IX

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La casa del alcalde era una mansión de varios pisos, múltiples salones y habitaciones finamente decorados, con unos alrededores verdes llenos de flores coloridas. El condado Plitz, a diferencia de Verplent, tenía un clima menos lluvioso y más campestre, al menos la parte que había visto Phileas ya que aún no veía el pueblo, el alcalde había insistido en que fueran directo a su casa y allí les recibió con una glamurosa bienvenida. Música, bailes, bebidas y diversos platillos para su disfrute, Boldwood saludaba al alcalde quien le presentó a su esposa e hijas, William no se quedó atrás y presentó a su acompañante como el Administrador Financiero de su hacienda, aunque Phileas se sentía en todo caso como el consejero principal, pero no dijo nada y saludó a los Plitz.

— Me alegra que haya venido, hacer negocios juntos será de las mejores cosas que logremos este año.

— Eso espero alcalde Plitz.

— Por favor, llámeme Matthew, olvídese de las formalidades —sonrió mientras lo llevaba al otro lado del salón, para más privacidad—. Me encantaría que se quedara unos días más, me parece que lograríamos hablar de muchos otros negocios.

— Prefiero llamarle por su apellido, no dejemos las formalidades, espero respete mi decisión —sonrió de medio lado observando el panorama.

Phileas había sido sacado de su asiento por las hijas menores del alcalde quienes le hacían bailar con ellas aunque a penas y este supiera bailar aquella danza. Se movía de forma alegre con las niñas tomando a la más pequeña, de unos siete años, en sus brazos sin dejar de darle la mano a la de diez años. La música sonaba alegre y lo único que Boldwood podía ver en frente suyo era al castaño y las niñas divirtiéndose, ¿no era a caso una preciosa imagen de lo que podría llegar a ser un futuro padre?

— Señor Boldwood, es un placer tenerle aquí, el abogado habló muchísimo sobre usted, y veo que no mentía —la muchacha saludó de manera animada.

— Oh, señorita Plitz, es un gusto conocerla —hizo una pequeña reverencia con la cabeza, volviendo en si.

— Querida hija, el señor Boldwood y yo estamos hablando, ¿podrías darnos un momento?

— Sólo si él señor Boldwood halaga mi nuevo vestido —bromeó.

— Claro, no veo el problema —Boldwood la miró de arriba a abajo—. Tiene una magnífica tela, se ve que tiene una buena costurera.

La muchacha sonrió apartándose y dejando hablar a los otros dos, se fue a bailar con su madre y las niñas que aún arrastraban con ellas a Phileas, el alcalde se inclinó hacia Boldwood para susurrarle mientras observaban a los demás bailar.

— Respecto a lo que comentaba, ¿es cierto que usted está soltero?

— Su pregunta no tiene nada que ver con negocios, ¿me equivoco? —le miró de reojo, volviendo la vista al frente—. Respecto a lo de quedarme unos días más le seré franco; no está en mis planes parar aquí más de dos días, cuanto antes regrese a Wildenner mejor. Y respondiendo a su incógnita sí, estoy soltero, pero eso es un parte de mi vida privada.

— Entiendo, disculpe por ser tan atrevido. De hombre a hombre me gustaría decirle que los nuevos negocios son mayormente para dar pie a más negocios.

— Me dedico a las tierras, a la siembra y cultivo, a la ganadería, ¿y usted?

— Criamos aves de corral, también cultivamos pero en menor porción. Nos dedicamos más a la industria del vino, los sembrados de uvas, pero este año me he visto en aprietos y realmente necesito vender el terreno.

William y el señor Plitz decidieron trasladarse al despacho, Phileas les acompañó a petición de Boldwood y allí hablaron en privado. El alcalde quedó con ellos de llevarles a recorrer las tierras que estarían comprando, durante este recorrido Fogg se dio cuenta de lo hermoso que era aquél lugar, la villa del señor Plitz tenía mucho que ofrecer, sería un gran negocio comprar la tierra que le ofrecían.

༒El olor de las Mandarinas 〄༒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora