VIII

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Phileas paseaba por el patio trasero de la casona mirando a las gallinas corretear, sacó un puñado de maíz que había robado de la cocina lanzando los granos a las emplumadas aves de corral, ellas corrieron picoteando los amarillos granos mientras el castaño las miraba. William le veía desde el portal trasero contemplando al otro, aún no le había dicho nada respecto a lo sucedido en el granero pero esperaba que Fogg en algún momento se sintiera en confianza para hablar sobre ello. Mientras lo había dejado quedarse unos días en la casa principal, no muchos peones estaban contentos con esto pero el que mandaba allí era William.

Salió al patio junto al delgado de ojos café y apoyó su mentón en el hombro de Phileas, él le miró de reojo dibujándose a penas una sonrisa en sus labios.

— ¿Las gallinas son tus amigas? —Phileas negó.

— Ponen huevos y con estos se puede hacer panetela, adoro la panetela.

— A mi igual me gusta —separó su cuerpo del otro, metiendo las manos en sus bolsillos—. ¿Recuerdas el día en la cantina Roses?

— Recuerdo, estabas un poco cabreado por un nosequé de documentos, ¿no?

— Si, hace poco vinieron el abogado y el banquero para informar que todo estaba hecho, finalmente está entrando dinero a mi cuenta.

— Me alegra saberlo, es algo bueno para ti.

— Lo es —asintió quitándole unos granos de maíz a Fogg y lanzando estos a las gallinas—. ¿Tenías gallinas en tu hogar?

— En mi casa no, pero en el convento habían ocas, y algunos patos blancos —sacudió sus manos mirando alrededor.

William iba a preguntar de qué convento hablaba pero antes de lo poder hacer su interrogatorio aparecieron Trinidad y Diego, ambos a caballo, lo que más destacaba de los peones eran las botas sucias y los sombreros cubriendo sus cabezas del Sol, ellos no eran la excepción. Al detener el paso de sus equinos William les saludó, preguntando como les iba.

— Patrón, venimos a darle una buena noticia —se apresuró a decir Diego, con ese acento cantarín que tenía—. Un mercader pasaba por aquí, decidimos pararlo a ver qué traía y para sorpresa tiene caballos de raza.

— Estamos aquí para preguntar si comprará algunos, ya que perdimos unos caballos aquella vez cuando se infectaron por los ratones —explicó Trinidad.

— Ahora tenemos más peones, igual necesitamos más caballos —resumió Boldwood viendo al castaño quien miraba hacia el caballo de Diego—. Phileas aún no tiene un caballo, ¿te gustaría escoger el tuyo?

Le preguntó de forma suave, los dos peones se dieron una mirada cómplice y sonrieron, el otro hombre miró al suelo sin saber que responder, Boldwood insistió un poco más y ante esto aceptó ir a por el caballo. Frente a la hacienda estaba estacionado un carro tirado por mulas, detrás venían al menos veinticinco hermosos caballos, grandes y musculosos, de crines largas y cortas, algunos tenían patas peludas y otros no. Phileas se acercó a los equinos mirando uno por uno, negros, castaños, blancos, algunos tenían manchas en su cuerpo, otros un lucero en su frente, no muy convencido los miraba y frotaba sus manos contra el pelaje de los caballos acariciándolos.

Boldwood hablaba con el mercader, preguntaba las razas y edad de cada caballos, preguntó por sus fichas médicas y cuanto dinero costaban. Aceptó comprar unos quince, envió a Trinidad por Moon para que viniera a escogerlos ya que según William; el muchacho tenía una habilidad única para escoger a los equinos. Moon había nacido en América pero migró hacia Reino Unido cuando vio las oportunidades de trabajo, y me fue mejor de lo que pensaba.

El muchacho comenzó a mirar los caballos y a escogerlos junto a Boldwood, quien le echó un ojo a Phileas ya que estaba muy callado. El castaño tenía en su cabeza el sombrero de William que este mismo le había puesto, aún estaba acariciando a un caballo cuando otro le tumbó el sombrero, Fogg se agachó a recogerlo cuando el mismo caballo le empujó con el hocico. Los presentes rieron por aquello y Phileas sintió un poco de pena, se acomodó el sombrero para encarar al caballo cuando este relinchó frotando su hocico contra el rostro del otro.

༒El olor de las Mandarinas 〄༒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora