14°: Tortuosos pensamientos.

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« Ahora voy a por ti, Stols. No me podrás esquivar más »

Con decisión y seguridad, se dirigía al baño más cercano que quedaba de su salón. Probablemente su chico estaría allí; pues es lo que había dicho anteriormente. Y esperaba no tener que ir a los otros, ya que en esa gigantesca institución había más de ocho cuartos de baño.

Cada paso que daba, aunque emocionado por ver a su amado, le ponía sumamente ansioso y nervioso; se le estaba olvidando hasta qué era lo que le diría.

Treinta pasos eran los que le faltaban para llegar al lugar mencionado, se planteaba por dónde empezaría a hablar. Veinte pasos, se repetía, sin poder evitarlo, las escenas tiernas que tuvieron juntos; quería fijarse de eso. De momento, ocho pasos. Su cuerpo empezó a sudar y sus piernas a tambalear aún dudosas, mas su mente estaba centrada y segura de lo que haría.

Llegó sólo a la puerta de lo que sería el baño, y toda palabra fue una mezcla entre sus pensamientos y la fonética, haciéndose a sí mismo un trabalenguas que era producto de su nerviosismo. Ya que así estaba, se le había olvidado todo, más aún al venírsele preguntas a su mente.  Preguntas donde las voces le eran familiares, quedando más enredado en ese espiral de emociones.

« "Nah, ni lo intentes. Sabes que la cagarás igual. Siempre consigues hacerlo de algún modo" »

« "No te atrevas ni a entrar. Si no te quiere ver, es por algo. Él no es así, y lo sabes muy bien. Siempre debes hacer lo mismo, eres tan egoísta" — Miraba con inseguridad la grisácea puerta »

« Pero... ¿Por qué, qué pasó? ¿Qué hice mal? Aunque dudo, no creo que haya sido por lo que pasó... esa tarde. Se veía que quería, él sí quería hacerlo. Sin embargo... »

Bajó la mirada suspendido en sus pensamientos

« ¿Y si sólo lo hizo porque yo quería? Y si... ¿Se sintió obligado? »

Abrió sus ojos con culpabilidad. Mas un par de segundos después arrugó el entrecejo retomando su mirada en la puerta.

« Sea lo que sea, lo hablaré con él. Esto no puede quedarse así, mierda. Hablando lograremos una solución a todo este puto suspenso »

Tomó la manija girándola y, abriendo la puerta, entró dejando que se cerrara tras sí mismo. Miró a su alrededor, observando los espejos, cerámicas, lavamanos y los cubículos donde, adentro de ellos, yacían los retretes. A simple vista, vió que no se encontraba nadie allí, por más razón de que estaban en clase siendo esta la hora que se acercaba al receso. Por ello no dejaban salida a nadie.

Y fue cuando encontró este detalle raro. Pues sí sabe que Stolas dura su tiempo en el baño, pero era cuando este se bañaba, luego de allí no. Sin contar que nunca iba a los baños del colegio, no le gustaba entrar ya que decía que era poco higiénico. Además de que no era de su agrado que le vieran salir de un baño. Se llegaba a sentir incómodo.

Blitzø rió por el recuerdo.

Miró su reflejo en el espejo; no iba a dejarlo ir por nada en este maldito mundo.

No fue hasta que un ruido proveniente de los pequeños cubículos atrajo su atención espantando todos sus pensamientos en el proceso. Se acercó con lentitud en sus pasos, no para exagerar, pero sí para verificar que, aparte de ver cosas, también las escuchaba. Y no, no era así. En tantos cuartos abiertos estando desocupados, había uno con la puerta cerrada.

« ¡Sí, Stolas, sí! Por el amor a Satán, pensé que ibas a perderte, carajo — Sonrió con dicha y gozo »

Se acercó más a este, con intención de abrirlo; con intención de poder quitar esa barrera que, en este caso, era literalmente por aquella puerta que no le permitía ver a su chico con rasgos parecidos a un pequeño búho. Quería abrir la puerta y poder hablar con él. No aguantaba más tanto misterio.

Ojos carmín, cual rubí | Stolitzø.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora