Capitulo 8

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Laura Smith.

La luz radiante del día que entra por el ventanal de cristal del balcón molesta mis ojos haciéndome palpar los mismos, procurando eliminar el resto de sueño que aún me queda.

Me duele todo mi cuerpo como si ayer hubiera comenzado a hacer ejercicio en algún gimnasio o algo así.

En teoría, tener sexo toda la noche es ejercicio.

Me río ante ese pensamiento, y podría ser cierto, si no fuera porque lo que más me duele es el coño.

Pero no me molesta en absoluto.

Salgo de la cama liberando a mi cuerpo de las sábanas que cubrían mi desnudez y camino hacia el baño.

No me preocupa el hecho de que Alessandro no haya estado en la cama al despertarme, más bien, me saca una sonrisa el hecho de que no haya cambiado lo más mínimo, siempre ha sido un madrugador, más, debe de tener mucho más trabajo ahora con el grupo terrorista todo ha ido a peor.

Entro en la ducha abriendo la misma dejando que el agua caliente moje cada centímetro de mi cuerpo y por un rato todo este se alivia del dolor.

Aunque, no es un dolor molesto lo que siento, nisiquiera el de mi coño, es más bien un dolor satisfactorio que me dice que ha valido la pena la noche de sexo brutalmente salvaje con mi esposo.

Justo como en los viejos tiempos.

Mi mente viaja por algún tiempo a años atrás, justo cuando mi matrimonio con Alessandro comenzó y pierdo la noción del tiempo en el que estoy bajo la ducha perdida en mis pensamientos.

Cuando me decido a salir del baño me dirijo al vestidor y ni me sorprendo al verlo repleto de ropa con etiqueta y zapatos nuevos recién comprados.

Alessandro conoce muy bien mis gustos  y tallas, ya, que sabe exactamente lo que me gusta.

Opto por usar unos jeans desajustados grises estampados, un top negro y corto muy fresco y unos unos zapatos Nike blancos y negros.

Ato mi cabello en una coleta baja, dejando varias ebras sueltas, reviso que mi arma esté cargada y la escondo tras mi ropa, ya que por seguridad nunca salgo sin ella y salgo de la habitación recorriendo esos pasillos tan perfectamente conocidos para mi hasta llegar a las elegantes escaleras de oro por las que suavemente bajo mirando las paredes blancas lujosamente decoradas con piezas únicas y exclusivas.

Siempre me ha gustado la decoración de esta mansión.

—Ya despertaste bella durmiente.—Me sorprende escuchar la voz de Olga, pero mis labios se curvan formando en ellos una sonrisa y me apresuro hacia ella.—

—Me quede dormida.—Digo encogiendo me ligeramente de hombros.—

—Si.—Sonríe.—Debió ser una noche muy...Agitada.—Alza sus sejas de forma insinuosa.—

—Ya sé por dónde vas.—Niego.—

—¿Me vas a contar o tengo que adivinar que hacia él, saliendo desde tan temprano de tú habitación?—Brufo.—No me digas....Andaban...—

La callo antes de que termine la frase.

—Si, pero Shhh.—Le hago una señal para que guarde silencio.—Ni lo digas, no debió pasar.—

Su sonrisa se borra.

—Se que Alessandro es un idiota cabron, y todo lo demás, pero de algo si estoy segura.—Hace que la mire.—Él te ama.—

Lo sé.

Pero ese no es el problema.

—Hay algo más que no has dicho ¿cierto?—

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