༒El olor de las Mandarinas 〄༒

XIV

Las sábanas se deslizaron por el cuerpo de Phileas que se movía suavemente despertando, estiró su espalda escuchando cada hueso sonar y al girarse encontró el pecho de William frente a él. Extendió ambos brazos aún somnoliento, abrazando a su amante y se acurrucó contra él para seguir durmiendo.

La paz aquella mañana parecía eterna.

Phileas sintió los brazos de William rodearle en un abrazo, sonrió medio dormido y el tacto de los labios ajenos le impidió conciliar nuevamente el sueño. Boldwood besaba su rostro acariciando la piel desnuda de su amado, estaba fascinado con Fogg, completamente enamorado, no podía ni quería ocultar aquello.

— ¿Ya no tienes sueño? —preguntó Phileas aún con los ojos cerrados.

— Se fue en cuanto abrí mis ojos y vi semejante belleza ante mi.

— Adulador —farfulló a modo de broma—, ¿iremos al pueblo con los peones hoy, o nos quedaremos en la cama disfrutando la mañana?

— Ojalá pudiéramos quedarnos a disfrutar la mañana, desafortunadamente debemos ir al pueblo con los peones, hay que armar el puesto de venta y comprar clavos en la ferretería.

— Agh, ya es verano y nos la pasamos todo el día fuera de casa trabajando, yo quería ir de vacaciones a algún lugar fuera de Wildenner —se quejó, remoloneando en la cama, pataleó levantando las sábanas—, ¿y si decimos que estás indispuesto y yo debo quedarme para curarte con mis besos?

— Te llevaré de vacaciones donde quieras, lo prometo. Oye eso suena muy tentativo —besó su frente, acariciándole el cabello—, pero será en cuanto termine la feria de apertura de verano, estamos trabajando allí ahora.

— No te culpo, culpo a mi enorme boca por proponerte incluirnos a la feria como vendedores —extendió brazos y piernas soltando un bajo bufido, Will pinchó sus costillas haciéndole reír.

— Ve a darte un baño y bajemos a desayunar.

Pasó el rato y ambos hombres disponían su tiempo a organizar el grupo de peones, Boldwood le daba indicaciones al capataz Trinidad y Fogg al capataz Mason para que estos a su vez le dieran órdenes a sus grupos. Se encaminaron entonces hacia el pueblo, todos a caballo sin dispersarse demasiado, los peones contaban chistes, anécdotas, hablaban sobre la feria de este verano intentando adivinar quienes irían a Wildenner, que otras haciendas participarían y en tanto hablaban sin darse cuenta llegaron rápidamente la pueblo. Comenzaron armando la tienda y organizando la mayoría de materiales, pintando aquí, un claveteado allá, al mediodía ya tenían casi todo echo, deteniéndose para ir a almorzar, pasaron unos días, pronto todo el lugar estuvo listo para la feria, y el verano acababa de iniciar en todo Wildenner con el inicio de esta festividad.

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La locomotora terminó su viaje en la estación de Wildenner y al andén bajaron los pasajeros, un hombre de cabellos rubios recogidos en una trenza y ojos esmeralda resaltaba del resto, una persona esperaba por él; Laura, misma que lo llevó con ella a la hacienda. Johan estaba de visita por las vacaciones pero no estaría mucho tiempo, había planeado una ruta de viaje y aunque su primer destino era Wildenner sus otros destinos estaban más lejos. Moría de ganas por ver a Boldwood, la última vez que se habían visto no había sido de la mejor manera y deseaba cambiar aquello.

Había sido en Gales donde el recuentro entre los amigos de infancia ocurrió, cuando William estaba de visita en la casa de una tía materna y en uno de sus viajes turísticos por la zona se lo encontró. Johan había sido una mina de oro para su madre, era un hombre hermoso con rasgos femeninos y labia magistral, muchos hombres babeaban de solo verlo pasar pero él estaba dispuesto a sólo un tipo de hombres; ricos y frágiles de mente, de esos que soltaban el dinero fácilmente. Se había convertido en alguien despreciable por su personalidad arrogante y su forma malcriada, no hablar de cómo intentaba resolver las cosas.