XIX

319 46 113
                                    

La noche había caído tan rápido que ni siquiera se dieron cuenta de cuando había oscurecido, Phileas estuvo adolorido durante todo el día por lo que bebió algunas pastillas quedándose en la cama durante unas largas horas, durmió toda la tarde. Había quedado pendiente resolver aquél asunto sobre Edgar, William parecía querer acabar con su vida y motivos le sobraban, pero Phileas sentía que aquél jovencito no era así y confiaba en que había sido un error. Aquella noche Phileas estaba leyendo sobre cama cuando Will entró, hacía unas horas que habían cenado y antes de ello tomaron un baño, Fogg leía en la tranquilidad de la habitación hasta que su compañero apareció.

William no dijo nada, había estado en el caserío con los peones organizando una pequeña sorpresa para su amado, cerró la puerta detrás suyo quitándose la ropa hasta quedar en calzoncillos, Phileas apartó la vista del libro clavando sus ojos en Will. Los músculos fuertes de su pareja se contraían o relajaban con cada movimiento, Fogg disimulaba fingiendo leer el libro pero se mordía los labios bastante complacido por aquél espectáculo. Boldwood terminó de ponerse el pijama acercándose a la cama, trepó a esta colándose entre las piernas de Phil y quitándole el libro para dejar su cabeza sobre el regazo del mismo.

— Eres un sueño William, y quien te sueñe será feliz durante toda la eternidad —sus largos dedos se enredaron en el cabello rizado de Will—, espero tener el privilegio de que seas tú mi sueño eterno.

— El privilegio es mío, aparecer en tus sueños debe ser lo más hermoso —extendió sus manos frotando las yemas de sus dedos contra su rostro—, eres preciado para mí.

— Te amo —sus palabras salieron con timidez y sinceridad, una sonrisa se plasmó en el rostro de Will—, me he enamorado de tí, ¿qué harás al respecto?

— Si, yo te amo tanto como tú a mí —se incorporó en la cama, inclinándose hacia Phileas para dejar un suave beso en sus labios—. No hay nada más hacer que darte el doble, no, el triple de amor que siento. Te amo.

— Me siento amado por tí —le rodeó el cuello con los brazos, acariciando los cabellos de su nuca—, es la primera vez que siento algo así, sincero, real, me da miedo.

— No hay nada que temer, te lo prometo —besó sus labios otra vez, dirigiendo sus besos al resto de su rostro, acariciando con sus labios la piel de su amante.

Phileas le abrazó acariciando su espalda con suavidad, Will llevó sus manos a los laterales de Phileas para levantarlo en peso pero esta acción hizo al castaño soltar un gruñido de dolor, apretó los labios frunciendo el ceño, William lo soltó de inmediato con mucho cuidado. Le acarició el hombro sano y Phileas sonrió respirando con dificultad por el dolor, nomás había pasado un día desde la operación, aún sentía que podía sangrar.

— Perdón, no pensé que te dolería tanto, lo lamento.

— Está bien, tendremos que esperar hasta que la herida sane por completo, lo siento.

— No te disculpes, no hiciste nada malo —se apartó un poco dándole su espacio.

— Ya, pero tú querías... Y yo ahora no puedo porque duele demasiado mi herida.

— Shhh, no Phileas está bien, puedo esperar por tí lo que sea necesario, no es como que sea lo único que podemos hacer, mientras tanto dime algo que quieras, lo que sea, cumpliré cada uno de tus caprichos.

— ¿En serio? —sus ojos brillaron con emoción— ¿Puedo pedir lo que yo quiera?

— Lo que desees —le acomodó un mechón detrás de la oreja, acariciándole la mejilla.

— Quiero que cantes para mí.

— ¿Sólo eso? Pensé que sería algo más grande.

— Que cantes para mí es lo más grande que puedo desear.

༒El olor de las Mandarinas 〄༒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora