XXIV

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Todos aguardaban en el comedor sentados a la mesa, incluso William estaba allí esperando por Phileas, él y Donna eran los únicos que faltaban para servir la cena. La joven apareció abriendo las puertas y con todo el entusiasmo del mundo presentó al castaño, este sintiéndose avergonzado por como lo miraron todos los presentes intentó bajar la mirada pero algo le detuvo. William se levantó yendo directo a donde su amado tomándole de la mano para guiarlo hasta la mesa.

— Queridas tías, primas y primos, os quiero presentar a mi pareja, Phileas Fogg.

Un lúgubre silencio aturdió los oídos de todos, los murmullos se hicieron presentes y únicamente los primos de Will saludaron primero en lo que este acompañaba a Phileas a la mesa para que tomara asiento. Boldwood había quedado embelesado con Phileas, se veía precioso aquél vestido en él aún cuando lo prefería en pantalones y camisa, o en el mejor de los casos sin ropa. No podía negar que Donna había hecho un buen trabajo vistiéndolo y colocándole ese bonito gloss labial.

— Oh vaya, ¿tú eres el novio de William? —Jindrizka se asombró, luego murmuró— ¿En serio?

— Buenas noches a todas, es un gusto poder conocerles al fin, William me ha contado muchísimo sobre ustedes.

— ¿Como se encuentra tu mano? Dijeron que fue una herida bastante fea.

— Mucho mejor madame, ahora duele un poco menos, aunque no creo poder sostener la cuchara.

Comentó sentándose al lado de William quién le miraba como si fuese la cosa más hermosa que existía por todo aquello, disfrutaba de cada vestuario de Phileas, desde el más sencillo hasta el más complejo. Los sirvientes comenzaron a servir la cena, en tanto las vistas indiscretas se posaban sobre Phileas quien intentó dar lo mejor de si. Gwenwynig aún no podía asimilar que aquél hombre fuese el mismo que había estado en el comedor aquella tarde.

— Te ves hermoso esta noche, como cada noche, aunque hoy mucho más —le susurró William, tomando su mano por debajo de la mesa—. Deslumbras la habitación como una centella.

— Oh cariño, dices cosas hermosas, gracias —le murmuró de regreso, acariciando su mano.

— Entonces señor Fogg, ¿cuándo se conocieron usted y mi sobrino?

— Fue a inicios de marzo.

— Casi seis meses —musitó Elizza—. Y cuéntenos, ¿de donde viene, donde estudió? ¿Su familia a qué se dedica, y usted? Como ya debes saber nosotros nos dedicamos al negocio hotelero, la joyería, y algunas de las mayores de la familia a la arquería y equitación.

— Yo vengo de Escocia, bueno viví un tiempo allá durante mi niñez, luego viví en un pueblito de Londres —eran demasiadas preguntas—. Estudié en escuelas públicas, pasé la universidad y soy graduado en Administración de Finanzas. No tengo padres, tampoco vengo de una familia adinerada. Trabajo para William en la hacienda.

— Hace muy bien su trabajo por cierto —recalcó William—, se ganó su puesto con honor.

— Claro, aquí nadie ha dicho lo contrario —el tono sarcástico de Jindrizka hizo que la pareja se mirase uno al otro—. Entonces no tienes un apellido pesado.

— Su apellido está muy bien, tía, y mucho mejor estará cuando tenga el apellido Boldwood acompañando el suyo —aprovechó el momento para sacarse del bolsillo el reloj que había comprado—. Phileas querido, esto es para tí. Ahora es un reloj, muy pronto serán los anillos.

Phileas se atragantó con el vino recibiendo algunos golpecitos en la espalda de parte de su pareja, no se lo esperaba, observó el reloj con gran admiración y sonrió con el rostro iluminado tomándolo en su mano, nadie dijo nada más y comenzaron a comer. Las tías de William no se guardaron nada, dispararon sin piedad cada que pudieron, aunque William les devolvía cada una, la cena había sido bastante amena aún con los comentarios. Phileas agarraba los cubiertos con algo de torpeza cayendo de vuelta al plato la comida, maldijo el momento en que se había cortado la mano dominante, Will al verlo batallando dejó su cuchara para ayudarlo.

༒El olor de las Mandarinas 〄༒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora