XVI

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En la hacienda Phileas y los peones se preparaban para partir hacia el poblado, todos con sus caballos y la carreta que llevaría los suministros, Fogg regresó a la casa para buscar a Santi y antes de irse entró a la cocina para agarrar algo de desayunar. Laura le sirvió un trozo de pan y jugo, sabía todo lo ocurrido y se sintió responsable a pesar de no haber sido ella quien hubiese invitado a Johan.

— Ah, Phileas ¿estás bien? Veo que tienes un poco inflamado el labio y la ceja.

— Estoy bien —mordisqueó el pan negando—. Nah, eso es por la pelea de ayer, pronto se me bajará.

— Oye, lo siento muchísimo, ojalá Johan jamás vuelva a aparecer por aquí, pensé que seguiría siendo un buen muchacho...

— Está bien Laura —la detuvo, negando—, da igual.

— Buen día Phileas, ¿donde dormiste anoche? Pensé que regresarías —se preocupó Crystal—, ¿quieres hablarlo?

— Dormí donde Trinidad y Diego, ahora no puedo hablar, pero gracias por preocuparte.

— ¿No pasaste la noche aquí? Oh por Dios.

Laura guardó sus palabras viendo al castaño negar, pensaba que simplemente se había levantado antes de que ella llegara, definitivamente iba a regañar a Boldwood por no ir tras él. Phileas se marchó al pueblo con los peones antes de que William despertara, no quería comenzar una charla, ni un regaño, mucho menos volver a escuchar que lo hacía enojar. Para cuando el Hacendado bajó a desayunar Laura lo esperaba de brazos cruzados lista para jalarle las orejas.

No esperaba recibir un sermón tan temprano en la mañana, de pronto se sintió un niño pequeño que había desobedecido una orden tan simple como no agarrar una galleta antes del almuerzo. Laura parecía indignada por la acción de William, ¿cómo pudo dejar que Phileas durmiera fuera de casa? ¡Debía haberlo detenido!

— Estaba enojado, pensé que él no quería verme.

— ¡Debiste ir tras él! Phileas es como un pequeño cervatillo asustado ante la mínima amenaza, sé que tiene un gran valor al hacerle frente a los problemas, pero William, cariño, aunque no lo necesitamos o no lo digamos, aveces todos queremos ser protegidos por la persona que amamos.

Boldwood sintió un poco de culpa, cierto, debía haberlo detenido o ir tras él, explicarle que estaba de su lado y que lo apoyaba, debía haberle besado, pedirle disculpas y expresar sus sentimientos en aquél momento. ¿Pero Phileas le hubiese creído? Estaba enojado y con razón, lo encontró en un mal momento y en una situación que a pesar de no ser cierta daba a entender que había pasado otra cosa.

Creyó que lo mejor había sido dejarlo ir esa noche y darle su espacio, prometiéndose a si mismo hablar con él y expresarle sus sentimientos. Ahora Phileas se había marchado al pueblito, pero Will estaba seguro de que en cuanto regresara podrían hablar, no perdería un minuto más. Mientras esperaba su regreso para declararle sus sentimientos corrió a la cocina reuniendo a las sirvientas en uno de los patios exteriores, con entusiasmo mandó a preparar una comida especial y postres diversos, pidió que colocaran un nuevo mantel, cortinas y adornos, también les pidió aromatizar el lugar para el regreso de Phileas.

Tendría todo preparado, no se le podía escapar ni un solo detalle.

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Phileas tomó asiento fuera del pequeño local que habían terminado de abastecer, jugaba con una moneda entre sus dedos y escuchaba las conversaciones de los demás. Trinidad pasó por detrás suyo tocando su hombro, el castaño alzó la vista sonriendo de medio lado, guardó la moneda y el azabache se recostó a la pared mirando a las demás personas andar de aquí para allá en la feria. Quería hablar con Phileas y preguntarle si necesitaba desahogarse, pero no quería ser invasivo y asustarlo, Fogg respiró profundo frotando las manos sobre las rodillas.

༒El olor de las Mandarinas 〄༒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora