XXVII

220 34 51
                                    

La noticia de lo acontecido corrió como pólvora entre los familiares de Boldwood, nadie se atrevió o mencionarlo ni decir una palabra, ni siquiera la pareja estaba diciendo algo. Frankeska y Donna fueron a verlos en la mañana, llevándole suaves bebidas a Phileas que ellas mismas prepararon, tampoco mencionaron algo respecto al incidente. Por lo que pudieron ver ninguno de los dos parecía demasiado perturbado. Phileas estaba callado y Boldwood permaneció algo distante, sin embargo siempre estuvo junto a Phileas en todo el rato que ellas estuvieron allí.

La tía Jindrizka, aunque no era muy fan de la relación de aquellos dos si discutió fuertemente con Henriette y Gwenwynig. Ambas mujeres decidieron irse del palacete hasta que Phileas y Boldwood concluyeran sus vacaciones, Gwenwynig en compensación por los daños les dejó una gran suma de dinero. Fogg no la quiso, aceptar el dinero sería aceptar que hubo un daño, y que había perdido (quizás) la única oportunidad de ser padre. Boldwood también lo rechazó, no quería nada que proviniera de ellas.

Phileas salió a tomar algo de aire, un poco de espacio le haría falta mientras asimilaba todo aquello, el tiempo no le había dado para siquiera hacerse a la idea de que algo crecía en su interior. Y ahora no había absolutamente nada, suspiró, ¿qué habría hecho mal? ¿Por qué todo de pronto era tan realista, no podía vivir un rato más en su burbuja de fantasías donde todo era felicidad? Nunca fue así, y ahora que lo era entendió que se deben disfrutar los buenos momentos y no llorar por lo que pudo ser y no fue.

Frankeska entró al salón donde William miraba por un ventanal, guardó una distancia considerada para preguntar. Will tenía ambas manos reposando en su espalda baja, miraba triste hacia el patio, Phileas estaba allí sentado en un columpio mientras se mecía a penas con ganas.

— Primo Boldwood, ¿donde se encuentra Phileas? —preguntó Frankeska.

— Sentado en el columpio —su voz tranquila hizo a la jovencita entristecer—, ¿crees que me odie?

— ¿Por qué te odiaría?

— Desde la mañana no me ha hablado, aún cuando me quedé a su lado e intenté consolarlo. Es como si me odiara de pronto, me duele no poder saber que piensa.

— Estoy segura de que él no te odia —le aseguró acercándose a Will—, está impactado por una noticia desgarradora. Necesita su espacio, quizás se siente mal consigo mismo, ¿no has pensado que quizás cree que tú lo odias por lo que sucedió?

— ¿¡Por qué lo odiaría!? —volteó hacia ella— Lo amo, por eso quiero saber cómo se siente y así poder consolarlo, que sepa que estoy con él.

— Phileas es un poco extraño, es como un cervatillo que se asusta ante las cosas fuertes, pero sabe enfrentarlo. Lo superará, y tú también, pero debes quedarte a su lado hasta que decida abrirse y decirte lo que siente. Nadie enfrenta las cosas del mismo modo, cada persona tiene su propio duelo.

Boldwood volvió la vista a donde su amado, Donna estaba ahora junto a él, charlaban. Will se frotó los ojos evitando llorar, Frankeska tenía razón, si le daba espacio y confianza él poco a poco se abriría para finalmente expresarle su pesar. Donna se situó al lado de Phileas en el otro columpio, le tomó la mano y sonrió, Fogg se lamió los labios.

Ella no sabía que se sentía aquello, ni siquiera lo imaginaba, Phileas en su corazón deseaba ser perdonado. Culpar a alguien no lo haría sentir mejor,  ¿por qué culparse a si mismo? Sería absurdo decidir aquello, quizás deseaba que William lo perdonara.

— Me gusta tu camisa —comentó Donna—, se ve que es muy cómoda.

— ¿Tú crees que William desee casarse conmigo después de lo de ayer?

༒El olor de las Mandarinas 〄༒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora