༒El olor de las Mandarinas 〄༒

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Viajar de noche era un poco peligroso pero a William y Phileas les fue muy bien en todo el viaje, Will miraba dormir a Phileas contra su hombro pensando en que debía buscar un momento para declararse. Ni siquiera sabía cuando pero debía hacerlo, nomás esperaba que fuese pronto, pensó que primero debía crear un buen ambiente.

Al llegar Wildenner les esperaba con un clima fabuloso, William pensaba que a pesar de irse a penas unos días había extrañado tanto su hogar, respiró profundamente el aroma campestre de su querida tierra sonriendo. Phileas dejó a los patitos andar libres y comenzó a alimentarlos con algunos trozos de frutas, las sirvientas reían al ver como los patitos le perseguían como si él fuera la madre. Apenas había pasado un día desde que llegaron cuando Will le pidió a Fogg un momento en su despacho, él se dirigió hacia el lugar pensando en qué querría Will, en cuanto abrió la puerta el rizado le pidió que tomara asiento.

— ¿Recuerdas que te prometí un mejor puesto de trabajo? Han pasado unos meses desde que te lo dije y veo que eres muy bueno en tu trabajo como capataz, pero también tienes talento para este trabajo que te ofrezco, lee los documentos para que firmes, es el contrato como Administrador Financiero de la hacienda.

— ¿Es eso así? No pensé que ascendería tan pronto —comenzó a leer el documento, firmando en cada casilla.

— No creas que lo hago con otras intenciones, el trabajo y nuestras relaciones quedan totalmente separados, tienes la inteligencia para ser más que un capataz y no quiero que desperdicies tu vida en un trabajo cuando puedes desarrollarte laboralmente en otro —sus ojos se deslizaron por los cuadros de la habitación, deteniéndose en un retrato de su madre, apreciando este—. Tendrás que escoger un nuevo capataz, uno que se ocupe del puesto que tienes.

— Gracias por esto, y dime, ¿puede ser el peón que yo quiera el próximo capataz? Me gusta mucho la forma de dirigir que tiene Trinidad, aunque Diego tiene más madera siento que es demasiado prejuicioso.

— Como quieras, sólo vamos al cacerío para que ellos sepan y le llevamos el nuevo contrato a quien tome el puesto.

Phileas asintió entregándole el contrato ya firmado a William, iba a ponerse de pie pero el hacendado le detuvo pidiéndole unos minutos más de su tiempo. Ahora recordaba que le debía unas explicaciones a Boldwood, deseaba dejar todo en claro, también él tenía sus dudas; ¿qué le hizo al hombre que intentó propasarse con él? Nadie había vuelto a decir una sola palabra, aveces podía sentir como le miraban de una manera que lo hacía sentir mal, pero evitaba pensar demás.

— Hay mucho de lo que quiero hablar contigo, Phileas. Si me permitieras un poco de tu tiempo, estaría más que feliz por escucharte.

— ¿Por donde debería comenzar? Hay tanto de lo que hablar, desde que nos conocimos hasta ahora, el día que nos emborrachamos en este mismo despacho, las cosas que llegamos a hacer, lo que sucedió en el granero con ese peón...

— Tú escoge de qué quieres hablar, yo no te juzgaré por el contrario, estoy aquí para darte mi apoyo —le aseguró dando la vuelta al buró para sentarse al lado de Phileas, tomando su mano.

El castaño sintió una extraña electricidad recorrer su mano, miró nervioso a Will, siempre parecía estar nervioso alrededor del rizado. Los dedos de Boldwood acariciaron la mano delgada del otro quién le agarró la mano apretando esta en busca de un poco de apoyo, concentrándose para usar las palabras correctas.

— Desde lo ocurrido en el granero y la humillación que sentí al ser expuesto por ese hombre, la forma en que todos en el caserío me miran siento que es diferente, algo cambió —sus ojos se posaron en la ventana tras William, incapaz de verle—. ¿Sabes que es lo peor? Aveces siento que merezco el odio de los demás, y me entristece.