༒El olor de las Mandarinas 〄༒

V

La feria en el pueblo terminó al tercer día, con ello los peones volvían de la caza de ganado, comenzaban a aparecer solicitudes para trabajar en la hacienda entre otras, los días pasaban y todo parecía ir normal. Excepto por Phileas, quien se encontraba en silencio dentro de su habitación, pensativo y distante. Se dijo a si mismo que no debía preocuparse por lo que había pasado entre él y Will, pero su mente se veía inundada de William a cada momento.

Cada que recordaba sus toques, sus labios, deseaba más de eso y esto le estaba comiendo la conciencia. Más de una vez se intentó convencer de que era su jefe, pero le fue imposible no sentirse atraído, aveces Boldwood le trataba como si fuese su prometido, pedía su opinión sobre algunos asuntos, e incluso lo mandaba a llamar para comer juntos. La diferencia entre él y los otros trabajadores era que mientras aquellos comían en el comedor para empleados que había en el caserío, él lo hacía mayormente junto a William en la casona, y su opinión era importante.

Y esta diferencia era la que lo llevaba a sospechar de su verdadera posición en aquél lugar, ¿qué era para William? Se preguntaba, sin obtener respuestas.

Mason tocó la puerta de Phileas, había cruzado todo el camino hasta la casa de capataces para llamarlo, este le abrió saludando con tranquilidad pero el rostro del otro hombre no era para nada de tranquilidad.

— ¿Qué sucedió? Parece como si usted hubiera visto un fantasma.

— Ojalá fuese un fantasma, necesito que vengas conmigo —le pidió, soltando un respiro ahogado.

— Claro, vayamos.

Agarró el sombrero colocándose este mientras se acomodaba la camisa, preocupado por la forma en que el otro había aparecido allí, el capataz Mason lo llevó hacia donde estaba un grupo de peones reunidos, todos tenían una expresión de preocupación dibujada en sus rostros. Fogg se asustó también, aunque intentó mantenerse sereno, aún no tenía idea de lo que sucedía pero verlos así era cosa seria. Uno de los peones al verle llegar corrió hasta él agarrándole de la muñeca, llevándole a ver lo que sucedía.

— Señor Phileas, mire —dijo señalando el corral de los caballos—. Esta mañana hemos venido a buscar nuestros animales, íbamos a explorar el terreno que el patrón nos pidió limpiar, y de pronto vemos que nuestros caballos estaban así.

— Se ven enfermos —comentó Fogg al ver como no querían levantarse—. ¿Les están dando agua correctamente?

— Limpiamos sus comederos y cambiamos el heno y agua a diario, ayer estaban bien —contestó otro—. ¿Qué pudo ponerles así?

— No se exalten por favor, encontraremos una solución a esto.

Mason tocó el hombro de Phileas llevándolo a un lado, el castaño jamás en su vida había tratado con animales pero desde que estaba allí había investigado. No era un experto en veterinaria, pero intentaba hacer lo mejor que podía para ayudar. El otro capataz mordisqueó el palillo entre sus dientes, escupiendo a un lado metió las manos en sus bolsillos.

— Si el patrón se entera muchos aquí vamos a irnos al carajo, no sé qué les pasa a los animales pero por el momento sólo los caballos están así.

— Puede ser cualquier cosa, hay que llamar al veterinario. Además, ocultarlo a Will... —Mason le dio una mirada severa—. Digo, al patrón, no hará que la situación mejore.

— Se demoraría en llegar hasta mañana, vive más allá del pueblo —con los brazos en jarro miró a Fogg—. Bueno tú te encargarás de decirle al señor Boldwood, pero antes debes calmar a los peones, están bastante preocupados.

Phileas observó de reojo como los hombres observaban a los equinos, le dio algo de pena verles tan angustiados por sus caballos así que decidió ponerse manos a la obra con aquello. Volvió junto a los peones, aplaudiendo para llamar la atención de estos quienes rápido se pusieron de pie.