban, Nander tomó la mano de su novia, que estaba frente a él. Ella, que tenía sus ojos celestes en la nada, lo miró. El joven le hizo una seña con la cabeza invitándola a caminar por el jardín cercano. Fue una buena excusa para dejar de escuchar cómo los demás delineaban sus futuros. La chica accedió solo poniéndose de pié diciendo: "Con permiso. El almuerzo estuvo excelente". Se marcharon caminando con parsimonia ante la mirada complacida de los progenitores.

Aunque no había un sentimiento de amor o amistad entre ellos, el conocerse desde tanto los llevaba a tener cierta complicidad cuando alguno lo requería. Ninguno quería aquel compromiso, y mucho menos el matrimonio resultante. Había momentos como el de ese día en que los unía el vacío en el medio del pecho.

June tenía 23 años, superados por los 30 de Nander. Eran la pareja perfecta, rubios, altos, delgados y atléticos. Tan lejanos al físico de los ciudadanos de Atlas, los cuales tenían las costillas sobresaliendo debajo de la piel por el hambre. Ellos eran lo que los demás querían ser aunque dijeran que los detestaban. Bueno, el que se animara a decirlo, sobre todo si tenía memoria de aquel desafortunado evento llamado La Noche Clara, ocurrido 10 años atrás.

June tomó el brazo de su novio con un gesto cariñoso y éste le sonrió. Quién sabía si alguien los veía por las cámaras de seguridad. Ella habló con un tono apagado y bajo, aunque amenazante:

-¿Ya cortaste tu relación?

La respuesta no se hizo esperar:

-Te dije que no lo haré, querida. No insistas.

Ella se detuvo y se colocó frente a él fingiendo una risita. Acercó la punta de sus delegados dedos al cabello que le caía sobre la frente de él y se lo acomodó.

-Te doy una semana, querido -susurró-, o Uthar se enterará.

Los deseos de tomarla del cuello y apretarlo tan fuerte y lento para así ver cómo sus ojos se agrandaban y luego perdían brillo subieron como una llama. Nader murmuró alargando las palabras con sarcasmo:

-Hazte a la idea de que serás la cornuda más rica e influyente de Atlas.

Se inclinó un poco y la besó. Ella odiaba que hiciera eso. Y no era sólo por los cuernos, era por las apariencias. Si él fallaba, ella también. Y que el heredero de toda Atlas falle era una cosa, pero que la heredera de unas cuantas empresas lo hiciera... Los errores se pagaban y no justamente con dinero. June, como advertencia, lo tomó de la cara e intensificó el beso. Sintió cómo Nander se tensaba molesto. Ella no iba a perder.

Atlas - Juego de poder (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora