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La guerra como de costumbre cobra vidas inocentes, desde los que van al campo de batalla hasta los pueblerinos que con temor despiertan en medio de la noche ante el mínimo extraño sonido.

Nadie es bueno, nadie es malo, todos son blancos o negros, todos luchan por su nación, por su hogar donde sus familias nacen y crecen con la esperanza de tener un futuro distinto y lleno provecho.

El miedo es algo que no solo está impregnado en cada soldado, sino todo su alrededor, los árboles gritan y lloran al ver como las vidas son arrebatadas con ira y adrenalina cayendo al suelo donde la sangre es absorbida junto con las pobres y pocas esperanzas de salir con vida un día, una tarde o una noche más.

En el gran castillo situado en el fondo de la capital rodeado por frondosos árboles y hermosas enredaderas ambos reyes miraban con severidad al hijo mayor quien no estaba arrodillado faltándoles el respecto. Ropas llenas de sangre, rasgadas con lodo y pólvora lo vestían.

— ¿No piensas siquiera explicar? — preguntó el esposo antiguo heredero del trono.

El pelinegro se encogió de hombros restándole importancia — Hice lo que pediste — respondió — Nunca mencionaste algo con regresar con ellos — agrego ahora mirando la sombra que posaba detrás de los Lee.

— Amo — hablo la cosa que levitaba — Ella está muerta — informo — La guerra acabo — dijo como si realmente nadie supiese de ello.

Y si, la guerra había acabado gracias al asesinato de la guardiana del este junto con la reina e hijos, sin protector la nación, templo o simplemente el pueblo caería en manos de quienes lo a la mataron. El mayor de los Suh había sido enviado a eso junto otros diecisiete hombres y el guardián del reino sin embargo lo que el guardián vivió fue un acto inhumano.

La tensión se sentía cada vez más en el lugar, los pilares se retorcían y las pocas flores se habían marchitado ante la presencia de la muerte — Informa a las tropas, es hora del regreso — anuncio el mayor de la sala mirando a un guardia con ojos filosos y oscurecidos.

— ¿Me puedo retirar? — preguntó el pelinegro — Tengo hambre y estoy cansado — dijo con aburrimiento al ver que las cosas se estaban alargando.

— No iras a ningún lado — ordeno el rey.

— ¿Y porque no? — una sonrisa ladina se dibujó en el rostro del menor — ¿No me digas que estas profundamente triste porque sacrifique a mi tropa? — preguntó con gracia — Ganamos y es lo que importa — se dio media vuelta estirando sus brazos al sentirlos acalambrados — Me voy porque yo a diferencia tuya y la puta que tienes al lado no he comido caliente ni bien en varios meses — dijo comenzando a caminar hacia la cocina ignorando los gritos y órdenes del portador de la corona.


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Poco a poco los soldados regresaban, algunos escuadrones aún estaban en camino, el pueblo lloraba ya fuese de tristeza o felicidad pues los meses de infortunio habían acabado.

Desde los interiores del palacio el mayor de los hijos Suh descansaba plácidamente bajo la sombra de un árbol con un libro en mano y un tarro de agua. Él debía seguir preparándose dentro de poco seria anunciada su coronación y con ello la reforma de muchas leyes.

— ¿Puedo sentarme? — una voz demasiado irritante para el heredero se hizo presente interrumpiendo su muy fructífera lectura.

— No — respondió seco.

— Padre está muy molesto por lo que hiciste, no debiste hacerlo — respiro hondo cerrando el gran y grueso libro que tenía.

— Eso a ti no te debe importar, es más, siquiera deberías hablarme, tu sola existencia me repugna — expreso mirándolo a los ojos.

— No puedes hablarme de esa forma, soy tu hermano – la oración le hizo reír alto y escandaloso.

— Tú no eres mi hermano, no eres de mi sangre — se puso de pie acercándose mirándolo con veneno — La única razón por la que existes es porque mi padre se casó y cogió a la mujer a quien llamas madre, pero — lo tomo con fuerza del cuello comenzando a ejercer presión — Cuando sea rey el primero en morir serás tú – le escupió la cara soltándolo.

Dejando al menor en el suelo tomo su libro comenzando a caminar hacia la biblioteca, sus estudios debían ser impecables, debía saber todo de todos y saber cómo funcionaban las cosas, su reinado debía ser el mejor, el que marcara un antes y un después en la historia.

— ¿Qué quieres? — pregunto al ver como una sombra posaba enfrente de él interrumpiendo sus horas de lectura.

— Tu padre quiere verte — hablo el guardián mirándolo con desprecio.

— Si quiere hablar que él venga o ¿Está muy ocupado con su amante? — importándole poco que fuese un ser de gran poder lo hizo a un lado volviendo a caminar hacia la biblioteca.

— Tu padre enojará y ya debes saber que el castigo será severo — las palabras del "hombre" que estaban detrás suyo lo hicieron parar en seco, una sonrisa poco a poco se fue dibujando en su rostro y una risa sarnosa salió haciendo eco en el pasillo.

— El castigo ya fue aplicado — habló sintiendo un nudo en su garganta siendo tragado antes la presencia de escenas dolorosas — No me importa — informo volviendo a caminar eliminando la presencia del guardián. 

GENESIS - MarkhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora