"Capitulo 8"

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Deje la moto en el estacionamiento, quite mis tenis y avance hasta sumergir mis pies entre la arena y el poco de agua que llegaba de las olas.

El cielo estaba estrellado, el viento era cálido, aunque el agua estuviera muy fría. A lo lejos se notaban las cabañas de los turistas, algunas con luces encendidas, lo que significaba que estaban ocupadas, pero otras no.

Quizás sería buena idea rentar uno por una, o quizás dos noches.

Solté un suspiro...

—¿Que está pasando conmigo? ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué no puedo entender a las malditas personas?! ¡¿Por qué no puedo ser normal?! —Grité con frustración.

Pase mis manos por mi cabeza y dejé que mis lágrimas salieran brevemente.

Este sentimiento de furia, de dolor, de decepción por mi, no era nuevo. Esto me había acompañado gran parte de mi vida y estoy segura de que lo haria para siempre.

Quizás sea por ello que jamás logré o lograre conectar con nadie.

Caminé por un rato más en la playa hasta llegar cerca del muelle, me detuve al ver algunas cosas en la arena. Era una camisa blanca de mujer, unos zapatos tipo converse, y una botella de alcohol a menos de la mitad.

Voltee a todos lados para ver si lograba encontrar a la dueña de estás cosas. En la playa no estaba, crei que se había marchando, hasta que ví a la punta de muelle...

—¡Oh no!

Pese a que la marea no estaba tan molesta, el agua estaba demaciado fría, además, si estaba ebria, ella no podría salir de ahí por su cuenta en cuyo caso pensará en lo que yo estaba pensado...

Lanzarse al agua.

Corrí hasta donde se encontraba, en ningún momento volteo, quizás estaba en su mundo, porque ni siquiera noto cuando había llegado.

Y fue solo cuando pude estar lo suficientemente cerca que me di cuenta de algo, pese a que se notaba ebria y no muy consiente, me daba la impresión de estar equivocada, y que al parecer, ella no pensaba lanzarse.

La madrugada estaba estrellada, el viento cálido y la marea algo agitada, un buen lugar para pensar, sacar lo que te molesta y meditar en lo que harás de ahora en adelante, justo lo que yo quería hacer ahí, ella también lo estaba haciendo.

Estaba serena, con los brazos cruzados y la mirada perdida en el horizonte entre el mar y el cielo.

No pensaba en decirle nada, eso fue hasta que dió un paso más al frente.

—¿No pensarás en saltar, o si?

Mi voz la hizo sobresaltar un poco. Giro su cabeza para ver de quien se trataba.

—¡Rayos! —Toco su pecho con una mano. —Casi haces que me dé un infarto. —Añade con cierta exageración divertida.

Sonreí. Caminé un poco más, casi hasta quedar a un lado de ella, pero sin invadir su espacio.

—Bueno, lo lamento. Tenía que preguntar. —Dije viéndola detenidamente.

Puedo con mucha claridad decir que, pese a que no había mucha luz y no estaba en su mejor momento. Ella era simplemente la mujer más hermosa que hubieran visto mis ojos. Incluso tenía un extremo parecido a mi crush de toda mi adolescencia.

Muchísimo más alta que yo eso era seguro, unos 20 centímetros quizás, complexión delgada, un rostro fino, ojos semi rasgados de un color cafe claro, cabello largo hasta los hombros, oscuro como la noche. Llevaba puesto una blusa de tirantes, por lo que hacía juego con la camisa que había dejado en la arena, unos jeans azul obscuro y calcetas.

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