12°: Problema.

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| AL DÍA SIGUIENTE |•


Podía estar agotado (anoche sin duda tuvo que hacer bastante), pero el pensamiento, la sola idea de que pasaría un día (relativamente) entero con aquel chico que no le bastó con todo lo que poseía, y quiso hasta su corazón. El cual el moreno le entregó ciegamente sabiendo que estaría en buenas manos.

No podía esperar ni un segundo más para poder ver a ese par de rubíes que le traían loco. Esperaba hablar con él y, por fin, decirle personalmente todo lo que sentía. Aunque no estaba llegando muy temprano que digamos, sino que al contrario; tenía veinte minutos de retraso, se había quedado dormido en una de las carpas.

Corría para poder, al menos, no llegar demasiado tarde. Cuando ya estaba en la institución, corrió por los pasillos hasta encontrar su aula de clases; se tomó diez segundos para calmar su respiración y relajarse un poco.

Giró la manija de la puerta y la primera persona, con la que se topó con sus ojos, fue al de piel blanquecina. Aquel que lo hacía suspirar y al que una tarde le devolvió todos estos. Pudo notar que Stolas volteó a ver quién había llegado, por el ruido de aquella campanilla que estaba en la parte superior de la puerta, pero lejano a lo que pensó que haría: incómodo, apartó como rayo su vista, al saber que se trataba de él. Esa acción lo dejó desorbitado.

¿Qué pasó?

« ¿Será que se siente nervioso por lo de ayer? — Se preguntó a sí mismo, indagando en sus propios pensamientos —. Aww, mi bebé. No tiene porqué sentirse así »

Pasó al lado de la profesora y le entregó el pase de "retardado"; viendo que empezaría a regañarle, sólo le alzó el dedo medio sin mucha importancia o interés.

Como en cada fila (las cuales hay tres), los pupitres son, mejor dicho: una especie de banca con mesón, para dos personas. Blitzø vió que, al lado de Stolas, no había nadie (por la obvia razón que siempre se sentaban juntos, aunque no sean asientos fijos). Así que quiso tomar su asiento dirigiéndose a él, mas fue estorbado su paso por alguien conocido. Quién recientemente se había vuelto cercano a su menor.

— Je, je. Blitzø, querido, ¿Cómo estás? — Saludó de manera amigable, pero aún así se le notaba un tanto nervioso.

— ¿Ángel? Eh- Hola. Sí, bien — Aunque sé sorprendió un poco por tan inesperado saludo, su total atención estaba puesta en un chico que, tras el albino de tonos pasteles, parecía que su azabache lo estaba ignorando —. Ángel, es un gusto hablar contigo pero... ¿Me podrías dar un permiso? Quiero sentarme en mi asiento — Lo pudo haber dicho de buena manera, pero lo que transmitía era más bien una orden la cual acatar.

Se comenzaba a desesperar por lo misterioso de la escena.

— Eh- Sí, querido, quisiera pero...

¿Pero? — Frunció el ceño mientras mantenía una ceja alzada —. ¿Cómo que: "Pero"? He dicho que necesito pasar a sentarme en mi lugar de siempre — Intentaba seguir caminando, pero cada movimiento que hacia el rubio se lo frustraba.

— Sí, y lo entiendo. Pero... ¿Cómo te lo digo? — El más bajo estaba impaciente, sentimiento que traía consigo el enojo —... Verás, hoy no podrás sentarte aquí. Stolas, él-... Aunque yo pienso que deberían hablar, es lo más obvio, no se siente totalmente dispuesto en estos momentos — Se trababa y las palabras chocaban entre sí. Estaba nervioso, pues sabía de lo que era capaz Blitzø. Su mirada era realmente intimidante.

Ojos carmín, cual rubí | Stolitzø.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora