Capitulo 34: L'artista del dolore

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34. La artista del dolor.

Alesha

Una semana y media después.

Dejé que tomara mi abrigo y se lo llevase. Me acerqué a la hermosa pelirroja con vestido negro y la abracé por detrás.

—Gracias por estar aquí.

Chiara me devolvió el abrazo.

—No me perdería tu exposición por nada en el mundo, guapa—me guiñó un ojo.

—Te quiero.

—Oh, yo también—tocó el dije en mi cuello y me tensé—. Tengo una sorpresa para ti.

—Te lo agradezco, pero el que estés aquí, que te tomarás un vuelo largo por venir, en verdad, es el mejor regalo.

Sonrió enormemente.

—Alguien quiere verte—señaló con la cabeza detrás de mi.

Tragué grueso, poniéndome rígida y me giré lentamente. La decepción atravesó mis pensamientos, pero lo oculté rápidamente obsequiándole una sonrisa.

Alana estaba de pie, frente a mi, sopesé su actitud y me di cuenta de que no supo como actuar.

Su hermano había dañado las cosas, pero ella no tenía porque pagar los platos rotos.

—Gracias por venir—saludé.

Ella pestañeó varias veces y me sonrió.

—No quería perderme esto—recorrió todo el salón con una mirada de fascinación—. Sé que quizás no te agrade…

—Tonterías—le resté importancia—. Me da gusto verte.

Sonreí. El reemplazo de Carel, Sabino, se acercó a nosotras.

Mademoiselle—me llamó—. Sus obras se encuentran en la otra planta.

Las tres lo seguimos. Mi estomago estaba revuelto de los nervios.

Las obras a las que les dedique tiempo y esfuerzo se encontraban allí. Sonreí, entre lágrimas.

Caminé, recorriendo los cuadros con mi visión. Yo había logrado eso.

Las demás se distrajeron detrás de mi, pero no me detuve.

El último lienzo que colgaba en la pared llamó mi atención. Siempre lo hacía.

Ambas figuras se unían, dando un lento baile. Los rostros estaban difuminados y ellos parecían etéreos. Sus manos se unían, pretendiendo no soltarse jamás.

Nunca supe porque había plasmado aquello, quizás, porque dentro de mi cabeza siempre se encontraría él.

—Hija.

Miré hacía mi derecha y encontré a mi padre. Sonrió de esa forma especial que demostraba que estaba orgulloso de mi.

Me acerqué y lo abracé.

—¿Tienes noticias?

—Lo tengo. Me haré cargo.

Solté un suspiro de alivio.

—¿Y lo otro?

—Ya está informado y estará al frente.

Asentí, procesando la información.

—Sólo será por un tiempo.

El tiempo que me llevaría estudiar en Francia. El tiempo que tardaría en volver.
En sanar.

Venenosa Adicción [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora