XII

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Llevaron los caballos hasta un lado dejándolos libres para que comieran y se adentraron por el camino del río buscando un poco más de privacidad, Boldwood agarró a Phileas por sus caderas levantándole para sentarlo sobre una piedra. Comenzaron a besarse otra vez, las manos de Fogg exploraron la espalda de su compañero mientras este se deleitaba con los labios del castaño, la distancia entre ambos disminuía a medida que los besos y toques se hacían más íntimos. Se sacaron los pantalones metiéndose al agua, Phileas rodeó las caderas de William con sus piernas, acariciando la nuca del rizado en tanto se besaban.

— Nos van a ver, no estamos tan lejos de donde estaban los peones —murmuró entre besos.

— Nadie vendrá por aquí, ¿qué probabilidades hay?

Confiados continuaron con sus besos, caricias aquí y allá, las manos iban a otros lugares y así, Will empujó a Phileas contra una roca sacándole los calzones cuando aparecieron Diego y Trinidad quienes al parecer también iban a por algo de diversión. Phileas se asustó separándose del rizado y hundiéndose en el río dejando fuera sólo sus ojos y nariz, abrazado a la cintura de Will se mantuvo detrás de este. Los recién llegados se detuvieron al ver la situación, Trinidad ahogó una risita y Diego fingió demencia mirando a otro lado.

— Patrón —saludó Trinidad.

— Muchachos, ¿cómo están? —intentó ser neutral.

— Íbamos a... La casa del río, ya sabe —contestó el azabache—. Pero creo que es mejor que la use usted.

— Lo pensaré.

— Hola Phileas, ¿está buena el agua? —saludó también al castaño, quien se crispó sacando su mano para saludar.

— Magnífica —dijo apenado, pegando su rostro a la espalda de Will, intentando esconderse.

— Ya nos vamos, disculpa por... Interrumpir.

Diego jaló del brazo a Trinidad, una vez lejos el azabache se rió sin poder creer lo que había visto, casi pillaba a su jefe en medio de algo con Phileas, increíble. William soltó una risita agarrando las manos del castaño haciendo que se levantara, su rostro estaba rojo como un tomate y aún no podía creer que los habían descubierto.

— Nos vieron...

— Está bien, ellos también venían a eso, no te preocupes no le dirán a otros —peinó con sus dedos los cabellos del pecoso.

Agarró su nuca con cuidado volviendo a besarlo, Phileas se dio el beneficio de la duda; ¿qué es una "cada del río"? O más bien; cómo lo definían ellos. Los dedos de Boldwood se enredaban en los mechones castaños, besó el mentón y el cuello de su compañero, las manos de Fogg se deleitaron acariciando la piel desnuda del otro.

— ¿Qué es la casa del río? —preguntó al fin, separando sus labios.

— Una pequeña casa con un molino de agua que está más arriba, donde en temporada alta va un grupo a pescar y dejan allí las cosas. Los peones la usan para ya sabes, divertirse un rato —contestó entre besos—. Es propiedad de la hacienda.

Phileas asintió convencido mientras se separaba de Will, saliendo del agua para agarrar sus ropas que se habían secado al Sol sobre una rama, sintió un piquete en su nalga y dio un pequeño salto.

— Creo que algo me mordió —dijo preocupado, intentando verse—. ¿William podrías comprobar si algo me picó? Sentí un piquete.

— No te muevas, tienes una sanguijuela pegada...

— ¡Quítala, quítala! ¡Esos bichos te chupan la sangre, quítala!

— Quédate quieto, si te mueves es más difícil poder quitarla.

༒El olor de las Mandarinas 〄༒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora